•CAPITULO 1•

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Marc Marceau descansaba plácidamente en su lujoso ático del centro de París después de una larga jornada planificando los nuevos movimientos de La Phalange. A su lado, una belleza rubia de piernas interminables y rasgos casi esculturales se removía con sensualidad entre las sábanas de seda.

Un leve ronquido escapó de los labios de Adriana, la última adquisición de Marc procedente de una de las principales redes de trata de blancas que controlaba el clan mafioso en el este de Europa. No era más que un capricho, uno más que pronto se cansaría de disfrutar, como tantos otros antes que ella.

De repente, el chillido de su teléfono encriptado para comunicaciones seguras le sacó de su ensoñación. Marc frunció el ceño al ver quién le llamaba a esas horas intempestivas. Solo podía tratarse de un asunto urgente vinculado al negocio familiar.

-¿Qué sucede,tom? -Preguntó con su habitual tono gélido al descolgar-. Más te vale que sea importante o tendrás que buscarte nuevos socios inversores...

Mientras Marc discutía con su hermano pequeño sobre los últimos detalles de una operación de blanqueo de capitales, Alain Marceau disfrutaba de un rato de relax en la enorme bañera de hidromasaje de su lujoso apartamento en Le Marais, el barrio más caro y exclusivo de la capital.

Una humeante nube de vapor y aromas afrutados llenaba la amplia estancia de baño. En el interior de la bañera, Alain reposaba con sendas piernas esbeltas y firmes enroscadas en torno a su cuerpo musculoso.

Éstas pertenecían a Ágatha, una exuberante española de origen gitano que primero fue amante y poco después esclava sexual de Alain. Todavía conservaba algunos moratones de sus últimas sesiones de "entrenamiento" con el despiadado pero apasionado criminal.

Alain deslizó suavemente la mano por uno de los muslos femeninos, recreándose en las formas curvilíneas y la sedosa tersura de la piel. Una sonrisa cruel se formó en sus labios al escuchar los leves quejidos de dolor cuando presionó con sus dedos sobre los cardenales.

Justo entonces, su teléfono comenzó a vibrar sobre la mesa auxiliar. Resoplando con hastío, Alain salió de un respingo y alcanzó a tomar la llamada.

-¿Qué quieres, Marc? -Espetó sin contemplaciones hacia su hermano mayor- Más te vale que sea bueno o te juro que te meto un tiro entre...

En otro punto no muy alejado de París, el apartamento en las típicas y bucólicas calles de Montmartre permanecía en un íntimo y gozoso silencio únicamente roto por los leves gemidos y jadeos entremezclados de Julien y su amante.

El menor de los Marceau yacía desnudo y empapado en sudor sobre la enorme cama de dosel, con las sábanas hechas un revoltijo en torno a sus piernas entrelazadas con las de Diana.

Diana era una misteriosa y exótica mujer de rasgos orientales que había aparecido casi por arte de magia en la vida de Julien hacía unos meses. Ambos conectaron de forma fulgurante en la cama, entregándose a unas sesiones de auténtico frenesí sexual pocas veces vistas.

Todavía jadeantes después de su última espiral de pasión, Julien acarició la silueta menuda y fibrosa de Diana perlada en sudor. Justo en ese instante, el insistente tono de su dispositivo encriptado para llamadas seguras rasgó el aire.

Chasqueando la lengua con fastidio, Julien se revolvió para alcanzar el teléfono. Su expresión cambió a una mueca de disgusto al ver quién estaba al otro lado de la línea.

-¿Qué coño quieres ahora, Alain? -Espetó de malos modos- ¿No ves que estoy un poco ocupado follándome a mi nueva adquisición?​​​​​​​​​​​​​​​​

Las conversaciones entre los hermanos Marceau se vieron bruscamente interrumpidas cuando sus dispositivos encriptados emitieron una señal de emergencia codificada. Solo algo realmente grave podía justificar semejante aviso de máxima prioridad.

Peligrosa Atracción ( Carlos Sainz • Male Oc ) Donde viven las historias. Descúbrelo ahora