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Después de la boda, el siguiente paso en nuestra aventura era la luna de miel. Lamine y yo queríamos que fuera un viaje inolvidable, algo que encapsulara nuestra pasión por explorar nuevos lugares y experiencias. Decidimos que un solo destino no sería suficiente; queríamos visitar varios lugares que siempre habíamos soñado conocer. Así comenzó la planificación de nuestra luna de miel de ensueño, un viaje que nos llevaría a diferentes rincones del mundo.

Nuestra primera parada fue París, la ciudad del amor. Llegamos a la capital francesa con los ojos llenos de asombro y los corazones rebosantes de emoción. París era todo lo que habíamos imaginado y más. Nos alojamos en un hotel boutique cerca de la Torre Eiffel, y desde nuestra habitación teníamos una vista impresionante de este icónico monumento.

"Es más hermoso de lo que imaginaba," dije mientras observábamos la Torre Eiffel iluminada por la noche.

"Y pensar que este es solo el comienzo de nuestra aventura," respondió Lamine, abrazándome por detrás.

Durante los días siguientes, exploramos cada rincón de París. Visitamos el Louvre, donde pasamos horas admirando obras de arte de renombre mundial. Caminamos por los Campos Elíseos, disfrutando de la elegancia y el glamour de la avenida más famosa del mundo. Una noche, disfrutamos de una cena romántica en un restaurante con vista a la ciudad, brindando por nuestro amor y nuestro futuro juntos.

Pero lo más especial fue nuestro paseo en barco por el Sena. Con las luces de la ciudad reflejándose en el agua, Lamine y yo nos tomamos de la mano y dejamos que el ambiente mágico nos envolviera.

"París es realmente la ciudad del amor," dijo Lamine mientras el barco pasaba bajo uno de los muchos puentes.

"Lo es. Y estoy tan feliz de estar aquí contigo," respondí, sintiendo una profunda conexión con él.

Desde París, volamos a Santorini, Grecia. Esta isla griega, con sus impresionantes vistas al mar Egeo y sus casas blancas con techos azules, nos recibió con los brazos abiertos. Nos alojamos en una villa privada con una piscina infinita que parecía fundirse con el horizonte.

"Este lugar es un sueño," dije mientras nos relajábamos en la piscina, disfrutando del atardecer.

"Y estamos viviendo este sueño juntos," respondió Lamine, sonriendo.

Exploramos la isla, desde las playas de arena negra hasta los encantadores pueblos de Oia y Fira. Caminamos por calles adoquinadas, compramos recuerdos en pequeñas tiendas y disfrutamos de la deliciosa comida griega en tabernas locales. Una de las experiencias más memorables fue ver el atardecer en Oia, donde el cielo se tiñó de tonos naranjas, rosados y púrpuras, creando un espectáculo natural que nos dejó sin palabras.

"Es uno de los atardeceres más hermosos que he visto," dije, apoyada en el brazo de Lamine.

"Y pensar que estamos aquí, compartiendo este momento," respondió, besándome en la frente.

Nuestra próxima parada nos llevó al Lejano Oriente, a la ciudad de Kyoto, Japón. Kyoto, con su rica historia, templos antiguos y hermosos jardines, nos ofreció una experiencia cultural única. Nos alojamos en un ryokan tradicional, donde dormimos en futones y disfrutamos de baños de aguas termales.

"Es como retroceder en el tiempo," dijo Lamine mientras caminábamos por los jardines del Templo Kinkaku-ji, también conocido como el Pabellón Dorado.

"Es tan tranquilo y hermoso," respondí, maravillada por la serenidad del lugar.

Visitamos varios templos y santuarios, incluyendo el famoso Fushimi Inari-taisha, con sus miles de torii rojos que se extienden por el bosque. Caminamos por el Bosque de Bambú de Arashiyama, donde los altos bambúes nos rodeaban, creando una atmósfera mística. También disfrutamos de la gastronomía japonesa, desde sushi fresco hasta ramen caliente.

Una noche, asistimos a una ceremonia del té tradicional, donde aprendimos sobre el arte y la filosofía detrás de esta antigua práctica. Sentados en tatamis, observamos cómo la maestra de té preparaba el matcha con movimientos precisos y elegantes.

"Es una experiencia muy especial," dije mientras sostenía la taza de té.

"Es algo que nunca olvidaremos," respondió Lamine, con una sonrisa tranquila.

Desde Asia, volamos al sur de África, a la vibrante Ciudad del Cabo, Sudáfrica. Nos alojamos en un lujoso hotel con vista a la montaña de la Mesa y el océano Atlántico. Ciudad del Cabo nos ofreció una mezcla única de naturaleza, cultura y aventura.

"Es una ciudad tan diversa y hermosa," dijo Lamine mientras caminábamos por el V&A Waterfront.

"Hay tanto por descubrir," respondí, emocionada por nuestras aventuras.

Subimos a la montaña de la Mesa en teleférico, donde disfrutamos de vistas panorámicas de la ciudad y el océano. Visitamos el Cabo de Buena Esperanza, donde los dos océanos se encuentran, y fuimos a la playa de Boulders para ver a los pingüinos africanos.

Uno de los momentos más emocionantes fue nuestro safari en una reserva natural cercana. Vimos elefantes, leones, jirafas y otros animales salvajes en su hábitat natural. Fue una experiencia que nos dejó sin aliento y nos hizo apreciar aún más la belleza de la naturaleza.

"Es increíble ver estos animales de cerca," dije mientras observábamos a una familia de elefantes.

"Es una experiencia única en la vida," respondió Lamine, sosteniendo mi mano.

Nuestra última parada fue Bora Bora, un paraíso tropical en la Polinesia Francesa. Nos alojamos en un bungalow sobre el agua, con vistas a la laguna turquesa y al monte Otemanu. Bora Bora nos ofreció el descanso y la relajación que necesitábamos después de nuestras aventuras.

"Este lugar es el paraíso en la tierra," dije mientras nos relajábamos en la terraza de nuestro bungalow.

"Y tenemos todo el tiempo del mundo para disfrutarlo," respondió Lamine, sonriendo.

Pasamos nuestros días nadando en la laguna, haciendo esnórquel entre los coloridos corales y peces, y disfrutando de cenas románticas bajo las estrellas. También tomamos un crucero al atardecer, donde navegamos por la laguna y brindamos por nuestro amor y nuestra vida juntos.

"Es el final perfecto para nuestra luna de miel," dije mientras el sol se ponía en el horizonte.

"Pero es solo el comienzo de nuestra vida juntos," respondió Lamine, besándome.

Después de varias semanas de exploración y aventura, regresamos a Barcelona, llenos de recuerdos y experiencias que nos unieron aún más. Nuestra luna de miel había sido un viaje de ensueño, una serie de aventuras que nunca olvidaríamos.

"Ha sido el viaje más increíble de mi vida," dije mientras desempacábamos nuestras maletas en nuestro hogar.

"Y todo ha sido perfecto porque estuve contigo," respondió Lamine, abrazándome.

Nos acomodamos en nuestra vida cotidiana, pero sabiendo que siempre tendríamos esas memorias especiales de nuestra luna de miel. La vida seguía adelante, pero con cada día que pasaba, nuestro amor y nuestra conexión se hacían más fuertes.

Nuestra luna de miel fue más que un viaje; fue una celebración de nuestro amor y nuestra unión. Nos enseñó a apreciar cada momento juntos, a valorar nuestras experiencias y a enfrentar el futuro con esperanza y alegría. A medida que los días se convirtieron en semanas y las semanas en meses, seguimos construyendo nuestra vida juntos, sabiendo que teníamos una base sólida de amor y aventura.

Lamine continuó destacándose en su carrera futbolística, mientras yo seguía desarrollando mi arte. Aunque nuestras vidas eran ocupadas y a veces desafiantes, siempre encontrábamos tiempo para nosotros, para recordar nuestras aventuras y para planear nuevas.

Cada vez que mirábamos nuestras fotos de la luna de miel, nos llenábamos de gratitud y felicidad. Sabíamos que habíamos comenzado nuestra vida juntos de la mejor manera posible, con un viaje que encapsulaba todo lo que éramos y todo lo que queríamos ser.

"Te amo, Lamine," decía cada vez que recordábamos nuestro viaje.

"Y yo a ti, Oli. Siempre," respondía él, con una sonrisa.

Y así, con amor en nuestros corazones y recuerdos en nuestras mentes, seguimos adelante, sabiendo que, pase lo que pase, siempre tendríamos nuestras aventuras y nuestro amor para guiarnos.

ARTE Y GOL//LAMINE YAMALDonde viven las historias. Descúbrelo ahora