Parte 11

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POV DE ANA PAULA.

«Después que partió me quedé con la mente en blanco y el corazón apretado. Dolía, era doloroso saber que la misma mujer que te dio la vida te cambió por la de ella.

No me sorprendía de mi madre, hasta donde recuerdo poco le importaba, desde que aprendí a cocinar dejó de contratar empleada y yo misma me preparaba la comida. Ella pasaba mucho tiempo en la calle, y cuando estaba en casa pasaba durmiendo. Rara vez se sentaba a mi lado y entablábamos una conversación, era muy fría y distante. A diferencia de ella, mi padre era un poco más amigable, pero durante cinco años, lo vi solo tres veces. Quizás por eso cuando llegaba se comportaba afectuoso conmigo.

Limpiando las lágrimas salí de esa habitación, me dirigí al sótano donde tenía mis cuadros, aquellos que había pintado para un día exponerlos. Pensar en eso me trajo de vuelta el recuerdo de Milo.

Él dijo y prometió que todos mis sueños se realizarían, que él siempre estaría detrás de mí impulsándome, sin embargo, hoy, hoy me había traicionado. Mejor dicho, me traicionó desde que volvió. Estaba con alguien más y no me lo dijo, fue un cobarde, un canalla.

Frustrada por las imágenes que asechaban mi cabeza sobre él y aquella mujer, agarré pintura y la lancé sobre los retratos que pinté de él. Una vez que su rostro desapareció me senté y contemplé las gotas de pintura caer.

Yo tampoco quería esta vida, yo tampoco la merecía, pero tal parecía que este era mi destino, y si este es el destino que trazaron para mí, lo tomaré, sin importar lo que pase, lo tomaré.

Salí de la habitación de estudio y fui a la mía, ahí dentro me di un baño de casi una hora. Me metí en la tina y me quedé ahí, dejando que las lágrimas corrieran por si solas.

Me quedé varios minutos imaginando lo que pudo ser mi vida si Ignacio no habría aparecido en ella. Al pensar en él, también pensé en su familia, me preguntaba e imaginaba como serían ellos, ¿lo querrán a pesar de todo? ¿Sentirán apreció por alguien que trafica y asesina sin compasión alguna? Recuerdo haberlo visto asesinar a ese hombre de la carretera sin que le temblara el pulso, eso me pareció terrorífico y me dio más ganas de abandonar este lugar.

Salí de la tina cuando mi cuerpo estaba más que arrugado. Una vez cambiada me tiré en la cama y empecé a navegar en las redes, me fui al perfil de Milo y revisé sus fotos, fotos que por cierto son muy antiguas. No sé para que tenía una cuenta si ni la usaba, casi nunca se conectaba, solo lo hacía cuando quería hablar conmigo, y ahora que ya no me quiere, ahora que se consiguió a otra seguramente ya no se conectará.

Cuando llegó la hora de la cena bajé, al llegar al comedor me encontré con este vacío—. El señor está en el despacho, en un momento vendrá —comentó la empleada. Agradecí y me senté.

Me había acostumbrado tanto a comer frente a Ignacio, que no encontrarlo ni verlo en el comedor se sentía vacío, y aquella sensación de soledad se me hacía extraña.

Al escuchar sus pasos suspiré y solté el aire. Una vez que se sentó mis ojos se llenaron de luz, era como si su sola presencia iluminara este lugar.

Tras comentarle lo que quería se quedó en silencio, estaba dudando y lo entendía. ¿Cómo iba a confiar en la hija del hombre que asesinó a las dos mujeres que amaba? No podía confiar a ciegas en una inexperta cómo yo. Por eso me levanté, no iba a esperar que me diera un no rotundo, tenía que lograr que al menos lo pensara».

—Puedo enseñarte algunas cosas, pero que ingreses al negocio, eso sí que no.

—¿Por qué? —inquiero sentándome en su regazo. Me mira fijamente y curva los labios en una media sonrisa.

Ignacio BrownDonde viven las historias. Descúbrelo ahora