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Al despertar por unos toquidos en la puerta, me levanto y me dirijo hacia ella. Abro y veo que es Lando. Me mira con una sonrisa, que desaparece al ver que no estoy lista. Ya ni siquiera me preocupa cómo me vea; simplemente estoy muy... ni siquiera sé cómo describirlo.

—Vengo más tarde, voy a ir a correr —dice, mirándome. Yo asiento y él me observa con un poco de preocupación—. ¿Estás bien?... —pregunta con cautela, pero yo solo lo miro y bajo la vista—. ¿Qué pasó? —pregunta tomándome suavemente del hombro.

—No pasó nada, Lando... solo es muy temprano para mí —digo, y él me ve como si no me creyera ni una palabra. Con mi apariencia, yo tampoco me creería.

—Oye, sabes que somos amigos. Puedes decirme lo que quieras —dice. Yo asiento y él duda si irse o no. Al final, parece que se decide porque me sonríe—. Bueno, iré a correr y regresaré más tarde por ti para irnos al aeropuerto —me dice. Yo asiento y cierro la puerta.

Me di un baño y me arreglé un poco. Revisé mi celular y tenía muchos mensajes de Hudson, pero no quiero responder. Sé que es muy probable que termine peor, pero realmente me siento mal por toda esta situación. Tal vez llorar no me solucione nada y menos si yo no pongo un alto, pero estoy muy alterada. Después de un rato, Lando vuelve a tocar la puerta. Salgo con mis maletas y él sonríe. Pidió el elevador y esperamos en silencio, pero en el elevador y en el camino a su auto...

—Oye, sé que no me incumbe, pero deberías, no sé, platicarlo para que te den una respuesta o al menos que lo tengas fuera de tu cabeza por un tiempo... —me dice. Solo asiento con la cabeza como si eso fuera la respuesta que quiere Lando.

—Todo está bien, solo fue una mala noche. Ya sabes, nervios. Es mi primer gran premio con McLaren y también pues estoy nerviosa, es todo —le digo, tratando de que no siga preguntando porque en cualquier momento voy a volver a llorar.

—Está bien, Lou... Pero puedes confiar en mí... —me dice.

—Lo sé, está bien —digo. Lando solo asiente y sigue viendo el camino. Llegamos al aeropuerto donde Lando se pone una gorra y unos lentes.

—Vámonos —dice. Se baja del auto y yo lo sigo.

Fuimos directo a una entrada y subimos al avión. Me puse mis audífonos y traté de dormir durante el viaje. Al parecer funcionó porque cuando Lando me despertó, ya habíamos llegado. Bajamos del avión, fuimos por las maletas y un carro vino por nosotros. Lando ya se veía cansado de estar de arriba para abajo. Llegamos al hotel y en recepción no solo nos dieron la llave, sino también un pase para varios lugares del hotel. Al parecer, mi cuarto y el de Lando están frente a frente, entonces Lando y yo bajamos en el mismo piso. Cada quien entró a su cuarto. El mío tiene unas vistas maravillosas. En eso, me llega una notificación de Instagram de la cuenta de McLaren que me mencionó en una publicación dándome la bienvenida a la familia papaya. Eso logra sacarme una sonrisa y en ese momento tocan mi puerta. Es Lando otra vez.

—Oye, me están hablando los chicos. Se van a juntar en una de las suites y no sé si quieras ir a conocer a los demás —dice, pero se nota la intención de que me distraiga un poco de lo que me está pasando.

—¿Me invitas para que pueda ver mejor mis opciones? —bromeo y él asiente con la cabeza.—Sí, me urge que veas a los candidatos para que dejes al tarado —dice como si estuviera desesperado por que "reconsidere sus ofertas"—. Si vienes, te vas a dar cuenta de que son muy atractivos —dice Lando y yo me empiezo a reír—. Si te quieres cambiar, está bien, te espero. Mientras, yo les digo a mis candidatos que usen sus mejores atuendos y que Charles no se ponga esos pantalones tan extraños de rayas —dice recordando y sacando su celular. Me da miedo que realmente lo haga.

Las noches que la prensa no ve (Charles Leclerc)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora