Era fin de semana, Ana Paula no sabía nada de Ignacio, la última vez que hablaron fue hace un mes. Revisaba su celular cada minuto por si algún mensaje había llegado y ella no lo había sentido. Suspiró cuando vio la bandeja de entrada vacía.
Habían pasado tres meses desde que había llegado a esa casa, y Ana Paula aún no conocía a la mujer con la que Ignacio tuvo un desliz, tampoco era que quería conocerla, si no que, pasaba pensando si era más bonita que ella para que en un dos por tres obtuviera el interés de su esposo.
Samir no había aparecido por la mansión Brown porque tanto Robert como Astrid le habían prohibido el ingreso a su casa. Aunque a Robert no le desagradaba la joven, lo primordial para él era la esposa de su hijo y el hijo que esperaba, ya que Ignacio le había pedido que cuidara de ellos.
Para Astrid fue un alivio que esa mujer ya no apareciera por su casa, ya que, no le agradaba en lo absoluto. Sabía que se había pasado de hipócrita al permitirle el ingreso, pero todo lo hacía por Liam, ya que, Samir era sobrina de la esposa de Liam. Está última tampoco era que le agradaba, pero hacia el esfuerzo de tolerarla.
Siempre notaba la mirada de desprecio de parte de esa mujer hacia ella. Para Astrid todo tenía que ver con que era idéntica a Aurora, y Camil debía creer que Liam sentía una atracción por Astrid al ser idéntica a la esposa muerta.
Por eso, cuando Astrid estaba cerca de Liam, ella jamás se le apartaba.
—Debes irte acostumbrando —dijo Alina al sentarse frente a ella—. Ignacio suele desaparecer por meses, con decirte que una vez no llamó ni escribió durante un año. Todos creíamos que le había pasado algo —hizo círculos sobre la tela del mueble—. Pero el canijo estaba muy bien, y ya entiendo porque —le sonrió y bajó la mirada al vientre de Ana Paula—. Y era porque estaba formando a su crio —Al ver a Ana Paula angustiada dijo—. Despreocúpate, que ese se sabe cuidar. Lleva muchos años en eso, y tiene la experiencia suficiente.
Solo Ana Paula sabía que Ignacio estaba peleando batalla tras batalla para acabar con todo el cártel Gonzáles, aquellos que después de la división lo catalogaron de traidor y desde entonces han querido acabar con su vida. Ana Paula forzó una sonrisa, se levantó y junto a Alina salieron al jardín donde ya se encontraban los demás.
Se sentaron en los asientos de cuero y continuaron hablando— ¿Y cuándo es su aniversario? —aquella pregunta tomó a Ana Paula por sorpresa. Ella no recordaba el día que se casó con Ignacio. En aquel tiempo estaba tan triste que, decidió olvidar ese día.
—¿Nuestro aniversario? —tocó su barriga y mordió el labio, se sintió una tonta por haber olvidado ese día.
Agradeció cuando Abi se sentó a su lado y empezó a tocarle la barriga que ya había crecido—. Ali—dijo la adolescente—. Ahí a fuera está el idiota de tu ex —Alina rodó los ojos y suspiró.
—Iré a ver qué quiere ese idiota —se levantó y se retiró.
Abi continuó tocando la barriga de Ana Paula— ¿Qué crees que sea? —Ana Paula se alzó de hombros.
—No sé, tal vez niña, tal vez niño.
—¿Y si es las dos cosas? —Ana Paula achicó los ojos— Nuestra familia es descendencia de gemelos y mellizos.
Ana Paula soltó una carcajada, ella creía que Abi se refería a que si salía con gustos torcidos.
—¿Por qué te ríes? —inquirió incrédula.
—Porque creía que te referías a otra cosa —apretó los labios y suspiró, miró el celular y nada.
—¿Mi hermano llamará hoy? —verla revisar el teléfono cada rato le hizo pensar que, su hermano había quedado de llamarle.
—No, pero como hace un mes que no me responde ni llama, pienso que hoy si lo hará.
—Es que pasa en el cuartel, ahí no les deja entrar teléfono. Apenas pueda te llama.
Ana Paula se quedó viendo a Abi y le sonrió inocentemente. Aquella joven no tenía ni idea del peligro que corría su hermano.
Cuando la familia de Liam llegó, Ana Paula no pudo evitar torcer la boca, y de ellos se percató Abi—. A nosotros tampoco nos agrada —dijo la adolescente—. Pero por el tío Liam debemos tolerarla —mientras hablaba no dejaba de contemplar a su tío—. Ella lo atrapó con un hijo, aprovechó los años de tristeza en los que mi tío se había sumergido después de la muerte de la tía Aurora.
—¿Y de que murió tu tía Aurora? —lo sabía, pero quería escuchar que versión tenía la joven.
—Una bala perdida la mató. Ese fue el día más triste para la familia, aunque era una niña, me dolió como a los demás, la lloré y sufrí su muerte como si fuera mi madre. Es que eran tan idénticas que, me parecía que era mamá que estaba ahí.
Ana Paula se entretuvo un rato hablando con Abi. Cuando la adolescente se fue, ella también se dirigió a la habitación, quería descansar, dormir y despertar con mensajes de Ignacio.
En cuanto Ignacio acababa de aterrizar en el aeropuerto, se había dado unas vacaciones de una semana, así sus enemigos se confiaban y podría atacarles desprevenidos cómo lo había hecho los tres meses que llevaba batallando. Solo en dos oportunidades se le había complicado las cosas, tanto así que perdió algunos hombres.
Óscar, que era el único que sabía de su llegada lo esperaba a las afueras del aeropuerto.
—¿Todo bien?
—Si señor, todo bien.
—¿Nadie sabe nada? —preguntó al ingresar al coche.
—Nadie señor. A la señorita Paula le va a dar una alegría verlo. Durante un mes entero a pasado revisando el teléfono.
Ignacio suspiró, dejó su espalda recostada en el espaldar del asiento y cerró los ojos. Durante todo el vuelo no pudo dormir, no veía la hora de llegar y estar junto a los suyos.
Cuando llegó, ingresó y pasó hasta el jardín. Al momento que todos lo vieron, corrieron a abrazarlo— ¿Dónde está mi esposa? —Ignacio miró por todo el lugar y no la vio.
—Está durmiendo.
Ignacio se dirigió a su habitación, abrió la puerta lentamente y la encontró dormida. Una lágrima le rodaba por el puente de la nariz. Al sentir ese exquisito aroma invadiendo sus pulmones, Ana Paula abrió los ojos. Cuando se encontró con el rostro de Ignacio los volvió a cerrar. Creía que todo era producto de su imaginación, o que estaba en un sueño.
Pero cuando aquellas manos tocaron su vientre los volvió abrir, y al verlo de nuevo arrugó el entre cejo.
—Ig, dime qué eres real y no un fantasma —tenía un mes que obtenía respuesta de él. Lo primero que se le pasó por la cabeza al verlo ahí, era que Ignacio había muerto y el alma estaba delante de ella.
Ignacio le agarró la mano para que tocara su piel—. Soy de carne y hueso, mi amor.
Ana Paula se levantó y se lanzó a él, lo apretó con tanta fuerza y lloró, lloró como una niña. Luego de abrazarlo y llorarlo le golpeó —¿¡Por qué no me dijiste que vendrías!? ¿¡por qué no me respondes las llamadas y mensajes!? —le dio más de un manotazo, y para finalizar lo besó.
—Es bueno hacerse extrañar —dijo después de soltarle los labios.
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Ignacio Brown
ActionEn un oscuro submundo de la mafia, Ana Paula, se ve atrapada en una situación peligrosa cuando su madre decide apostarla para salvar su vida. Contra su voluntad, Ana Paula es sacada de su país y criada por un mafioso, él cual se convierte en su esp...