•CAPITULO 3 •

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El amanecer apenas comenzaba a iluminar los cielos grisáceos de París cuando los gritos atronadores de Luncien Marceau resonaron por los pasillos de la imponente mansión. "¡Arriba, malditos holgazanes! ¡Es hora de entrenar!"

Marc, de 33 años, Alain de 29, Julien de 27 y Antoine de 25, los cuatro hermanos Marceau, se levantaron de un salto de sus camas, con el corazón latiéndoles a mil por hora. Sabían que no debían hacer esperar a su padre, a menos que quisieran sufrir las terribles consecuencias.

Desde que tenían uso de razón, su infancia había sido robada por el implacable régimen de entrenamiento impuesto por Luncien. Nunca hubo tiempo para juegos infantiles o momentos de despreocupación. Cada segundo de sus vidas estaba dedicado a convertirlos en la próxima generación de líderes del vasto imperio criminal de los Marceau.

Luncien raramente estaba presente, siempre ocupado con los negocios de la familia, dejando su formación en manos de instructores brutales que no conocían la misericordia. Eran empujados más allá de sus límites, tanto física como mentalmente, día tras día, sin descanso.

A la tierna edad de seis años, su adiestramiento había comenzado sin piedad. Eran la próxima generación destinada a dirigir el vasto imperio criminal de los Marceau, y Luncien se aseguraría de que estuvieran más que preparados, aunque eso significara sacrificar por completo su niñez.

Los cuatro hermanos se vistieron a toda prisa con sus ropas de entrenamiento y se reunieron en el patio trasero de la mansión. Luncien y su esposa Monique, una mujer de mirada gélida, los esperaban con expresiones impasibles. Eran poco más que figuras distantes en sus vidas, proveedores de un linaje criminal en lugar de padres amorosos.

"Hoy comenzaremos con una prueba de resistencia física," anunció Luncien, caminando de un lado a otro frente a ellos. "Correrán veinte kilómetros alrededor del perímetro de la propiedad, y el último en terminar recibirá un castigo ejemplar."

Los hermanos tragaron saliva, sabiendo muy bien lo que eso significaba. Los castigos de Luncien eran legendarios por su crueldad, y habían sido víctimas de ellos en innumerables ocasiones.

"¡En sus marcas, listos, fuera!" rugió Luncien, y los cuatro hermanos salieron disparados, sus piernas moviéndose a toda velocidad.

Así comenzaba cada día en la vida de los Marceau, con pruebas físicas y mentales diseñadas para empujarlos hasta el límite y más allá. A medida que crecían, su entrenamiento se volvía más especializado, preparándolos para los diversos roles que desempeñarían en el negocio familiar.

Marc, el mayor, destacaba en la planificación y estrategia. Podía orquestar operaciones complejas con una precisión milimétrica, anticipando cada movimiento del enemigo. A los quince años, ya había diseñado planes de robo que dejaban boquiabiertos incluso a los más experimentados miembros de la mafia.

Alain, el segundo hijo, era un genio en el manejo de armas. A la edad de doce años, ya podía desarmar y volver a armar un rifle de francotirador con los ojos vendados. Su puntería era impecable, y Luncien se enorgullecía de tener un francotirador tan talentoso en la familia.

Julien, el tercero, era un maestro del disfraz y la distracción. Podía adoptar cualquier identidad, desde un ejecutivo de negocios hasta un mendigo callejero, y pasar desapercibido en las situaciones más comprometidas. A los catorce años, ya había participado en operaciones encubiertas que habrían dejado perplejos a los mejores espías.

Antoine, el más joven, tenía un don innato para los vehículos. Podía conducir cualquier automóvil, camión o motocicleta con una destreza sobrehumana. A los dieciséis años, ya había participado en persecuciones de alta velocidad que habrían dejado en ridículo a los mejores pilotos de carreras.

Peligrosa Atracción ( Carlos Sainz • Male Oc ) Donde viven las historias. Descúbrelo ahora