Parte 7

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AUTOR.

—¿Sola? —inquirió detallándole el cuerpo mientras se deshacía de la chaqueta. La mujer tenía lo suyo, aquel cuerpo era como el de una diosa, cada detalle estaba muy bien puesto. No sabría si habían pasado algunos bisturí, pero de que lo tenía lindo, lo tenía lindo. Sin despegar la mirada de ella llevó la copa a su boca.

—Si, sola —dijo mientras se sentaba y agarraba el cóctel. Olivia observó los labios de Milo, los cuales se habían humedecido con la bebida. Debía reconocer que la mocosa tenía buen gusto, que aquel hombre era muy atractivo, incluso tenía buenos músculos, unos grandes brazos que la podían elevar como si fuera una hoja.

Observándole se le hizo agua la boca y otras partes de su cuerpo. Pero también notaba que no era mejor que su príncipe, a su niño nadie le ganaba, si hubiera tenido unos años menos, sin dudarlo se habría arriesgado a tener algo serio con él, sin embargo, no podía terminar de criar a Ignacio. Ya era treinta y ocho años los que tenía, aunque no se le notaba en su rostro menos en su cuerpo. Cualquiera que la viera podría decir que era no más de veintiocho años los que tenía, pero en realidad tenía diez más.

Conoció a Ignacio hace nueve años, cuando tenía veintinueve y él diecinueve, desde entonces formaron un lazo muy fuerte. Más de una vez le salvó la vida y ella a él. Por él haría todo, incluso quitar a sus enemigos del camino, Ignacio era todo para ella, absolutamente todo, y ella para él también.

—¿Me quieres acompañar? —preguntó con coquetería— ¿O esperas a alguien?

—A nadie —dijo mientras se levantaba, arrastró el taburete para quedar más cerca de ella —Estoy solo —expuso con media sonrisa. 

Ella no podía rechazar la cercanía por obvias razones. La más importante era que ayudaría a Ignacio a descubrir que se traía ese hombre. Si por ella fuera lo habría asesinado esa misma noche ya fuera envenenado o baleado, pero su príncipe quería descubrir quién era y que había detrás de todo. 

Tal vez si Milo no fuera alguien experimentado en infiltrarse, sobre todo, si no supiera quién era esa mujer y cuáles eran las intenciones que la acercaron a él, podría engañarlo.

Tras tomar algunas copas las manos de ambos empezaron a ir más allá de lo debido, es que ambos tenían un trabajo que realizar, solo que Olivia no lo sabía. 

Ella no sabía las intenciones que tenía Maikop Sansón, pues ese era su verdadero nombre, y nadie lo sabía, más que sus padres y quienes lo vieron crecer y sus compañeros de trabajo.

Olivia estaba convencida que en menos de lo que cantara un gallo, aquel apuesto caballero le soltaría la sopa. Pero durante todas las horas que compartieron no logró sacarle nada. Tampoco quiso seguir cuestionando, no quería dar a notar sus verdaderas intenciones. Sabía cómo trabajar, llevaba años realizando ese tipo de trabajo, sabía que nunca se conseguía la información desde el primer día, más si detrás de esa persona había algo oculto. Para sacarle cualquier información a Milo Davis, que era como ella lo conocía, debía llevar las cosas con calma, sobre todo a la fase que fuera necesaria. Y así, terminaron encamándose la misma noche.

Tras retirar el condón, Milo se recostó y centró la mirada en el techo, a su mente llegaron los recuerdos de aquel año que compartió con ella. Su objetivo siempre fue usarla para sacarle la información necesaria, pero cuando descubrió que aquella jovencita estaba atrapada en las garras de ese mafioso solo pensó en escapar con ella, liberarla de aquella cárcel. Fue eso lo que llevó a sus jefes a darle una paliza hasta dejarlo inconsciente, solo así evitarían que cometiera esa locura. Nunca fue la intención de ellos enviarlo al coma, en el cual pasó más de un año. Una vez que abrió los ojos causó una alegría a quienes estuvieron detrás de su masacre, pero se vio obligado a permanecer alejado de todo hasta su recuperación, incluso tenía prohibido llamarla y hacerle saber que estaba vivo. Todo por la operación en la que trabajaba.

Ignacio BrownDonde viven las historias. Descúbrelo ahora