¿Valle Azul? ¿Qué es lo que olvidé? ¿Acaso tengo un pasado del que no soy consciente? ¿Qué significa todo esto? ¿Qué es lo que realmente estoy buscando? ¡¿Qué?! Sí, estoy asustada, y cómo no estarlo. Siento que hay sombras de recuerdos perdidos que...
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Por la mañana, la neblina estaba alta, les pareció fascinantes a los padres de Alessia, llegaron a la escuela y entraron a la oficina del Director Eduardo estaba decorada con elegancia, pero en la mirada del director había una sombra de misterio que no pasó desapercibida para los padres de Alessia. Albert y Leticia se sentaron frente al escritorio del director, con cierta aprensión por lo que pudiera suceder.
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—Doctor Albert, Señora Leticia, es un placer darles la bienvenida a nuestra escuela —dijo el Director Eduardo con una sonrisa amable mientras extendía la mano hacia ellos.
—Gracias, Director Eduardo —respondió Albert, estrechando la mano del director—Estamos muy interesados en que Alessia se una a su institución. Hemos oído hablar muy bien de la reputación de su escuela—
El Director Eduardo asintió con satisfacción —Nos esforzamos por ofrecer un entorno educativo de primera clase para todos nuestros estudiantes. Estoy seguro de que Alessia se sentirá como en casa aquí.—
Leticia observó al director con atención, notando el brillo peculiar en sus ojos —¿Hay algo que necesitemos saber sobre el proceso de admisión o los requisitos de la escuela?—
—No se preocupe, todo está en orden —respondió el Director Eduardo con una sonrisa tranquilizadora— Haremos todo lo posible para que la transición de Alessia sea lo más suave posible—
Aunque sus palabras parecían reconfortantes, una sensación de inquietud se apoderó de Leticia mientras se levantaban para marcharse
—Gracias, Director Eduardo. Estamos ansiosos por que Alessia comience su nueva etapa aquí—
Mientras salían de la oficina del director, Albert y Leticia intercambiaron miradas, preguntándose si habían percibido correctamente algo extraño en el comportamiento del Director Eduardo.
—¿Estamos paranoicos?— preguntó Leticia a su esposo
—Sí, definitivamente si— respondió el Señor Albert
Ya el dia siguiente, Alessia se sentó cerca de la ventana en la clase, nerviosa por su primer día. Mientras esperaba, se repetía a sí misma en tono bajo:
