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El fin de curso había llegado, y con él, la tan esperada entrega de notas. Había trabajado duro todo el año y estaba ansiosa por ver los resultados de mi esfuerzo. Mi corazón latía con fuerza mientras caminaba hacia la escuela, sabiendo que el momento de la verdad estaba a punto de llegar.

Al entrar en el aula, sentí una mezcla de nerviosismo y emoción. Mis compañeros estaban en una situación similar, intercambiando miradas de expectativa y susurros nerviosos. Carla, que había sido mi roca durante todo el año, me sonrió alentadoramente desde su asiento.

"¿Lista para ver nuestras notas?" me preguntó, con una mezcla de ansiedad y entusiasmo en su voz.

"Asustada, pero lista," respondí, tratando de sonreír.

La profesora entró en la sala con un fajo de papeles en la mano. Comenzó a llamar a cada uno de nosotros, entregándonos nuestras notas individuales. Mi corazón latía más rápido con cada nombre que mencionaba, hasta que finalmente llegó el mío.

"Olivia" anunció, con una sonrisa.

Me levanté y caminé hacia ella, sintiendo como si el peso del mundo descansara sobre mis hombros. Tomé el sobre que contenía mis notas y regresé a mi asiento. Carla me miraba expectante.

"¡Ábrelo!" me instó, con los ojos llenos de curiosidad.

Tomé una respiración profunda y abrí el sobre. Mis ojos recorrieron rápidamente las calificaciones y sentí un alivio inmenso al ver que había hecho un buen trabajo. Mis notas eran altas, y me sentí orgullosa de mí misma por todo el esfuerzo que había puesto.

"¡Lo hice!" exclamé, sonriendo ampliamente.

"¡Sabía que lo harías! ¡Felicidades, Olivia!" Carla me abrazó con fuerza, compartiendo mi alegría.

Después de que todos recibimos nuestras notas, la clase terminó en un ambiente festivo. Nos despedimos de nuestros compañeros y profesores, emocionados por el comienzo del verano. Carla y yo decidimos celebrar con un café en nuestro lugar favorito antes de regresar a casa.

"Este año ha sido una locura, pero lo logramos," dijo Carla, levantando su taza en un brindis improvisado.

"Sí, no podría haberlo hecho sin ti. Gracias por ser una amiga tan increíble," respondí, tocando mi taza contra la suya.

Mientras disfrutábamos de nuestro café, mi teléfono vibró con un mensaje de Lamine. "¿Cómo te fue?" preguntaba.

"¡Muy bien! ¿Puedes venir a mi casa esta tarde?" respondí, emocionada de contarle en persona.

"Por supuesto, estaré allí a las cinco," respondió rápidamente.

Carla y yo terminamos nuestro café y nos dirigimos a nuestras casas. Estaba emocionada de ver a Lamine y contarle mis buenas noticias. Al llegar a casa, mi madre me recibió con una sonrisa.

"¿Cómo te fue, Olivia?" preguntó, con ojos llenos de expectativa.

"¡Muy bien, mamá! Mis notas son excelentes," respondí, mostrándole el sobre.

"Sabía que lo harías. Estoy tan orgullosa de ti," dijo, abrazándome con fuerza.

Pasé la tarde relajándome y disfrutando de la sensación de logro. A las cinco en punto, el timbre sonó. Abrí la puerta y allí estaba Lamine, con una sonrisa radiante en el rostro y un enorme ramo de rosas rojas en las manos.

"¡Lamine! ¿Qué es esto?" exclamé, sorprendida y emocionada.

"Quería felicitarte por tu esfuerzo y tus excelentes notas. Sabía que lo lograrías," dijo, entregándome el ramo.

ARTE Y GOL//LAMINE YAMALDonde viven las historias. Descúbrelo ahora