Me despierto temprano, volteo a ver a mi novio y él ronca con la boca abierta, la baba le mancha la barba que mantiene corta pero que me molesta, me gustaba más cuando no la tenía y su rostro era suave.
Voy a la cocina, para hacerme una taza de café mientras todos duermen, me cuesta volver a dormir y con sus ronquidos no creo que pueda. Miro por la ventana la oscuridad que todavía reina en el exterior, basta y espesa, tanto que el poco alumbrado público ilumina débilmente la acera, así me siento yo, como ese débil foquito tratando de mantenerme cuerda con Avery cerca. Ella es como la inmensidad de esa oscuridad espesa, que todo lo rodea y atrapa, amenaza con consumirme, y como en el pasado me siento tentada a rendirme ante ella. El foquito que estoy mirando afuera, titila y se quema, la oscuridad cubre con su manto el retazo de luz ahora ausente.
—¿Pensativa?
—Sí, algo así ¿Café?
—Por favor —dice tapándose el bostezo con la mano y restregandose los ojos.
Se estira y sacude, entonces el moño de su cabello cae y le queda el cabello castaño lacio, brillando bajo la luz de la cocina suelto, que se acomoda a un costado, mirándome directamente mientras lo hace.
—¿Mi hermano no te deja dormir? —sonrío—. Siempre ha roncado muy fuerte, por eso cuando te quedabas dormías en mi habitación —por eso, porque me gusta tenerte cerca y porque tus padres no iban a dejar a un chico y una chica dormir solo, como si dos chicas no pudieran hacer lo que ellos pensaban que haríamos.
—Algo así.
—¿Quieres que compartamos la habitación como cuando eramos chicas? Tiene una sola cama y es de dos plazas, pero nos arreglaremos.
Me sonríe con cierta malicia. Avery es la oscuridad de afuera aquí adentro, y me está consumiendo.
—Una vez que me despierto me cuesta dormirme, pero te agradezco la oferta. Aparte no somos niñas, y ocupamos más lugar.
—Ya no ocupo tanto —se señala a si misma, y sí, está mucho más delgada—. Supongo que la depresión, la angustia y la separación, hicieron lo suyo —me quedo callada.
Le extiendo la taza y me quedo afirmada en la mesa que da a mi espalda, tratando de poner una distancia entre ambas y dándole la espalda tratando de respirar. Pero es algo que se me hace imposible, cuándo siento su cuerpo afirmarse contra el mío a mi espalda, me quedo tensa.—Ya no guardan aquí arriba el azúcar ¿Sabes a dónde está? —su rostro está muy cerca del mío cuando volteó a verla, suspiro y apartándome un poco del contacto de su cuerpo, saco el tarro y se lo doy en la mano—. Gracias.
—¿Te quedarás aquí estas semanas?
—Sí, a menos que mi madre me termine de volver loca en una semana y vaya a la cabaña de Stella.
—¿Sigues en contacto con ella?
—Hablamos cada semana, le llamo o me llama.
Stella era nuestra profesora favorita de literatura, que nos dio el amor por los libros, mucho más a Avery que terminó estudiando la carrera y siendo escritora. Muchas veces me decía que ella la entendía mucho mejor que su propia madre y en la juventud pasaba mucho tiempo en su casa.
—Bueno, te agradezco el café. Me voy a ir a ver el auto, que no pudieron hacerlo arrancar ayer —lava la taza.
—Dijiste que no recordabas cómo hacerlo.
—Quizás mentí un poco —me regala su sonrisa.
Se marcha y yo me quedo viendo como camina hacía su habitacion, con ese pijama holgado subiendo sus brazos y el cabello castaño suelto. Avery Sinclaire no tiene nada de especial, ella en si misma es alguien particularmente especial.
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Quiero robarme a la novia
RomanceElla era mi crush, volvió al pueblo y yo voy a casarme con su gemelo. Avery y Yavery Sinclaire son los gemelos del pueblo, él era el popular en busca de aprobación y ella era la rara apática que no le interesaba la aprobación de nadie. Ella ha...