¿Matar?
Esa palabra le daba escalofríos. Bajó la mirada a las manos de Ignacio, las rozó con sus delgados dedos y al momento que él las volteó hizo círculos con el índice en el centro de las palmas. Levantó la mirada y al hacer contacto con la de él, sintió un remolino en su vientre. Ignacio llevó la mano tras el cuello, desde ahí la acercó y musitó.
—Te amo —cerró los ojos para darle un beso, en ese momento la puerta fue tocada. Ignacio suspiró grueso y miró el reloj.
—No tengo que irme si no quieres —los párpados de Ignacio se levantaron.
—No puedes quedarte.
—He vivido aquí durante siete años y no ha pasado nada.
—Son tiempos muy distintos, antes Airton no sabía que estabas aquí y la guerra no estaba por terminar.
—¿Y si me está esperando y me sigue?
—No lo hará, irás bien resguardada Ana Paula. Por nada del mundo permitiré que te pase algo, menos a mi familia. Ustedes son lo único que me mantiene con vida, los únicos por los que peleo y no me rendiré hasta el final, para así llegar a ustedes.
—¿Dónde iré? —mordió el labio— ¿Iré dónde mi tío? —ella suspiró y bajó la mirada— No conozco nada de él, siento que, si voy, le llevaré problemas —con delicadeza le levantó el rostro.
—Irás dónde mi familia.
—¿En serio?, ¿podré conocerlos? —asintió
—Señor —llamaron de la puerta.
—En un momento bajamos —la empleada se retiró. Ignacio tomó las manos de Ana Paula y palmó un beso en ambas. Mirándola a los ojos pidió perdón, algo que en su vida había hecho. Sabía que había cometido un error al dejarse llevar por el deseo carnal—. Si en ocho meses no he muerto, hablaremos de lo nuestro. Pero si no llego a sobrevivir Ana, si no logro llegar a ti, prométeme que te quedarás al lado de mi familia, que mis padres, tíos, hermanos y primos disfrutarán de mi hijo. Estando junto a ellos no te faltará nada, y estarás protegida.
—No hables de eso —pidió.
—No soy de hierro Ana Paula. Sabes que corro el riesgo de que una bala acabe con mi vida —limpió las lágrimas que bajaban cómo agua de cascada—. Promete que continuarás con tu vida, que le darás un padre a mi hijo. Pero no el tal Milo —le miró enojada y él sonrió.
—No me pidas que prometa lo último, porque yo esperaré por ti, porque sé que llegarás. Ahora tú tienes que prometerme que no te rendirás, y si algo llegara a fallar pensarás en nosotros y lucharás, lucharás con todas tus fuerzas —pasó la yema de sus dedos y sorbió la nariz—. Promete que no te rendirás. Que llegarás vivo a mí y tomarás en tus brazos a nuestro hijo, lo acurrucarás hasta que se quede dormido en tus brazos y, mientras lo haces me mirarás y sonreirás. ¿Lo prometes? —se quedó imaginando aquello.
—Lo prometo —le agarró el rostro y besó, tras soltarse los labios se levantaron y salieron de la habitación, estando abajo ingresaron al auto y partieron.
Antes de subir al avión, Ana Paula se abrazó a Ignacio con toda su fuerza. Él cerró los ojos y aspiró de sus cabellos, al apartarse le agarró el rostro entre las manos y mirándole fijamente pidió—. Ve, cuídalo, dale, amor por los dos —ante esas palabras, Ana Paula sintió que la promesa que había hecho una hora atrás no la cumpliría.
Cuando iba a objetar algo, Ignacio la besó, tras culminar con el beso la soltó—. Cuida de ella con tu propia vida Óscar.
—Así lo haré, señor —volvió a darle un beso—. Vamos, sube a ese Jet.
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Ignacio Brown
AksiEn un oscuro submundo de la mafia, Ana Paula, se ve atrapada en una situación peligrosa cuando su madre decide apostarla para salvar su vida. Contra su voluntad, Ana Paula es sacada de su país y criada por un mafioso, él cual se convierte en su esp...