•CAPITULO 20•

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La tensión en la casa de los Marceau era palpable. Lo que una vez fue un hogar lleno de risas y amor ahora parecía estar envuelto en una nube oscura de frustración y malentendidos. Alain y Carlos, la pareja que todos admiraban por su devoción mutua, se encontraban atrapados en un ciclo interminable de discusiones y reproches.

Nadie, ni siquiera ellos mismos, podía señalar exactamente cuándo o cómo había comenzado esta espiral descendente. Tal vez fue el estrés acumulado del trabajo de Alain, las largas horas que pasaba fuera de casa trabajando en casos cada vez más peligrosos y complejos. O quizás fue la creciente presión que Carlos sentía en el cuartel, donde los ejercicios se habían intensificado en las últimas semanas, dejándolo agotado física y emocionalmente.

Fuera cual fuera la razón, el resultado era el mismo: dos hombres que se amaban profundamente, pero que parecían haber olvidado cómo comunicarse sin herir al otro.

Esa noche, la tensión finalmente alcanzó su punto de ebullición. Lo que comenzó como una discusión trivial sobre quién había olvidado sacar la basura rápidamente se convirtió en un intercambio acalorado de acusaciones y reproches.

"¡Siempre es lo mismo contigo, Alain!" gritó Carlos, su rostro enrojecido por la ira. "¡Nunca estás aquí cuando te necesito!"

"¿Yo nunca estoy aquí?" respondió Alain, su voz elevándose para igualar la de Carlos. "¿Y qué hay de ti? ¡Pasas más tiempo en el cuartel que en casa!"

Las palabras volaban como dardos envenenados, cada una encontrando su marca y dejando heridas que tardarían en sanar. Los otros miembros de la familia, alarmados por los gritos, se habían reunido en el pasillo fuera de la habitación de la pareja, intercambiando miradas de preocupación.

Fue entonces cuando Carlos, en un momento de frustración ciega, dijo las palabras que cambiarían todo:

"¡Tal vez deberíamos terminar con esto de una vez por todas!"

El silencio que siguió fue ensordecedor. Alain se quedó paralizado, su rostro una máscara de dolor y shock. Carlos, dándose cuenta demasiado tarde del peso de sus palabras, intentó retractarse, pero el daño ya estaba hecho.

Sin decir una palabra más, Alain tomó su chaqueta y salió de la habitación, pasando junto a su familia reunida sin siquiera mirarlos. El sonido de la puerta principal cerrándose de golpe resonó en toda la casa, dejando a todos en un estado de conmoción.

Carlos se desplomó en la cama, con la cabeza entre las manos. "¿Qué he hecho?" murmuró, su voz quebrada por el remordimiento.

Marc fue el primero en entrar en la habitación, sentándose junto a su hermano y poniendo una mano reconfortante en su hombro. "Dale tiempo, Carlos. Ambos necesitan calmarse."

Pero el tiempo no parecía ser la solución. Los días que siguieron fueron un ejercicio de evitación mutua. Alain se sumergió en su trabajo, llegando temprano a la oficina y regresando tarde en la noche. Carlos, por su parte, pasaba cada momento libre en el cuartel, sometiéndose a entrenamientos extenuantes como si pudiera borrar el dolor de su corazón a través del agotamiento físico.

La familia observaba impotente cómo los dos hombres que tanto amaban se distanciaban cada vez más. Intentaron intervenir, ofrecer consejos o simplemente estar ahí para escuchar, pero tanto Alain como Carlos se habían encerrado en sí mismos, rechazando cualquier intento de ayuda.

Una semana después de la gran pelea, Alain llegó a casa cerca de las 10 de la noche. La casa estaba en silencio, la mayoría de la familia ya se había retirado a sus habitaciones. Subió las escaleras con pasos pesados, su cuerpo y su mente agotados por otro día de trabajo interminable.

Peligrosa Atracción ( Carlos Sainz • Male Oc ) Donde viven las historias. Descúbrelo ahora