•CAPITULO 7•

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El quirófano se había convertido en una auténtica batalla campal contra el tiempo y la muerte misma. Las máquinas que monitorizaban las constantes vitales de Alain emitían pitidos erráticos, señal de que su pulso y respiración subían y bajaban de forma alarmante.

"Pulso 170 latidos por minuto. Presión arterial 70 sobre 40" -la voz monocorde de Arina retransmitía los datos clínicos con frialdad robótica, aunque un leve matiz de urgencia comenzaba a colarse en su tono.

Alain se revolvía en la camilla, con el rostro bañado en sudor frío. De sus ojos azules manaban lágrimas de dolor y angustia que se deslizaban hasta perderse en su cabello empapado.

-¡Dile que se detenga, me está doliendo! -suplicó con voz desgarrada, apretando la mano de Marc con tanta fuerza que los nudillos de ambos se volvieron blancos.

El doctor ni siquiera levantó la mirada del enorme corte sangrante en el muslo. Con gesto de máxima concentración, meneó la cabeza mientras hurgaba con las pinzas entre los jirones de carne desgarrada.

-Si no se queda quieto, puede que corte algún nervio por error y será peor -advirtió con tono tenso, casi cruel en su sencillez.

Marc, con los ojos anegados en lágrimas, se inclinó sobre el rostro de su hermano menor y lo sujetó con ambas manos en una caricia desesperada.

-Alain, necesito que te quedes quieto, por favor -imploró en un angustioso susurro-. Sé fuerte, como siempre lo has sido. Hazlo por mí, por la familia...

El francés emitió un nuevo aullido de dolor, aunque en esta ocasión su garganta estaba tan contraída por el sufrimiento que apenas si fue un leve quejido. Tras los lentes de realidad aumentada, sus ojos se movían de forma errática, signo de que su consciencia comenzaba a abandonarle.

Carlos, impotente ante la escena, se acercó también al borde de la camilla y tomó la otra mano de Alain con delicadeza. Depositó un breve beso en sus nudillos antes de estrecharlo contra su pecho.

-Resiste, por mí -murmuró con voz quebrada, ocultando su rostro en la ensangrentada cabellera de Alain.

Por un instante, el corazón del francés pareció detenerse, sumiendo a todos en un estado de terrible ansiedad. El pitido del monitor se volvió un agudo chillido continuo antes de reanudar su ciclo con un estruendoso doble tono. Alain abrió los ojos de par en par, con todas las pupilas dilatadas por el sufrimiento. Un terrible grito silencioso escapó de su garganta desgarrada.

"Paro cardiorrespiratorio inminente. Solicito refuerzos médicos de inmediato" -los tonos ligeramente alterados de Arina resonaron por toda la sala.

El doctor trabajaba a marchas forzadas, hundiendo las pinzas hasta el fondo para extraer los últimos restos del certero impacto de bala. Carlos acunaba contra su pecho el cuerpo maltrecho de su amado, que se agitaba con leves espasmos.

-Último trozo -anunció el médico con un leve jadeo, concentrado al máximo.

Alain asintió levemente y entreabrió los ojos, lanzándole una mirada turbia. Sus manos se crisparon en torno a las de Marc y Carlos con una fuerza sobrehumana.

El mundo pareció detenerse cuando el cirujano realizó el movimiento definitivo y los restos del proyectil salieron despedidos en una lluvia de sangre y tejidos. El grito que escapó de las cuerdas vocales de Alain fue un auténtico huracán, capaz de estremecer los cimientos de la mansión. Manó de su boca semiabierta junto con una bocanada de saliva y sangre que salpicó por todas partes.

Carlos lo sostuvo con dulzura, acunándolo contra su cuerpo y depositando un millar de besos entre sus lágrimas y espasmos.

-Ya casi... ya casi ha acabado -susurró con voz entrecortada, incapaz de contener su propio llanto.

Peligrosa Atracción ( Carlos Sainz • Male Oc ) Donde viven las historias. Descúbrelo ahora