Parte 34

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—No soy doctor. Soy pasante —curvó las comisuras, seguido sacó un pañuelo húmedo y limpió las partes dónde Ana Paula lo tocó, era como si ella lo hubiera ensuciado. Tras limpiarse lanzó el pañuelo en el canasto de basura y dándole una mirada despreciable se marchó murmurando "Nos volveremos a ver", murmuración que Ana Paula no escuchó.

Ella se giró a verlo, pues la actitud de ese hombre le pareció extraña, no digna de alguien que estudiaba para ser doctor. Restándole importancia se dirigió al consultorio donde ya la esperaba su doctor.

Al salir del hospital solicitó a los guardaespaldas la lleven de compra. A pesar de que ya tenía muchas prendas, deseaba comprar más. Eran pocos los meses que faltaba para que su bebe naciera, y antes de que ese día llegara debía tener todo listo.

En casa la habitación del pequeño ya se encontraba lista, lo único que faltaba era un bebé en el centro de esa cuna. Ana Paula recorrió las tiendas y volvió a salir de ellas con las manos de los hombres que la acompañaban llena de bolsas.

Llegó a casa y las tiró sobre la cama, una a una las fue doblando, al momento que Ignacio ingresó sorpresivamente, ella se levantó.

—¡No mires! —era como si fuera el día de su boda, y estaba vestida de novia que no quería ser vista por el novio.

—Joder, era que me digas que volviste a salir de compras —Ignacio se giró, se quedó de espalda hasta que ella guardó las prendas.

Después de hacerlo, Ana Paula soltó una carcajada y se acercó a él, para seguido abrazarlo y besarlo.

Ignacio mi siquiera había ingresado a la habitación del bebé, aquella pasaba bajo llaves hasta el día que llegara su hijo o hija. La única que ingresaba era Ana Paula, para continuarla adornando con cualquier juguete que le gustara.

—Un poco más y me dañas la sorpresa —reprochó al momento que se dio la vuelta.

Llevándola abrazada desde atrás, caminaron hasta el balcón y ahí se sentaron.

—¿Qué tal el día? —lo miró a los ojos. No le sorprendía que le hiciera esa pregunta, pues todos los días al regresar él preguntaba cómo había ido el día.

Se notaba que no tenía conocimiento de que volvió a ver a Milo, y aunque los hombres que la acompañaban no se lo habían dicho, ella se lo diría.

—Cuando fue al hospital me encontré con Milo —Ignacio le permaneció la mirada—. Hablamos unos minutos... y ya.

Suspirando profundo Ignacio aclaró la garganta.

—¿Solo eso? ¿Hablaron? ¿Y que hablaron?

—Estaba herido, dijo que lo habían herido en una persecución. Preguntó cuántos meses tenía y...

—¿Y qué?

—Me citó para vernos —Ignacio giró el rostro hacia el hermoso paisaje. Enganchando los dedos en el mentón, ella se lo regresó—. Le dije que no, porque lo que debíamos hablar ya lo hablamos hace tiempo atrás, porque ahora tengo un maravilloso esposo al cual amo, el padre de mi hijo, y no pienso en nadie más que, solo en ellos dos. Le dije que continuará con su vida como yo lo estoy haciendo, y que sea muy feliz, cómo yo lo soy.

Las comisuras de Ignacio se curvaron formando una media sonrisa. Él ya sabía que se había visto con Milo, sus hombres le mantenían informado de todo, pero hizo de cuenta que no lo sabía, quería saber si ella estaba dispuesta a decírselo, sobre todo, si era capaz de contarle con lujo de detalle todo lo que habló con Milo. Y ahora que lo había hecho, no le quedaba duda, Ana Paula lo amaba, lo amaba tanto como la amaba él.

Ignacio BrownDonde viven las historias. Descúbrelo ahora