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—Todos sabemos porqué estamos aquí—Habló Adam, el padre de Ben y el antiguo Rey de Auradon—. El pueblo entró en pánico por lo de Hades, casi logra escapar, y las consecuencias de ello son obvias. Sería riesgoso tener a otro villano suelto.

El silencio en aquella sala era mortífero. Mal se mantenía junto a Ben, abrazándose a si misma, con unas claras bolsas bajo sus ojos, las cuales también eran evidentes en el rostro del Rey Benjamin.

Aquella reunión de urgencia del Consejo Real era de esperarse. Evie había decidido no participar de ella, y la ausencia de Thomas era  evidente, provocando una incomodidad en los presentes.

—Siento que esto es mi culpa—Habló Mal, luego de mantenerse en silencio—. Se supone que protejo a Auradon...

—Cada vez que abrimos la barrera, nos exponemos a un riesgo—Siguió el padre de Ben—. Primero fue Maléfica, luego Uma, y ahora Hades.

—El precio a pagar está siendo muy alto—Continuó el Hada Madrina, quien se había mantenido al margen—, porque ahora ha ido mucho más lejos que un simple hechizo. Thomas lleva un día inconsciente, y nadie sabe qué puede haber ocurrido con él luego se ser golpeado por ese rayo proveniente de la brasa de Hades...

La conversación de detuvo allí por un momento, porque Ben se había apartado para mirar con atención un mensaje que llegó a su celular, sintiendo desilusión al saber que no eran noticias de su prometido, pero a la vez, era algo igual de grave que eso.

—Robaron el cetro de Maléfica y la corona de la Reina—Murmuró Ben, sin expresión alguna.

Los jadeos de asombro se oyeron al instante, y los cuestionamientos no tardaron en surgir.

—¿Cómo haremos para alejar el mal de Auradon?—Cuestionó Bella, dirigiendo su mirada a su propio hijo.

—Creo que solo hay una manera de garantizar la seguridad del pueblo—La voz de Mal rompió el silencio generado a partir del cuestionamiento de la antigua Reina de Auradon—. Creo... Que no es seguro entrar y salir... La barrera debe ser sellada, para siempre.

—No—Soltó de golpe Ben, negando con su cabeza—. Thomas no querría eso... Él...

—¡Thomas está mal por eso!—Mal alzó su voz, y un sollozo se oyó de su parte—. ¡Thomas no ha despertado porque le hemos puesto en peligro al ir a la Isla! ¡Y muchos más pueden terminar como él si no tomamos medidas drásticas!

El silencio nuevamente se entendió en aquella sala, y fue Adam quien lo terminó.

—Ben, hijo...—Murmuró el hombre—. Mal tiene razón.

Ben no pudo soportar seguir allí, caminando hacia la puerta y saliendo de esa habitación, sintiéndose asfixiado.

[...]

Los ojos de Thomas se abrieron de golpe, y se dio cuenta que se encontraba en su habitación en el castillo de Auradon, rodeado de aparatos médicos que provocaron que su ceño se frunciera. Se dio cuenta, también, que una vía intravenosa le conectaba desde el antebrazo a una bolsa de suero, sin tardar en quitarla de un tirón, sintiendo un extraño nudo en su garganta cuando vio sus venas brillar en un tono azulado, el mismo azul del rayo de Hades que había impactado en su cuerpo, y a su vez, en un tono morado.

Había perdido la noción del tiempo, pero recordaba vividamente los últimos acontecimientos antes de desmayarse, sintiendo su cuerpo extraño, sintiéndose ajeno a todo. Y se sentía extraño al mirarse en el espejo del baño, pero a la vez, seguía igual que antes, con su piel pálida y con lunares en su rostro, su cabello negro desordenado y sus largas pestañas.

Sus ojos se apretaron con fuerza cuando su cabeza comenzó a doler de un momento a otro, soltando un alarido, como si una avalancha de voces gritaran en su cráneo. Unos pasos le alertaron que no estaba solo, pero se mantuvo tranquilo a pesar del dolor, porque cuando abrió los ojos, se encontró con las tres hadas bastante familiares: Flora, Fauna y Primavera.

—¡Thomas! ¡Tienes que estar en cama!—Exclamó Flora, sintiendo como su cuerpo levitaba de vuelta a la cama por un movimiento de su varita.

—¿Por qué me duele tanto la cabeza?—Murmuró el chico, apretando sus dientes del dolor.

Pudo ver como las tres hadas se miraban entre ellas, dejando que el silencio reinara en la habitación, y fue Fauna quien comenzó a hablar.

—Cuando el los padres de Ben fueron declarados reyes de Auradon, y se decidió encerrar a todos los villanos en la Isla de Los Perdidos, Maléfica decidió tomar venganza antes de que todo su poder fuera arrebatado.

—Era una noche fría, y tus padres dormían cuando Maléfica irrumpió en el castillo y maldijo a tu madre, lanzándole un hechizo—Siguió Primavera, con un semblante serio—. «Tu primogénito será maldito, las voces en su cabeza le llevarán a la locura, y será el mismo quien termine con su propia vida cuando pierda la razón».

—Tu madre no le tomó mayor importancia, porque esa misma noche, Maléfica fue encerrada en la Isla—Añadió Flora—. Pero acudió a nosotras cuando se enteró que estaba embarazada, pero, nuevamente, aquello quedó en el olvido cuando supimos que sería una niña. Al momento del parto, tu madre no podía creer cuando, en vez de solo un bebé, hubieron dos.

—Una bebé de cabellos claros y rubios—La voz de Fauna tembló—. Pero fue primero un bebé de cabellos azabaches, casi tan negros como el carbón.

—La maldición de Maléfica se había cumplido, porque, cuando ya tenías dos años, habías comenzado a tener jaquecas que te hacían llorar, y eras propenso a enfermarte, porque esa maldición también disminuía tu vitalidad—Primavera acarició su cabello, como si fuera su madre—. Fue necesario un largo camino y varios hechizos para asegurarnos que esa maldición fuera anulada, pero ahora nos dimos cuenta que nos equivocamos. Porque sigue ahí, como si aquel rayo de la brasa de Hades hubiese hecho algo para reactivarla.

Aquello parecía explicar bastantes cosas, y quiso echarse a reír, pero sentía sus ojos empañarse por las lágrimas.

Estaba maldito, y estaba destinado a morir por sus propias manos.

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