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A ese punto, la sonrisa de Thomas ni la de Ben desaparecían de sus rostros, recibiendo las felicitaciones de sus amigos, de los padres de Ben y de la Hada Madrina. No era extrañarse que los padres de Tom no estuvieran allí, pero no le tomó mucha importancia a ello.

La limusina que los llevaría hacia la Isla de los Perdidos se detuvo frente a ellos luego de unos minutos. Los cuatro hijos de villanos que eran mejores amigos de Thomas fueron los primeros en subir, seguidos del Príncipe y del Rey, sin tardar más en dirigirse hacia la Isla mediante el puente mágico que solía conectar ambos lugares.

—¿Estás emocionado?—Cuestionó Tom, sonriendo al notar que Ben parecía inquieto—. Me imagino que sí, porque se está haciendo realidad todo lo que te habías propuesto como Rey.

—Y no podría hacerlo sin ti junto a mi, Tom—Añadió Ben, dejando un beso en el dorso de su mano—. Fuiste el primero en apoyarme, y no podría estar más agradecido de tenerte a mi lado, ahora como mi prometido.

Ya en la Isla, los hijos gemelos del Señor Smee fueron los primeros en subir a la limusina, mientras que Dizzy, la hija de Drizzela, tardaba más en despedirse de su abuela. Celia, la hija del Doctor Facilier había mostrado un caracter fuerte y despreocupado, evitando la ayuda ofrecida por Ben y provocando una carcajada por parte del Príncipe.

De camino a Auradon, Thomas se mantuvo mirando los callejones de la Isla por la ventana, sintiendo cierta nostalgia, porque, a pesar de los altibajos que había pasado en el reducido tiempo que estuvo allí, se había ganado un espacio en su corazón, recordando lo cómodo que se había sentido en el barco de Uma. El mar no tardó en aparecer en su campo de visión, pero su atención se desvió al escuchar gritos provenientes de la Isla.

La sorpresa fue grande cuando se percataron que Hades, el Dios del Inframundo, trataba de escapar, teniendo la mirad de su cuerpo fuera de la Isla.

—¡Está intentando escapar!—Gritó Evie cuando todos bajaron de la limusina.

—No bajen de aquí—Thomas se apresuró a mirar a los cuatro niños, aunque él mismo sintió que perdía la calma cuando vio que su prometido caía al piso luego de ser golpeado por un rayo proveniente de la brasa de Hades, junto a Carlos y Jay—. Estarán bien, lo prometo, no falta mucho para que lleguemos a Auradon.

Cerró la puerta de la limusina con seguro para evitar que los niños bajaran del vehículo, al mismo tiempo en que veía como Mal se envolvía en aquella bruma morada, viendo a su amiga convertirse en el dragón morado que formaba parte de ella y que, actualmente, constituía una protección para el pueblo desde lo ocurrido con Uma.

Un potente rayo azul salió disparado de la brasa de Hades, impactando de lleno en el pecho de Mal en su forma de dragón. Thomas sintió un escalofrío al oír sus alaridos, y supo que debía hacer algo para ayudar a su amiga.

Se apresuró en abrir la maleta del vehículo, y moviendo todos los bolsos de los niños, observó aquel escudo que Ben utilizaba en sus antiguas prácticas de Tourney en el fondo, sin tardar mucho en tomarlo entre sus manos levemente temblorosas.

Algo que siempre se había cuestionado en el pasado era la necesidad de las personas de sacrificarse por sus seres queridos. El Thomas de hace un año y medio, el que era aislado y que ocultaba sus verdaderos sentimientos, se recalaba siempre que el sacrificio era una tontería, un acto heroico en vano y sin recompensa individual alguna. Y pensaba así porque nunca había tenido a alguien por quien sacrificarse, a pesar de todos los sentimientos que tenía por Ben, los cuales, en ese entonces, creía que eran algo pasajeros, una tonta invención de su solitaria y deprimida mente en medio de la sociedad que le daba la espalda por ser diferente.

Pero ahora todo adquiría un nuevo sentido, porque si sacrificarse significaba que sus amigos o el chico a quien amaba permanecieran con vida, podría sacrificarse una y otra vez hasta perder todas sus fuerzas.

—¡Tom, no!—Oyó el grito de Ben, pero hizo oídos sordos a ello.

Manteniendo el escudo firme, se colocó como obstáculo en la trayectoria entre el rayo azul y Mal, sintiendo que la fuerza de ese rayo le empujaba unos metros hacia atrás, sintiendo como el escudo vibraba en sus manos.

—¡Thomas, aléjate!—Chilló Evie—. ¡Es peligroso!

No sintió sorpresa al ver como el escudo de madera comenzaba a deshacerse poco a poco en sus brazos, haciéndose polvo en sus manos hasta que no quedó nada más que detuviera el rayo de la brasa, sintiendo como este impactó de lleno contra su pecho con toda la potencia posible, arrancándole un alarido de dolor, siendo lanzado metros hacia atrás, al mismo tiempo en que Hades era empujado de vuelta a la Isla.

Su vista se encontraba nublada, y sentía como si la sangre que corría por sus venas se encontrase en llamas. Cuando pudo enfocar sus ojos en sus manos, se dio cuenta que sus venas brillaban en un particular tono azulado. El dolor volvió a abarcar todo su cuerpo, y soltó un nuevo grito. Su cabeza parecía que en cualquier momento estallaría.

—¡Tom, Tom!—Las voces mezcladas de sus amigos le provocaron punzadas en su cabeza, sintiendo como tomaban su rostro, encontrándose con la preocupada mirada de Ben.

Pero, como siempre, su cuerpo cedió ante el dolor, y en ahogó en la oscuridad de la inconsciencia.

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