Capítulo 22 / El pasado siempre duele

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En la oficina del director, Eduardo. Cristina, con una sonrisa astuta en los labios, entró sin previo aviso, cerrando la puerta tras de sí con un golpe sordo.

—¿Viste la noticia? —preguntó Cristina, su tono era casi burlón mientras se dejaba caer en una de las sillas frente al escritorio de Eduardo— El supuesto ataque de animales salvajes en el bosque —Una risa suave escapó de sus labios, llena de una satisfacción maliciosa.

Eduardo, sentado detrás de su imponente escritorio, levantó la vista de unos documentos que revisaba, esbozando una sonrisa igualmente perversa.

—Claro que la vi —respondió, sus ojos brillaban con una mezcla de interés y diversión— Esto es perfecto. La confusión y el caos siempre abren oportunidades —Hizo una pausa, acariciando con sus dedos el borde del escritorio— Edilian y Dorian estarán ocupados tratando de limpiar este desastre o mas bien sus padres para ser específicos, asegurándose de que nadie los vincule con el ataque. No podrán estar cerca de Alessia hoy—

Cristina asintió, complacida con el curso de los acontecimientos.

—Es una distracción perfecta —comentó, su sonrisa se ensanchó— Aunque no sabemos con certeza si fueron ellos, es obvio que esto lleva la marca de un lobo o un vampiro —Sus ojos se iluminaron con una chispa de malicia— Y sabemos que los animales salvajes de Valle Azul no se comportan así por sí solos—

Eduardo se inclinó hacia adelante, apoyando los codos sobre el escritorio, y miró a Cristina con una expresión calculadora.

—¿Conseguiste las llaves de la puerta secreta del Museo? —preguntó, bajando la voz como si temiera ser escuchado.

Cristina asintió, sacando de su bolsillo un pequeño juego de llaves que tintinearon con un sonido metálico.

—Fue más fácil de lo que pensé —dijo con una sonrisa triunfante— Felix uno de los Van Dusk, él que esta nuestro lado. Fue él quien me entregó las llaves —Sus ojos brillaban con la promesa de intriga y revelaciones— Todo está listo—

Eduardo se recostó en su silla, una sonrisa de satisfacción se dibujó en su rostro.

—Perfecto —dijo, su voz estaba cargada de una extraña mezcla de emoción y perversidad— Ahora solo necesitamos asegurarnos de que Alessia reciba estas llaves —Sus ojos se entrecerraron, pensando en la mejor manera de llevar a cabo su plan— Sabemos que Leandro y Beatriz son extremadamente curiosos. Si ven las llaves en los pies de Alessia, la instarán a investigar. Aunque Kevin y Andrés son un estorbo, no podremos hacer nada, confiaremos que Beatriz haga las estupideces de siempre—

Cristina asintió, entendiendo perfectamente el plan. Se levantó y se acercó a Eduardo, inclinándose ligeramente hacia él.

—Vamos a asegurarnos de que Alessia descubra una parte de su pasado que ha estado oculta durante demasiado tiempo —dijo, su voz era un susurro — Y lo haremos de manera que todo parezca un accidente —Se enderezó y miró a Eduardo con una expresión de satisfacción

Eduardo asintió, levantándose de su asiento y tomando las llaves de la mano de Cristina.

—Vamos a dar inicio a esto —dijo, su voz era firme y decidida— Hoy será el primer paso para desvelar la verdad—

Con una sonrisa oscura compartida, ambos salieron de la oficina, preparándose para llevar a cabo su plan.

El sol brillaba intensamente sobre la escuela, proyectando sombras alargadas a través de los ventanales del salón de clases. Cristina, con una sonrisa enigmática, se encontraba frente a la pizarra, sus ojos brillaban con una chispa de anticipación.

El legado de las SombrasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora