031 || El poder de Beck, (2/2)

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31 • Pequeño Colibrí.

Arribista, egoísta, impaciente.

Cattleya era todo esto, pero también una pequeña tirana de rostro angelical y gestos delicados: Con dos simples y suaves movimientos de su mano, apartó a Andrew del portal e hizo que Beck saliera disparado a través de esta misma.

Ya solo unos segundos después de haber presenciado esto, Andrew se quedó pasmado y boquiabierto desde el piso.

—¿Tú lo escuchaste, cierto? —Inquirió Cattleya, mirando hacia esos ojos de cachorro maltratado— ¿Tú también escuchaste lo que le dijo al Amo Lang, o no?

Andrew tragó saliva.

—¿Acaso..? ¿Acaso lo mataste?

—Le dijo Pao Pai, Andrew. —Se reveló a sí misma y al nombrado por igual— ¡Y por supuesto que no, tonto! Solo un retardado trataría de matar a un descendiente directo de Parrish.

—¿Un descendiente de quién? —El cenizo abrió los párpados y alzó las cejas hasta que le dolieron.

—Son vengativos y bastante destructivos,  ¿sabes? —Empezó a explicar ella de pronto— No quisiera ganarme su enemistad, pero era realmente difícil no reaccionar con un maldito cuchillo en la garganta.

—¿Qué hiciste con él? —Exigió saber el muchacho.

Cattleya podía ver la angustia apoderándose de su semblante.

—¿Acaso crees que soy mala por haberlo tirado lejos del edificio?

—¿Lo tiraste..? ¿Qué? —Exclamó el cenizo— ¡Hay unos malditos búhos de mil metros allá afuera!

—¡Créeme! —Bufó ella, dando un par de pasos hacia Parrish— Eso no es nada para los de su estirpe.

• • •

Beck gritaba mientras caía desde el cielo, perdiendo el bisturí durante el descenso y su apacibilidad una vez que se vio burlado por una brujita tan diminuta.

Sus ojos brillaron en un fortísimo y delirante color azul, igualando un par de zafiros, mientras que las venas empezaban a marcársele a lo largo del cuello. Sin importar adónde mirara, Beck no tenía manera de adivinar en cuál de todos los edificios estaría su amigo junto con esa fémina del terror.

Quizás debía preocuparse más por aterrizar en una sola pieza, pensó de golpe. Sus uñas se alargaron en un tono amarillento, tal como las de un animal salvaje y mugriento, ciertamente le desagradaba la idea de tener que usar sus habilidades.

No obstante a eso, Beck inhaló con profundidad, cerrando los ojos en busca de cierto estado de meditación y una vez que el aire volvió a salir... No solo su respiración se vio convertida en un cúmulo de humo opaco, sino que poco a poco el aire empezó a envolverlo, alentando su caída y dejándolo delicadamente sobre el asfalto.

Pao Pai. —Fue lo primero que dijo al recuperar el aliento.

Su nariz sangraba debido al esfuerzo, y se mantuvo de rodillas por un momento, viendo casi con horror que realmente había sido apartado del lado de...

—¡Papá!

Su grito hizo eco a lo largo de toda Nueva Orleans, elevando el polvo en la carretera y alertando a cada búho colosal y criatura que se encontrara volando por el cielo.

Aún desde la distancia, Tifón podía percibir la sangre que se escurría entre sus manos, tanto la del mismo Parrish como la de Beck; tan similares, tan aguardentosas y llamativas, innegablemente khinovana.

¿Tifón? —Zarina también había escuchado el grito de Beck, pero lo que más le preocupaba era que Tifón no quisiese obedecerle mientras ella era su jinete.

De un momento a otro, Tifón hizo girar su cuerpo bruscamente en medio del cielo, tirando con sus filosas garras a la ruvana desde su asiento y queriendo quitarle con el pico las perlas de Parrish.

Zarina, por su lado, trató de evitarlo y no permitir que la impresión le nublara la mente en un momento tan crítico. Más reacia que la noche que había decidido ir a por sus hermanos al Mundo Humano, Zarina simplemente se rehusaba a soltar el artilugio más importante de la historia de su pueblo.

¡Pao Pai! —Tan pronto como se puso en pie, Beck fue visto por Tifón (y viceversa) mientras el plumífero pasaba por sobre los tejados.

¿Pao Pai? —Repitió Zarina; mirando todo de cabeza entre las garras de Tifón, mirando a Beck, tratando de conservar las perlas.

Beck salió corriendo solo de ver a Tifón. Sin embargo, este no fue el único en encontrarlo, ya que desde el otro extremo de la avenida estaba Fulú, observando pacientemente sobre la azotea de un hospital.

El rubio se paralizó ante aquello, quedándose pasmado entre el búho albino (con una aparente presa entre sus garras) y otro de plumaje pardo con ojos hambrientos.

¿Quién es ese mocoso, Tifón? —Zarina continuó peleándose con el plumífero.

Fulú no sabía si su contrario había visto al pequeño humano, pero lo que sí era seguro es que él mismo no sabía lo que el otro ya sabía: Un descendiente directo del humano más poderoso de la historia.

¿Tifón? —Repitió Beck, recordando que Parrish había pronunciado ese nombre varias veces mientras deliraba— No puede ser, no puede ser, no puede ser. —Con el corazón desbocado, Beck ahora prefería correr y acercarse al búho albino, ese mismo que decidió soltar a Zarina e ir por el pequeño humano.

Solo hubo un gravísimo fallo en todo esto... Cattleya se arriesgó demasiado en enviar a Beck ahí, porque además de Tifón y Fulú, Zarina le apuntó con su arma mientras caía de espaldas hacia la carretera. Furiosa incluso, la ruvana creía que los habilidades del rubio consistían en el control mental, y evidentemente, esta era la única manera que tenía para explicarse el comportamiento de Tifón.

Zarina estaba horrorizada.

Más ipso-facto que repentino, la ruvana ejecutó lo que tanto había estado tratando de evitar: No solo dejó que la ira se apoderara de sus sentidos, sino que finalmente dejó salir sus alas con un violento aleteo, hiriéndose a sí mismo con el tamaño y su propio peso.

El aire se cortó en menos de un segundo y Tifón trató de aferrarse al concreto con sus garras, pero Zarina era más rápida, más letal y despiadada. Su espalda sangraba otra vez debido a la monstruosa forma de sus alas, desgarrando su piel cada vez que las utilizaba y aún amenazando a Beck con su Primera Muerte.

¡Parrish mire'o Sao Sen!

Azul. Después de aquella revelación, todo se volvió de color azul y la ruvana salió despedida por el cielo a causa de una impresionante ventisca.

NOTA • En Khínova, el título de «Sao Sao» es para los hijos varones de un guerrero reconocido, mientras que «Sei Sei» era para las hijas de este mismo. Por otro lado, «Pao Pai» es utilizado solo por los hijos y hijas legítimas del susodicho; en todo caso, los hij@s adoptiv@s pueden llamarle «Pao» o simplemente volverse sus seguidores.

Little HummingbirdDonde viven las historias. Descúbrelo ahora