14|| Cuando era perfecta

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Hugo

Estamos comiendo algo en La Barraca. En algún momento de la tarde, Graham se ha apartado de nosotros y está jugando con un amigo suyo del colegio. Nina no deja de mirarle, sonriendo. No es consciente de lo que causa en mí. De lo preciosa que se ve siendo ella misma. Es un sentimiento raro, no es como cuando veo a alguna chica que me gusta y la busco para pasar una sola noche, con ella parece que es otro tipo de sensación. Deja de mirar a su sobrino y clava sus ojos en mí. El sol está empezando a desaparecer para dejar paso a las estrellas y a la luna.

—¿Por qué siempre está contigo? —le digo, haciendo un movimiento con la cabeza hacia el pequeño que juega en la arena.

—Sus padres trabajan mucho, apenas están en casa y soy la única tía que tiene aquí.

—¿No tienen horas libres?

Se encoge de hombros y lanza una mirada fugaz a Graham.

—No lo sé, Hugo. Ya sabes que mi hermana siempre ha sido muy de centrarse en su trabajo, no me malinterpretes, adoro a Hazel más que a nada en el mundo, pero a veces se olvida del resto para dedicarse al cien por cien a su trabajo.

—¿Y cómo se toma eso Graham?

—Él es un crío pequeño, todavía no entiende mucho del mundo y pasar tiempo con su tía le gusta porque yo le entiendo, ¿sabes? Hago cosas con él, mantengo conversaciones que, por norma general, los críos de su edad no suelen tener porque los adultos no les dejan. Toco el piano porque sé que lo tranquiliza y él me lo agradece de una u otra forma.

—Él también te adora.

—Lo sé.

Nos quedamos durante unos minutos en silencio, mirándonos a los ojos, como si supiéramos lo que estamos pensando sin la necesidad de hablar de nada. Se palpa una conexión increíble entre nosotros, una que creo que ha habido siempre, pero ha estado escondida entre el supuesto «no somos amigos» que siempre le decíamos al resto del mundo. Es cierto, nunca hemos sido amigos, en realidad ella siempre ha sido la mejor amiga insoportable de mi hermana pequeña, pero por alguna razón sentía la necesidad de estar a su lado siempre que me necesitará, no sé sí por algún motivo más familiar, como lo siento con mi hermana, o de otro motivo más ¿romántico? Creo que se podría definir con esa palabra.

Cortamos el contacto visual cuando Graham vuelve a sentarse con nosotros y empieza a contarnos la historia surrealista que le ha contado su amigo, va de extraterrestres, cerdos voladores y no sé qué más. Nina se ríe mientras comenta la gran historia, yo los miro, ajeno a ellos, y sonrío. Son felices.

Dejo a Graham y a Nina en casa de esta última cerca las ocho de la noche. El sol ha bajado hace rato por lo que salgo al porche de madera y me siento en la hamaca, observando el diminuto lago que el antiguo dueño de la casa creó, se supone que es una especie de fuente rara. Escucho los grillos y algún que otro búho, es un sonido fascinante. Cuando era un crío solía pasar los días y las tardes solo, encerrado en mi habitación o perdido en el bosque, no literal. La naturaleza es algo que siempre me ha dado mucha paz por eso solía irme al bosque y pasar horas allí, escuchando los sonidos de los animales y algún día, incluso conseguía verlos. Al crecer he tenido que acostumbrarme a no tener soledad siempre que a mí me apeteciera, no me costó acostumbrarme, pero ahora que vivo aquí, en medio de la nada, me he dado cuenta de lo mucho que echaba de menos esto. La soledad. La naturaleza. La paz.

Llevo la cámara de mi abuela colgada el cuello. Es una reliquia, no por los años, sino por lo que hay dentro de ella. En muchos de los videos salen mi hermana, Nina y Evan haciendo alguna estupidez.

Que locos esos años.

Cuando éramos unos críos sin preocupaciones, la única era llegar a tiempo a casa para dormir la siesta.

El primer video que aparece es de Nina. Recuerdo ese vídeo y el momento como si fuera ayer. Lo grabé yo. Estábamos en su casa, bañándonos en su piscina y tomando helados, por un momento desapareció de nuestras vistas y cuando fui al baño me la encontré, estaba en el salón tocando el piano, no se dio cuenta de mi presencia porque cuando tocaba se concentraba al máximo y solo existía ella y el piano. Nadie más. Era fascinante verla tocar como si el mundo fuera suyo. Solía escucharla a escondida porque por aquel entonces no le gustaba que yo estuviera merodeando por su alrededor mientras hacía eso.

Y yo no podía no hacer eso.

Ignorarla.

Era imposible ignorar a Nina Maddox cuando era ella en todo su esplendor.

Cuando era perfecta haciendo lo que le gustaba.

Al Jodido Fin Del Mundo {BORRADOR}Donde viven las historias. Descúbrelo ahora