Capítulo 25 / Malos entendidos

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La mansión Muller estaba en silencio cuando Bruno Brown llegó. Entró sin vacilar, sus ojos oscuros y penetrantes recorrieron el vestíbulo hasta detenerse en la mesita de entrada. Allí, unas llaves de plata brillaban bajo la tenue luz. Bruno arqueó una ceja, reconociendo al instante el diseño distintivo de la familia Van Dusk.

¿Qué hace una de sus llaves aquí?— pensó, guardándose la pregunta mientras se dirigía al despacho del Señor Muller.

Al entrar, vio al Señor Muller sentado detrás de su gran escritorio, con la mirada fija en unos documentos. Sin levantar la vista, indicó una silla frente a él.

—Bruno, toma asiento—dijo con voz grave

Bruno se acomodó, manteniendo una expresión neutra.

—He venido a hablar sobre el accidente del pescador y su hija—comenzó Bruno, directo al grano. Sabía que no había tiempo que perder y que la situación era delicada. Dorian y Edilian habían cometido un error, y ahora tenía que asegurarse de que la alianza entre los lobos y su familia permaneciera intacta.

El Señor Muller levantó la vista lentamente, sus ojos evaluando a Bruno.

—Sé lo que sucedió—dijo Muller, entrelazando los dedos— Y también sé lo que significa para nuestra alianza. No podemos permitir que esto rompa el equilibrio que hemos mantenido durante tanto tiempo—

Bruno asintió, notando un brillo calculador en los ojos del Alfa.

—Exactamente. Necesitamos encontrar una solución antes de que los Van Dusk usen esto en mi contra—

El Señor Muller se levantó y caminó alrededor de su escritorio, acercándose a Bruno.

—Propongo un juego, como los viejos tiempos—dijo con una leve sonrisa— Soltaré un conejo en el bosque, con las patas pintadas de rojo. Si tu familia lo encuentra antes que mi manada, el trato de nuestra alianza sigue en pie—

Bruno levantó una ceja, intrigado pero también cauteloso. Era un cazador nato, y la idea de una competencia de caza le resultaba tentadora.

—Acepto tu desafío, Muller—dijo con una sonrisa desafiante— Sabes que me encanta un buen reto—

El Señor Muller asintió, satisfecho con la respuesta.

—Excelente. Nos encontraremos en el claro del bosque al anochecer. Que la mejor manada gane—

Con un apretón de manos firme, sellaron el acuerdo. Bruno se levantó para salir, pero no pudo evitar lanzar una última mirada a las llaves de plata en la mesita de entrada.

Bruno Brown salió de la mansión del Señor Muller y se dirigió a su auto, satisfecho con el acuerdo alcanzado. Al mismo tiempo, Antonio Van Dusk llegaba, estacionando su vehículo frente a la mansión. Observó a Bruno con una mirada intensa, desconfiando de cada movimiento del vampiro. Una vez que Bruno se alejó, Antonio salió de su auto, decidido a obtener respuestas de su viejo aliado, el Señor Muller.

Al entrar en la mansión, Antonio notó de inmediato las llaves de plata sobre la mesa del vestíbulo. Las reconoció al instante: eran de su familia, utilizadas para acceder a compartimientos y secretos ancestrales que solo los Van Dusk conocían. La presencia de esas llaves allí le llenó de una ira profunda y creciente. Se acercó lentamente, tomando las llaves en su mano y sintiendo el frío metal contra su piel.

—¿Qué demonios hace esto aquí?—murmuró entre dientes, su voz cargada de furia.

Antonio había venido a escuchar la respuesta del Señor Muller sobre una propuesta de alianza más estrecha en su venganza contra los vampiros. Sabía que la sangre de Alessia era especial, capaz de acabar con los vampiros, y tenía en mente usarla como un arma definitiva. Pero ahora, con las llaves en su posesión, sentía una traición más profunda. Esas llaves eran de la puerta secreta en el museo de Valle Azul, una puerta que solo los Van Dusk podían abrir, y tenerlas en la mansión Muller significaba una violación del acuerdo más sagrado entre ellos.

El legado de las SombrasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora