En las orillas del río Barton, fuera de los muros de la ciudad, en un área relativamente oculta por la vegetación del bosque, un hombre robusto y lleno de heridas hundía sus manos en la fría agua, para intentar limpiar la sangre y suciedad que tenía pegadas en su piel. Jadeaba con cansancio, maldiciendo en voz baja a las personas que se interpusieron en su camino y lo habían dejado en ese deplorable estado. No sólo le habían dado una paliza, sino que estaba siendo perseguido por la guardia de la familia Shizaku. No iba a haber juicio por su crimen, él sabía que se iba a pasar directamente a la sentencia de muerte tras lo que había intentado hacer. Si hubiera tenido éxito, lo habría aceptado sin rechistar.
Mientras maldecía, un sonido de pisadas a sus espaldas hizo presencia, seguido de una voz que lo llamó por su nombre.
— ¿Omart? —dijo aquella voz.
Conocía ese tono.
Aterrado, Omart volteó su torso torpemente, tropezándose y cayendo contra el agua.
Una persona apareció de entre los arbustos del bosque, dejando que la luz iluminara levemente su rostro, lo cual hizo que Omart perdiera muchas de sus esperanzas, pues la persona frente a él era uno de sus perseguidores.— ¡T-tú! —tartamudeó el hombre—. Te conozco... ¡tú estabas con la guardia tras de mí!
Quien estaba frente a Omart, era una persona aparentemente joven; de ninguna manera podría superar los veinte años de edad. Vestía ropas ligeras y cubiertas con un peto, hombreras y muñequeras de hierro. Un cinturón de cuero sujetaba una espada enfundada, la cual no parecía de la mejor calidad, pero podría ser suficiente para defenderse y atacar. Su cabello era liso, de un color negro muy oscuro, el cual caía sobre su frente, le cubría las orejas y se extendía hasta los hombros. Tenía unos ojos de color rojo que estaban posados fijamente sobre aquel delincuente.
—Mi nombre es Kuroka —dijo aquella persona, posando su mano sobre la espada—. Como miembro de la familia Shizaku, he venido por ordenes de lord Tera para castigarte.
Sin cambiar su expresión, Kuroka jaló y desenfundó su espada de un solo tirón, enseñándole su filo a Omart.
A pesar de que estaban bastante alejados uno del otro, Omart casi instintivamente comenzó a arrastrarse hacia atrás para alejarse. El sudor bajaba constantemente desde su frente hasta sus mejillas, goteando y cayendo en la tierra. Apretó los puños en frustración, pues sabía que estaba tan maltratado por sus heridas que no le sería fácil defenderse incluso si tuviera un arma.
—¡Por favor... espera! —gritó el hombre, levantando los brazos—. Déjame explicar... Sé que me acusan de intento de asesinato, y no lo niego, ¡pero tengo mis motivos!
La respuesta de Kuroka fue el silencio. Con el seño fruncido comenzó a avanzar hacia su objetivo. Se detuvo a tan sólo unos pasos de él, y ambos cruzaron miradas en silencio. Kuroka primero lo miró, luego se enfocó en su espada, deteniéndose ahí por unos instantes. Si Omart no hubiera estado tan exaltado, quizás habría notado el semblante de duda en su perseguidor.
—Créeme, Omart, que no voy a disfrutar el hacer esto —dijo finalmente Kuroka—. Pero lord Tera ordenó tu eliminación inmediata.
— ¡Entonces dile que me eliminaste! ¡Hazlo y juro no volver a esta ciudad!
—No puedo hacer eso... por mucho que no quiera ensuciarme las manos, las ordenes de lord Tera son ley. No puedo dejarte ir.
Levantó su espada para embestirlo, pero aunque lo tenía en rango, se demoró en asestar el golpe. Ambos volvieron a cruzar miradas en silencio, sin moverse ni un poco, cuando de pronto, un sonido extraño llamó la atención de ambos. Sonaba como la voz de una persona acompañado de chapoteos que parecían volverse cada vez más cercanos; casi como si alguien estuviera corriendo a orillas del río, mientras que gritaba cosas.
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Kurogami. Vol# 1
FantasyCuando los dos grandes países del continente oriental se unieran bajo una sola bandera nació el imperio de Sacrath: un país rico en variedad de culturas, razas y sociedades que lograron coexistir. En este mundo seguimos a Renku, un joven vagabundo q...