7. Acercamiento

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- Cuando miras al mal a los ojos, éste te devuelve la mirada -se quejó Teresa de camino a su casa-. Aunque la ignores, te lo juro, maldad pura...

- Tere... -Coral pensó cómo decírselo- te quiero mucho, pero... no hables así de la de matemáticas.

Adassa las seguía pasos más atrás, estaba enfrascada en su tableta, se las había ingeniado para ser admitida a mitad de curso en el mismo instituto que las chicas, pero su prioridad seguía siendo la tecnología.

Coral, para unas cosas lista, aprovechó el pasatiempo de la morena y le pidió investigar cualquier objeto extraño, o con origen indefinido, que hubiera sido añadido recientemente a la red, en cualquier plataforma de compra-venta o cómo exhibición, en la isla, quizás también en las cercanas. Pero no había suerte, nada de nada, y eso que le había prometido a la tecnóloga, solo si lo conseguía, regalarle su Nintendo DS, la primera que tuvo, ambas se la habían comprado a la vez, cada una en un color distinto, y ambas las habían guardado por años, pero según Adassa son una reliquia, y Coral sin entender por qué la había requerido ahora, aceptó; a su hermano le hubiera costado más, siempre le costaba desprenderse de las cosas, aunque no las usase.

- Es que, te lo juro, era cómo si supiese que no había tocado nada de la tarea. Por eso me llamó a mí a lla pizarra.

- Es que, te lo juro -la imitó Coral con una sonrisilla-, es muy fácil saber cuándo no hiciste la tarea, te encoges, bajas la mirada, y pretendes no estar. También es fácil cuando mientes...

- ¿Y si lo sabía por qué me sacó a mí?

- No sé... -apartó los ojos de su amiga para pensar en profundidad-, quizás es algo de profesores, ¿le gustará humillar alumnos? ¿Quizás piensa que es una manera de que nos esforcémonos? Igual ve potencial en tí y no quiere que lo desperdicies.

- Bueno... -Teresa se sentía un poco más animada- por esta vez se libra...

¿De qué se iba a librar?, ¿que le haría tan terrible su amiga?, se preguntaba Coral, lo más posible es que Teresa se hubiera pasado la tarde invocando cualquier desgracia para estropearle un poco el día a doña Auxiliadora, algo cómo que se tirase un cuesco sonoro en plena sala de profesores o criticar a su suegra cuando estuviera cerca.

Al llegar a la casa terrera, la cola de los clientes era menor a la habitual, al igual que en los últimos meses. Una de tantas extrañezas que habían sucedido estos últimos meses, cómo la amplia variedad de flores, la niebla en meses de calor, o el que hubieran naufragado tres zifios en las costas.

- ¡Pero Teresita! -una clienta las asaltó al entrar. Tenía la permanente recién hecha-, ¿te acuerdas de mí? Yo te cambiaba los pañales cuando eras pequeña ¿No? Normal, eras un bebé. Qué sorpresa verte.

- Teresa María -otra estridente voz de mujer les llamó la atención. La mujer de cuarentisiete años era rubia y huesuda-, ¿qué haces aún con el parche? Quitátelo, te va a empeorar la vista, ya no tienes conjuntivitis.

Ella accedió, obediente a su abuela, cómo siempre, dejó a la luz su ojo albino, su amiga no lo había visto en casi tres semanas, pero según Teresa ese era la muestra de su inmortalidad. Se despidieron de la mujer y siguieron hacía el interior de la casa, hasta que Teresa escuchó algo que la dejó inmóvil.

- Qué grande está, y hermosa -dijo la clienta-, cada vez se parece más a su madre, ¿dónde está? La quiero saludar.

Su abuela, María Soledad, no respondió, se dignó a poner mala cara y la guió al cuartito para quitarle el mal de ojo, aunque en ese momento le apetecía más bien prolongarlo o empeorarlo, por bocazas.

- Venga, vamos -Coral también lo había escuchado. Tomó a su amiga de la mano y tiró de ella-, hoy me apetece peinarte, ¿prefieres trenzas o cogemos inspiración de Pinterest?

Tu entropía: Expedientes anónimos || TerminadaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora