33|| El miedo ha vuelto a mí

74 7 0
                                    

Hugo

Nina viene riéndose con Brody, seguro que de algo sobre mí, en el tiempo que llevo aquí me ha dado tiempo a conocerle bien y a ella ya lo hacía así que sí, definitivamente estaban hablando de mí. Brody coge el cuenco con la leche y los cereales y se va a sentarse en el sillón que hay junto a la mesa de la cocina, Evan y April le siguen. La pelirroja y yo nos quedamos preparándonos el desayuno mientras escuchamos los cuchicheos y las miradas por parte de nuestros amigos, yo no puedo evitar sonreír y negar con la cabeza al ver la situación.

—¿Puedo hacerte una pregunta? —me giro cuando escucho a Nina, no parece que sea una pregunta muy seria pero si importante.

—Claro.

—¿Sabes por qué a tu hermana no le ha molestado?

Y sé que se refiere a lo que quiera que tengamos, porque no hemos hablado como tal, simplemente hemos dicho que podemos intentar algo y ver cómo avanza. Mi hermana siempre ha odiado que yo me llevara con sus amigas porque si me acostaba con alguna y terminábamos mal, ellas también y no soportaba la idea de perder a sus amigas por mi culpa, así sí, era una regla que April le ponía a las chicas cuando querían acercarse a ellas con intención de ser amigas, pero con Nina nunca fue así, a ella siempre le permitió estar cerca de mí.

—Supongo que por sabe que si te hago daño jamás te separaras de ella, lo ha comprobado. —Recuerdo las palabras que me dijo anoche. Ha estado enamorada de mí toda la vida, le hice daño y en ningún momento se alejó de mi hermana, su amistad va más allá de un amor.

—Los hermanos Baker tenéis algo que atrae a las personas aun cuando no quieren, es como una fuerza.

—¿Una fuerza? —le pregunto mientras saco del frigorífico la leche para poder verterla en el cuenco de cereales.

—Sí, una fuerza que hace que confiemos en vosotros con los ojos cerrados.

—¿Por qué confiarías en nosotros con los ojos cerrados?

—Por que sabes que ninguno te hará daño queriendo.


Está lloviendo y hace demasiado frío, pero Nina ha insistido en que volvamos a la pista de hielo para seguir practicando. El partido es en unas semanas y yo ya he dicho que acepto volver al equipo, por lo que tenemos unos días bastantes intensos hasta conseguir volver a patinar sin miedo. Ella confía demasiado en mí, yo no, no sé cómo voy a conseguir hacerlo.

El resto de nuestros amigos están en la casa con la chimenea y la manta, mientras que yo me estoy muriendo del frío, no sé como Nina ni siquiera tirita, está tiesa mirándome desde la altura. Estoy intentando decidir si quiero pisar la pista o no.

—Vamos antes de que me arrepienta —le digo levantándome del suelo, con los patines ya puestos.

Cojo la mano que Nina me estaba ofreciendo y juntos entramos en la pista, pero en cuanto pongo un pie en el hielo me arrepiento, es como si una fuerza me oprimiera el estómago, evitando que pueda dar un paso más. ella se gira y me mira con preocupación.

—¿Qué pasa?

—El miedo ha vuelto a mí.

—El miedo es solo una condición con la que tenemos que vivir, pero no siempre tenemos que hacerle caso, yo prefiero no hacerlo, para que mentir.

—¿Y si no puedes no hacerle caso?

—Hugo, has estado toda tu vida jugando al hockey sobre hielo, no tienes miedo de volver a ello, sólo crees que vas a volver a caerte y eso no es verdad.

—¿No es lo mismo? —intento bromear.

—Claro que no, creo que estás siendo injusto contigo mismo. No te permites disfrutar de lo que siempre te ha hecho feliz por sentir que vas a caerte, pero ¿sabes qué? —No le respondo, pero la miro en señal de que siga hablando y contándome eso— Caerse es parte de la vida, no podemos evitarlo siempre y no por eso debemos de reprimir las ganas de ser felices.

—Yo soy feliz, ahora te tengo a ti, a mi hermana y a los otros dos zopencos.

Nina suelta una carcajada, provocando un cosquilleo en el estómago, espero que no sean las asquerosas mariposas que salen cuando te enamoras.

—¿Acabas de llamar a Brody y a Evan zopencos? —Asiento, sonriendo—. Como sea, el hockey ha sido siempre tu vida, Hugo, no puedes renunciar a él.

Me encojo de hombros.

—Lo hice hace tiempo.

—Y sin embargo estás aquí, conmigo ayudándote a vencer ese estúpido miedo que tienes.

—¿No decías que no era miedo?

—Hugo, no seas idiota, ¿quieres que te recuerden por ser el jugador de hockey qué acabó con su carrera profesional por una caída o quieres ser el que se recuperó a pesar de los baches qué la vida le puso en el camino?

Sé la respuesta como si me la hubiera aprendido de memoria. El hockey sobre hielo había sido mi vida antes, incluso cuando era un crío ya sabía que quería dedicarme a eso y ahora estoy amargado, arrepintiéndome de cada una de las decisiones que he tomado después del accidente. Definitivamente no quiero que lo primero que salga al buscar mi nombre sea el accidente, soy mucho más que eso. Por eso asiento con la cabeza, ella sonríe, sabiendo lo que quiero decir y empezamos a movernos por toda la pista, para practicar lo que hicimos ayer. Al cabo de unos diez minutos ya no siento su mano sobre la mía, ni siquiera la huelo junto a mí y ni si quiera me importa. no me molesta en absoluto, porque me siento libre, una libertad extraña que había tiempo que no sentía y ahora sólo quiero llorar por haber recuperado esa fuerza.

Doy varias vueltas a la pista, con Nina sonriendo de orgullo hasta que acabo y me acerco a ella, le doy un abrazo sin parar, provocando que casi caiga al suelo, gracias a mi fuerza la he podido retener entre mis brazos. Nos separamos del abrazo y antes de quitar mis manos de ella, las coloco en los mofletes y la beso con efusividad, arrancándole una carcajada.

—¿Y eso?

—Por creer en mí, mocosa.

—Todavía te queda practicar un poco, no tienes esa seguridad que solías tener, pero joder, es un gran paso.

Al Jodido Fin Del Mundo {BORRADOR}Donde viven las historias. Descúbrelo ahora