Parte 30

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¿Egoísta?

¿Acaso velar por los suyos lo convertía en alguien así? Porque si era así, no le importaba ser un hombre egoísta y repudiable.

Llevaba años cuidando a su familia, tomando cuanta acción con la mejor preocupación, no podía poner en peligro el único lugar que le quedaba para reguardar a sus familiares, solo porque a su esposa se le había metido esa idea en la cabeza.

Aunque Ana Paula se pusiera de cabeza, aunque ella quisiera chantajearlo para que incluya a su madre en aquel vuelo, no cedería, nada lo haría cambiar de decisión. Así tuviera que llevarla en contra de su voluntad, no la dejaría. Esa mujer se había clavado en su pecho, tras de eso llevaba a su hija en el vientre.

¿Cómo iba a dejarla?

¿En qué cabeza se le ocurría que podía abandonarla si no cedía? Eso era algo que en su vida haría. Mientras ordenaba la maleta le envió un mensaje a Óscar para que estuviera pendiente de que su esposa no se escapara, llevaba unos segundos que no la escuchaba y dedujo que había salido de la habitación.

Ana Paula se encontraba encerrada en el despacho hablando con su madre.

—Quiero verte.

—No puedo, nos iremos está noche.

—¿A dónde?

—No lo sé, solo te digo que ya no podremos vernos.

—No puedes irte cariño. No puedes desaparecer nuevamente de mi vida. He pasado todos estos años sola.

—¡Fue todo gracias a lo que hiciste! —reprochó.

Del otro lado, el llanto incesante de Deriah se escuchaba, sabía que había cometido un error, que nunca fue una buena madre, siempre se prefirió antes que, a su propia hija, pero eso no quería decir que lo amara, claro que la amaba, a su manera, pero la amaba.

¿Cómo no iba a amarla si la parió? Ella la trajo al mundo creyendo que con un hijo Kemal Mancini se quedaría a su lado.

—¿Al menos podemos vernos para despedirnos?

—No, no podemos vernos —suspiró— Solo mantente con vida como lo has estado haciendo durante los últimos años. Esto muy pronto acabará, en cinco años, para mi cumpleaños número veinticinco volveré a nuestra casa, a esa, dónde vivimos tú y yo, espero puedas asistir —dicho eso cortó.

Aunque le dolía, aunque sentía desgarrada su alma. Ana Paula sabía que Ignacio tenía razón. Su madre no era de fiar, si la cedió a ella a cambio de su vida, ¿Qué no iba hacerlo con la familia de Ignacio si estos eran menos importantes que ella?

Y no le parecía justo que, después de tanto tiempo que él llevaba protegiéndolos de un momento a otro terminará perdiéndolos a todos.

Se quedó un rato sentada en aquel lugar, pensando en cada una de las acciones de su madre, y lo que ella había hecho era imperdonable. Definitivamente ella no podría elegir entre su madre e Ignacio, porque este último había dado todo por ella, y su madre no.

¿Qué habría sido de ella si Ignacio no la rescataba?

¿Dónde estaría en esos momentos? Ella no podía ser mal agradecida con él, cuando él no se merecía eso.

Salió del despacho y subió a la habitación, encontró a Ignacio hablando por teléfono, al momento que este se giró notó la angustia en el rostro —¿Qué sucede?

—Airton y sus hombres salieron hace dos días de florida y acaban de salir de París con destino a Marrueco, los mismos días que tú madre tiene aquí —Ana Paula pasó gruesa saliva— ¿Aún tienes dudas que tu madre está aliada con ellos? —ella negó y se abrazó a él.

Ignacio BrownDonde viven las historias. Descúbrelo ahora