Los eventos históricos narrados en esta historia son una reinterpretación y reimaginación de eventos históricos reales
Regresó justo al momento en que Yoltic entraba en Tenochtitlan, con el talego en la espalda y su vestimenta usual. Al otro lado, en una de las esquinas del palacio, aguardaba Tlacaélel. Sonreía con discreción y agrado. Al parecer, su pasado había solucionado los conflictos en Coyoacán y volvía victorioso.
Yoltic caminó hasta la entrada del palacio e hizo una profunda reverencia. Con un gesto de mano, Tlacaélel le indicó seguirlo. Dentro del palacio tomaron los pasillos menos transitados hasta llegar a uno de los salones al fondo.
—Tenerte de vuelta aquí es un triunfo, habla bien de tu pericia y de mi atino al encomendarte una misión tan delicada.
Tlacaélel se sentó en el equipal lejano del salón. Aquí dentro, los ruidos cotidianos del palacio estaban tan lejanos que parecían estar totalmente aislados. No era de sorprender que Tlacaélel escogiera este sitio para sus reuniones clandestinas.
—No soy digno de sus palabras, mi señor, únicamente cumplía con mis deberes —respondió Yoltic inclinando la cabeza. Su rostro y mirada eran de nuevo estoicos, inescrutables; la flama de vida que portó en Neltiliztitlan se había apagado por completo—. ¿Recibió mis reportes?
—Sí. Fue astuto de tu parte emplear como mensajero a uno de nuestros enemigos. Pocos aquí se dignan a siquiera mirarlos, mucho menos sospechan que puedan estar haciendo algo de importancia. No obstante —clavó la mirada en Yoltic—, ¿qué hubiese ocurrido si el esclavo hubiese decidido traicionarte y regresar de vuelta a su ciudad? O, peor aún, ¿dar aviso a nuestros enemigos de nuestros asuntos?
—Yo mismo hubiera ido en su búsqueda para degollarlo al instante.
—¿Tú? Qué idea tan ingenua y absurda.
Tlacaélel sonrió con malicia. Yoltic se ruborizó ligeramente ante el sarcasmo y desdén de sus palabras. Logró contener su enojo y permanecer en silencio.
—Tienes numerosas virtudes, mas entre tus defectos se encuentra uno muy grave: no tienes ni habilidades, ni entrenamiento como guerrero, ¿cómo someterías a un esclavo cuyo mérito fue destacarse en combate? Agradece a los reverenciados dioses su compasión de evitar un mal en esta ocasión. En el futuro espero más prudencia de tu parte.
—Por supuesto, mi señor, mi corazón se alivia al escuchar su perdón.
—Suficiente charla al respecto. Me debes todavía el reporte final de tu encomienda. Dime, ¿cómo lograste expulsar a los rebeldes, seguidores de los viejos códices, de nuestros dominios?
Ahora que conocía la verdad, escuchó entretenido el relato que hizo su pasado a Tlacaélel. Se trataba de una artimaña muy bien elaborada entre la guardiana de Coyoacán y él para asegurar el triunfo de Neltiliztitlan. Con toda la inteligencia y astucia de Tlacaélel, su plan había estado tan bien elaborado, que era imposible dudar de su veracidad.
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El espejo de obsidiana
AdventureUna sombra acosa sus sueños, la pérdida del viejo amor, una deuda con el pasado. Después de que un espectro casi termina con su vida, José Leonardo iniciará una carrera contra el tiempo para descubrir la misteriosa razón de sus visiones y por qué se...