𝙏𝙝𝙚 𝙋𝙧𝙞𝙣𝙘𝙚 𝙒𝙝𝙤 𝙇𝙤𝙫𝙚𝙙 𝙈𝙚 || ᴸᵉᵍᵒˡᵃˢ ᴳʳᵉᵉⁿˡᵉᵃᶠ

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ℭ𝔞𝔭í𝔱𝔲𝔩𝔬 𝔗𝔢𝔯𝔠𝔢𝔯𝔬
"Incidente en la biblioteca"

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Prontamente el tiempo pasó, y ya el invierno -o rhîw, como lo llamaban los elfos- había llegado. La joven _______ no había vuelto a tener una interacción similar con el príncipe Legolas, tan solo algún saludo cortés o sonrisa gentil, pero no podía negar que anhelaba con fervor volver a escuchar su voz, tener una extensa conversación con él, conocerlo mejor. El príncipe la intrigaba cada día, desde su agraciada manera de comportarse hasta las pocas palabras que salían de su boca. Era un completo misterio, misterio que ella se moría por resolver.

Aquella noche el rey Thranduil había organizado una fiesta en honor al inicio del invierno. Muchos elfos importantes de otros países habían llegado y se reunían en el gran salón. ________ se encargó de servir el vino, finalmente pudiendo cambiar el cotidiano por el más especial y antiguo. Afortunadamente lady Arthiel asignó a otros elfos que sirvieran vino con ella, eran tantos invitados que sería imposible para una sola persona atender a todos.

La magnificencia de los arreglos y las sofisticadas vestiduras de todos eran dignas de admiración, cada cosa estaba tan meticulosa y perfectamente organizada que era imposible no sorprenderse y apreciar el buen gusto del rey, pero eventualmente ________ se aburrió de estar parada en un esquina con un jarrón entre sus manos. Miró a sus alrededores, y figuró que nadie notaría su ausencia. Ya habían muchos otros elfos haciendo el trabajo; así que, dejando el jarrón en una mesa cercana, se escabulló fuera de la fiesta.

Al caminar por los innumerables pasillos y pasadizos del palacio, _______ finalmente llegó al lugar que había querido explorar hace tiempo, uno que lady Arthiel nunca le permitía visitar. La biblioteca.

Empujó con su hombro una de las pesadas puertas, afortunadamente todos los guardias estaban guardando en la fiesta, y nadie le puso problema alguno. Caminó un poco en la oscuridad, tanteando sus alrededores y congelándose los dedos desnudos con cada fría superficie hasta encontrar una lámpara y unos cerillos. Finalmente con un poco de luz pudo avanzar más.

El enorme espacio estaba lleno de estanterías altísimas cuya cúpula no podía verse a la luz de la lámpara, cada una estaba llena de libros organizados alfabéticamente, algunos se veían más viejos que otros, ya fuera por las telarañas o los ratoncillos que se habían comido las tapas de los más antiguos.

Caminó un poco más, sus zapatos arrastrándose por el suelo formaban un eco delator. Alzó su lámpara un poco más, algo en la pared había llamado su atención. Era una gran manta blanca que cubría algo rectangular, la cantidad de polvo y telarañas evidenciaba cuánto tiempo había pasado sin que nadie revelase lo que había detrás. Con una mano titubeante, se asió de la tela y jaló apenas un poco para que ésta cayera al suelo, levantando una pequeña nube de polvo que la hizo toser.

El misterio de lo que tan oculto se mantenía en aquella oscura esquina de la biblioteca fue finalmente descubierto. Era una pintura, su marco estaba formado con oro puro. Tenía detalles sin fin, sin duda tallados a mano por algún artesano enano, ellos siempre eran los más excelentes con la manipulación de estos materiales. El lienzo retrataba a una mujer, una elfa de inigualable belleza. Estaba en una pose elegante, con sus manos juntas, sus hombros bien erguidos y su rostro sonriendo sutilmente. Tenía cabello rubio, largo y sedoso que llegaba hasta sus caderas. Usaba un vestido celeste que caía libremente por sus hombros como una cascada, su cuello estaba adornado con las más finas joyas de luz de estrella y en sus ojos no había nada más que un brillo maternal que envolvía todo su ser de un aura calmante. Por último, encima de su cabeza portaba una corona confeccionada con ramitas, y flores azules retoñaban en ésta. ¿Acaso era ésta la reina? ¿Aquella de la cual estaba prohibido hacer preguntas y siquiera mencionar? ¿Por qué el rey tendría un recordatorio de su amada esposa escondido y consumido por el polvo?