Parte 27

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¿Cómo una persona podía cambiar el estado de ánimo en un solo segundo?

Se preguntaban los dos.

Ana Paula pasó tres meses añorando poder verlo, sentirlo, olerlo, acariciarlo, abrazarlo, besarlo y hundirse en su pecho mientras aquellos brazos fuertes la estrujaban con delicadeza. Ella deliraba mientras se abrazaba a él. Y él se llenaba de energía mientras ella le respiraba muy cerca del cuello.

Ella levantó el rostro y él lo bajó, una conexión de miradas hizo revoletear la guata de ambos, volvieron a unirse en un beso apasionado y ardiente que al terminarlo querían más y no dejaron de besarse hasta que quedaron zaceados.

Ana Paula no podía dejar de expresar lo feliz que se sentía de que él estuviera ahí. Nunca lo había extrañado tanto como lo extrañó esos tres meses, eternos tres meses que con solo un segundo de la presencia de él se habían borrado.

Ahora que lo tenía ahí no lo dejaría ir, así tuviera que suplicar, no dejaría que se marchara.

¿Por qué tendría que marcharse si su familia e incluso él estaba a salvo?

Ignacio acarició sobre la Tela del vestido el vientre de su esposa, luego lo desnudó para sentir el contacto. Sus labios fueron dejando besos en cada centímetro de esa pequeña barriga, afirmó su rostro de lado y se quedó escuchando los rugidos de la barriga de Ana Paula.

Estuvieron así por varios minutos—. Creo que tienes hambre.

Al escuchar los rugidos muy fuertes, llegó a la conclusión que era hambre lo que tenía su esposa, y si ella tenía hambre, su hijo también lo tenía.

La ayudó a levantarse, y antes de salir de la habitación la besó sin frenesí, la apretó entre sus brazos y besó sin número de veces por todo el rostro.

No era necesario decir cuánto se amaban, bastaba con las expresiones y demostraciones de cariño y afecto que se hacían para saber cuánto amor habitaba en sus corazones. Estos rebozaban el plus del sentimiento, eran avalancha de grandes sensaciones las que se agitaban.

Bajaron abrazados y mirándose cada minuto mientras caminaban en dirección al jardín.

El exquisito olor del asado invadió sus fosas nasales. Se acercaron a la parrilla dónde yacía gran cantidad de ternero dorándose. Ignacio agarró una bajilla y agregó una porción de cada cosa y junto a Ana Paula se sentaron. Ella se sentó en su regazo y abrazados comieron.

Levantando el rostro para mirarla, apretó un pedazo de carne en sus labios, los acercó a ella para compartir. Mientras trozaba la parte exterior, sus labios se rozaron y un martilleo descontroló sus corazones.

Desde la otra esquina Camil los contemplaba con fastidio, apartó la mirada y la posó en su esposo quien platicaba amenamente con Robert y Astrid, estos dos se encontraban abrazados, aun cuando Robert ya había pasado los cincuenta abrazaba a su esposa. Mientras tanto Liam, siempre mantenía la distancia de ella. Camil no conocía lo que era tener un poco de cariño de parte de su esposo.

El niño de siete años que corría por el jardín junto al perro había sido concebido en los días más triste de Liam Brown.

Cuando Anthony Linos y Sarah Brown llegaron junto a su hijo dos años mayor que el pequeño Liam, este corrió a saludar a su primo y se alejaron de aquel lugar.

—Ellos, son mis tíos también —explicó. Se levantaron y fueron al encuentro—. Tía, tío, les presento a mi esposa.

Mientras Ignacio abrazaba a Anthony, Sarah saludaba a Ana Paula—. También estás embarazada—acarició la barriga que, a diferencia de la suya, era muy pequeña— ¿Cuántos meses?

Ignacio BrownDonde viven las historias. Descúbrelo ahora