009 || Un destello inexplicable

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9 • Pequeño Colibrí.

—¿Ya te sientes mejor, Cruz? —Cuestionó primeramente el hombre de traje, observando cómo el rubio caminaba hacia él con la cabeza en alto.

—No, señor. —Contestó Jonathan. No sentía vergüenza ni en lo más mínimo por lo que había presenciado su superior.

—Bien. —Su jefe asintió, realmente le importaba un carajo. Sonrió sin sentir gracia de verdad y luego se agachó ante el recién llegado, advirtiéndole que:— Hablaremos en la estación sobre tu arrebato, pero mientras tanto quiero que te pongas al tanto con los testigos. ¡Sígueme! No te vayas a sorprender con lo que verás.

El rubio acata la orden y camina junto a su jefe, finalmente adentrándose en el evento.

Su primera impresión sobre el lugar era con respecto a su enormidad, realmente todo se veía como un coliseo romano desde abajo.

Ahí mismo, donde se logró acumular una gran cantidad de espectadores y fanáticos de Broken Angels.

Sus verdosos ojos de pronto fueron a parar hacia algo que había pisado, algo que crujió bajo sus pesadas botas: Unas llamativas gafas de montura plateada y vidrios rosados.

Aquello le extrañó un poco, pero no tanto como volver su mirada hacia más objetos que yacían a su alrededor: Aretes, bolsos de mano, labiales, zapatos, franelas y piezas de tela completamente destrozadas, diademas y muchísimas cosas más.

—La gente empezó a llamarlo "Histeria Rosa". ¿Cuán ridículo te suena eso, eh? —Comentó el jefe— Si bien cualquier idiota preferiría huir de un disparo y no recoger un par de accesorios del suelo... ¡Bueno! Además de ser una decisión sensata, eso se conoce como instinto de supervivencia.

Ante las miradas estupefactas e incrédulas de varios oficiales, realmente un mar de objetos se hallaban abandonadas a raíz del atentado.

Jonathan se forzó a reprimir sus expresiones faciales. Aún había algo que no le cuadraba y que no podía descifrar a simple vista.

«¿Por qué rosa?»

Jonathan no pudo evitar preguntarse si algo de eso resultaría tener alguna relevancia en el caso. Sus compañeros y cualquier otro diría que no y descartaría de inmediato semejante estupidez, pero últimamente el mundo estaba repleto de locos.

¿A qué clase de maníaco se le ocurriría tirar del gatillo en medio de un maldito concierto?

¿Cómo siquiera se había escapado?

¿Cuánto tiempo llevaba planeándolo?

Jonathan desvió su atención rápidamente hacia las personas del área criminalístico, mismos quienes aún estaban examinando el escenario y recolectando cualquier rastro de evidencia.

Tragó saliva una, dos y tres veces hasta lograr apartar la mirada. Aún cuando la curiosidad le estaba carcomiendo por dentro, él no se sentía preparado para pararse ahí y vislumbrar el charco de sangre seca que habría dejado Parrish.

—¡Hey, Cruz! —Volvió a llamarle su jefe, por lo que el nombrado tuvo que empezar a trotar para así alcanzarle— No te distraigas. Esto no es lo más loco que verás o escucharás hoy.

Al soltar aquella combinación de palabras, simplemente su jefe no tenía idea de cuán imbécil se veía diciendo eso para su subordinado.

«Parrish caminó enfrente de mí con un hueco en el tórax», recordó Jonathan.

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