Puede que uno de los principales rasgos diferenciadores entre los millonarios con dinero viejo y los nuevos ricos sea la tendencia hacia las excentricidades. Normalmente, y salvo que seas Elon Musk, una persona que ha crecido en una cuna de oro no suele ser propensa a comprar un jetpack, una escobilla de váter de oro macizo o los últimos calcetines que vistió Michael Jackson en concierto. Y Jungkook siempre había odiado ese tipo de cosas, creyéndose con superioridad moral cuando leía por internet el último derroche de dinero que había hecho alguna estrella del rock.
Pero entonces, el duende de la fama llamó a su puerta. Su talento empezó a destacar más y más, y casi sin darse cuenta se descubrió teniendo tanto dinero que podía comprar absolutamente cualquier cosa que se le encaprichase. Y su primera excentricidad como famoso llegó: Un ático en un gran rascacielos con piscina privada. Hacía ya cinco años desde que se había mudado y nunca se había arrepentido menos que en ese instante.
¿Por qué?
Pues porque, protegido bajo una sombrilla y fingiendo leer algo con su móvil, estaba disfrutando de las mejores vistas de la ciudad: Su marido nadando de un lado al otro, jugando en la piscina.
Siendo realistas, Jungkook estaba insensibilizado ya a ver torsos masculinos desnudos: Había algo en los gimnasios de hotel que hacía que los hombres musculosos sintiesen la tentación irresistible de quitarse la camiseta, quizá como una forma de mostrar su masculinidad o presumir de sus logros físicos escudados en la excusa de tener calor. Y siendo un hombre joven homosexual, siempre disfrutaba de aquello, y casi era una motivación para no abandonar su rutina cuando estaba de gira. Para qué mentir, incluso había disfrutado más íntimamente de aquellos cuerpos esculturales invitando a alguno que otro desconocido a su habitación para quemar algo de testosterona y estrés entre las sábanas.
Pero Taehyung...era distinto. Su cuerpo, naturalmente delgado, tenía dibujada la delicada línea de sus músculos con suaves pinceladas sobre su piel ligeramente tostada por el sol. Sus largas piernas, coronadas con aquellos glúteos redondos y firmes, eran la definición de la perfección. Lo absurdamente atractivo que le hacía estar su cabello oscuro mojado por el agua, que se peinaba una y otra vez con sus grandes manos de forma descuidada. Dios, era tan precioso...
Y lo peor de todo, era que ni siquiera pretendía serlo. Simplemente así era él: natural, salvaje, tan inusual como aquel matrimonio. Él solo estaba disfrutando del frescor del agua, sonriendo relajado completamente ajeno a que Jungkook tenía puestos los ojos sobre él. Probablemente, si fuese consciente de ello, se escondería, sentiría vergüenza porque su idol favorito le estuviese mirando. Era una de las cosas menos favoritas de la fama para JK: Cómo las personas no podían comportarse con normalidad a su alrededor.
Y claro que la fama le había cambiado, era inevitable que lo hiciese. Pero en el fondo, seguía siendo un veinteañero normal, aunque la gente se negase a verlo. Sin embargo, tenía la esperanza de que poco a poco Taehyung empezase a verle a él, y no a su alter ego. Porque él estaba ya fascinado con su personalidad ecléctica y chispeante, y deseaba tener aquella energía a su alrededor.
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JK, marry me! [EN EMISION]
Fanfiction¿Quién no va a adorar a JK? Es el mayor idol del planeta, ganador de un Grammy, su sonrisa podría detener el tiempo y su voz dejaría a cualquiera sin aliento... A Taehyung, uno de sus millones de fans, su mejor amigo le propone una idea para pasar...