Una sombra acosa sus sueños, la pérdida del viejo amor, una deuda con el pasado.
Después de que un espectro casi termina con su vida, José Leonardo iniciará una carrera contra el tiempo para descubrir la misteriosa razón de sus visiones y por qué se...
Los eventos históricos narrados en esta historia son una reinterpretación y reimaginación de eventos históricos reales
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A diferencia de otros días, cuando terminó sus labores en el juzgado, Yoltic no emprendió su camino de regreso a casa. Por el contrario, permaneció oculto entre las sombras de uno de los pasillos del palacio. Recargado contra un muro, observaba con cautela el ir y venir de la gente. José Leonardo aprovechó la oportunidad para alejarse un poco y aventurarse a la parte solitaria del palacio. Tlacaélel había salido misteriosamente de la ciudad por un día y estaba seguro que su partida no tenía relación alguna con un asunto oficial de Tenochtitlan. Lo más probable es que hubiera ido a encontrarse con el traidor y, si tenía un poco de suerte, podría encontrarlos en uno de los salones del fondo.
Tras no encontrar nada más que algunas alimañas e insectos furtivos, caminó de vuelta a donde aguardaba su pasado. Al otro lado del pasillo, alcanzó a distinguir un grupo de cinco personas que se acercaba a ellos. Se trataba de cuatro miembros de la nobleza, a quienes reconoció de vista, e Itzcóatl.
La frustración anterior pronto fue reemplazada con entusiasmo. Ésta era una oportunidad única. Si bien sería difícil acercarse al tlatoani y desembarazarse de los nobles para hablarle en privado, Yoltic podía utilizar la excusa de querer discutir un asunto urgente del juzgado con él. Incluso argumentar que Tlacaélel le encargó estar al pendiente de su salud. Sin embargo, él parecía ser el único interesado en idear una estrategia para hablar con Itzcóatl. Yoltic permanecía inmóvil y frío, la mirada clavada en el extremo opuesto del salón.
El grupo se detuvo a unos metros de donde estaban y varias personas se aproximaron para aprovechar la oportunidad de intercambiar algunas palabras con ellos. Tras unos minutos, Itzcóatl se despidió de los nobles y continuó solo su camino al interior del palacio. Cuando el tlatoani cruzó frente a ellos, hizo un leve saludo con la cabeza, claramente reconociendo a su pasado. Yoltic respondió con una reverencia pero no hizo intento alguno de acercarse, casi parecía como si estuviera clavado al muro y le fuera imposible moverse. El tlatoani llegó al final del pasillo y estaba por desaparecer en uno de los jardines interiores del recinto.
"¡Ya se va! ¡Muévete, con un carajo! ¡Se está largando!" ordenó José Leonardo desesperado, sacudiendo las manos frente a su pasado en un intento vano de comunicarse con él.
Como era de esperarse, Yoltic no tuvo noticia alguna de la persona invisible que brincaba, daba palmadas en el aire y gritaba insultos frente a él. Lo más extraño era que tampoco estaba interesado en Itzcóatl. Algo absorbió por completo su atención y transformó su gesto estoico en una expresión de asombro e indignación. Al seguir la línea de su mirada, encontró que, en el otro extremo del salón, estaba Miztli.
La confusión de encontrar al otro espía de Neltiliztitlan le hizo olvidar el asunto de Itzcóatl también. No podía explicarse qué hacía aquí cuando ni la noche anterior, ni esta mañana lo había visto al lado de Nezahualcóyotl.