19|| Eres tan perfecta

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Hugo

—Vamos, Graham, ve al vestuario —escucho que le dice Nina a su sobrino.

Ha pasado una semana desde que medio arreglamos las cosas entre nosotros después de lo ocurrido. A veces el ambiente se vuelve incómodo, pero aun así me está ayudando a superar mi miedo a volver a la pista. Hace años, cuando mi padre me introdujo en el mundo del hockey no pensé que llegaría un día en el que sentiría un miedo atroz el hecho de volver a jugar al hockey. Cuando entré en el equipo del instituto tampoco lo supe. Ni mucho menos cuando el ojeador me vio y me llevó a unirme al equipo de la universidad de Canadá. Pero tras recibir aquel golpe sentí que mi mundo se venía abajo con cada hilo de dolor que me recorría el cuerpo. Quizá lo más adecuado no ha sido ser entrenador de críos pequeños, el miedo que siento cada vez que alguno se cae me lleva a aquel momento.

Cuando conseguí recuperarme y el doctor me dijo que por poco no lo contaba me dije que tenía que empezar a vivir más, a hacer las cosas que quería y no dejarlas para mañana. Quizá ese es el motivo que me ha llevado a hacer lo que voy a hacer. Una estupidez, supongo. Pero no quiero seguir viviendo sin hacerlo. Por eso me acerco a Nina como alma que lleva el viento, ella sonríe mientras ve alejarse a su sobrino hacia los vestuarios. No quita la sonrisa cuando me acerco a ella bastante serio, sino cuando la agarro de la mano y la llevo a una zona más alejada de los ojos de la gente, pero sobre todo de los padres. La llevo a un rincón, justo al lado de las escaleras que nadie usa.

—¿Qué estás haciendo, Hugo? —me pregunta un poco asustada. Yo también lo estaría si el degenerado del hermano de mi mejor amiga me arrastrara a un lugar donde nadie puede vernos.

Ni siquiera yo sé lo que estoy haciendo, lo único que sé es que no quiero quedarme con las ganas.

—Estoy cansado —me escucho decir. Pues sí que empiezo bien—. Cansado de tirarme noches en vela por pensar en cómo demonios me sentiría al besarte, a que saben tus labios. Sé que no debería de estar pensando esto porque eres la mejor amiga de mi hermana pequeña, pero no puedo evitarlo. Joder, Nina, eres tan perfecta que me muero por besarte.

—¿Qué? —pestañea. Parece que está asimilando todo lo que acabo de contarle, pero es que ya no aguanto más las ganas de besarla.

—¿Puedo besarte? —me atrevo a decir.

Para sorpresa de todos, asiente con la cabeza. Y no me lo pienso dos veces.

La beso.

Tarda en reaccionar, pero cuando lo hace junta sus labios con los míos. Apoya las manos sobre mis mejillas y me atrae hacia ella, haciendo que su espalda choque con la pared. Y juro que lo siento todo, como su corazón late desbocado, como el mío lo hace. El calor de sus manos, la suavidad de ellas y el sabor dulce que tienen sus labios. Como una mezcla de chocolate y tarta de zanahoria, una mezcla rara que, a partir de ahora, va a ser mi favorita. Su olor se adentra dentro de mi ser y sé que no va a ser fácil de olvidar.

Ni quiero.

Nina termina siendo la que me obliga a abrir la boca, haciendo que su lengua se deslice en la mía. Ella es ahora quien me guía. Nunca habría imaginado que besara así: con intensidad, firmeza y delicadeza. Nunca pensé que Nina Maddox, la chica que se subía a los árboles cuando era pequeña, besaría con delicadeza. Termino cogiéndola a horcajadas y pegándola a la pared, justo como estaba antes, solo que ahora está sobre mí. El beso se intensifica por momentos y siento que estoy a punto de explotar. Esto supera por muchísimo como me lo había imaginado en sueños semanas atrás.

Esto supera todo.

Nunca nadie me había hecho sentir como lo está haciendo ella y eso me aterra. Me aterra como no pensé que algo podía hacerme sentir de esta forma.

Dejamos de besarnos cuando escuchamos de fondo que los críos ya han salido del vestuario y van de camino a la pista. Aunque es lo que menos me apetece ahora mismo la bajo y le agarro de las mejillas, acercando mi frente a la suya. Nina sonríe. Yo lo hago también.

—Eres tan perfecta.

Al Jodido Fin Del Mundo {BORRADOR}Donde viven las historias. Descúbrelo ahora