Capítulo 4.

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2016.

Saint Denis International School.

Unos suaves murmullos son lo que despierta a la rubia, acostada en una nube de cansancio y felicidad en su cama del internado. A pesar de lo caótico de la noche anterior, porque ella no tenía ningún tipo de experiencia, está agradecida por el cuidado, cariño y comprensión con la que Robin la trató hasta que la dejó en el hueco de la verja.

Para cualquier persona que lo supiera, la relación entre él, de 20 años, con ella, de 16, era cuanto menos llamativa. Pero a ninguno de los dos le preocupaba lo suficiente cómo para esconder su relación por ello.

— ¿Li? — La voz de su mejor amigo en la residencia femenina le llama la atención, no entiende cómo se ha metido sin tener problemas. — ¿Estás despierta? — La chica se gira y abre cuidadosamente un ojo, el gesto serio de Théo la pone en alerta. — ¿A dónde fuiste anoche?

— ¿Qué pasa? — Pregunta ella con la voz ronca, recién despierta.

— Li, necesito que me digas con quién estuviste anoche.

— ¿Qué...? — Théo bloquea la pantalla del teléfono y se sienta en la cama, están solos por lo que no es capaz de descubrir con quién hablaba previamente. — ¿Qué pasa, Théo?

— Li, ¿estuviste con mi hermano? — La chica traga saliva y fija sus ojos en los de su amigo. — No me voy a enfadar, te lo prometo, te lo juro Li por mi madre. — Ella asiente. — Bien... Entonces no sé cómo decirte esto.

— ¿Cómo decirme qué? ¿Qué está pasando? 

La cabeza de Lidia se pone en lo peor, ¿estaba con otra? ¿Ha estado teniendo todo el tiempo una relación paralela? ¿Una relación de verdad con otra chica? ¿En la que son novios?

— Théo, ¿qué pasa? — Susurra la chica viendo cómo el mediano de los Le Normand aprieta los labios. 

— No te lo ha dicho, ¿verdad? — La rubia frunce el ceño levantándose bruscamente de la cama, Théo la agarra de los brazos con fuerza. — Está bien, no te preocupes, pero respira, Li. — El chico suspira y le desbloquea el móvil, abierto en la conversación con su hermano.

Théo pasa de largo los audios que había intercambiado con su hermano hasta llegar a un largo texto que hace que Lidia frunza el ceño. La rubia observa a su amigo, que suspira pasando su brazo por encima del hombro de ella.

Lidia lee poco a poco el texto de Robin, informando a su hermano de cómo en los próximos días se va a hacer oficial su fichaje por un equipo vasco. Le indica que a la chica no le ha dicho nada y que, por favor, sea él quién se lo diga en cuanto pueda.

— ¿Se ha ido?  — La voz de Lidia sale en un hilo, tan frágil que parece estar a punto de romperse. 

Su mejor amigo la abraza con fuerza, Lidia entierra su cabeza en el cuello del chico. Las lágrimas empapan esa zona y Théo la siente temblar contra él. Pasa la mano por su espalda con cariño, acariciándola para calmarla.

— Ya está, Li... — Ella niega.

— No me lo ha dicho, Théo. — Se echa hacia atrás, sus ojos grises no destacan sobre las venitas rojas. — No me ha dicho nada y ayer... — Se siente tonta, por haberlo creído, por haber caído entre sus brazos. — No puede ser... — Su voz vuelve a ser igual de fina que las últimas notas de una canción.

Minutos más tarde, el móvil de Théo suena en un lado de la cama. El nombre de su hermano mayor aparece en pantalla, él suspira cogiendo el teléfono y aleja a Lidia de su cuerpo. Tiene la cara tan hinchada que asusta, pero sigue siendo una chica preciosa.

— Tengo que coger, Li, ¿vas a estar bien? — Ella asiente, Théo suspira dejando un beso en su frente. — Vengo ahora. 

Lidia observa a Théo salir del cuarto, busca su teléfono con avidez y lo encuentra encima del escritorio. Aprieta los labios y decide desbloquearlo, le tiemblan las manos, sólo tiene un mensaje de Robin.

Lo siento.

La chica aguanta una risa nerviosa, que se ve camuflada de nuevo por el llanto que la aborda. Se deja caer en el suelo hasta quedar sentada, esconde la cabeza entre las rodillas y las aprieta contra ella, intentando que deje de doler todo eso que le aprieta el corazón.

Siente que el mundo se cae a sus lados, ha sido la peor de las rupturas, y sin serlo realmente. Se ha dejado engatusar por un chico más mayor que ella, que la conocía de toda la vida, prácticamente, que la había visto crecer porque la habían acogido en su casa.

— Lili... — Eloise entra en el cuarto con la respiración agitada. — Ya me lo ha dicho Théo, ven aquí, mi niña. — Ella acepta el abrazo que le regala su amiga, aún así no se siente reconfortada.

El dolor, cuando llega, lo llena todo. Cubre todas esas zonas de felicidad y las hunde bajo una capa de tristeza inquebrantable. Lidia se siente acompañada, pero a la vez más sola que nunca.

— Li... — Ella levanta la cabeza, Théo le señala el teléfono, el chico tiene los ojos rojos que hasta preocupa a su mejor amiga. — Quiere...

— Por favor, no...

— Como mucho cinco minutos, sólo cinco, Li, te prometo que los cronometro, después me llevo el teléfono. — Ella niega de nuevo, Eloise es la que estira la mano y recoge el dispositivo.

— Yo me quedo contigo, Lili. — La pelirroja pone el altavoz y coloca el teléfono al lado de Lidia, que niega, se pasa la mano por debajo de la nariz para limpiar el aguilla que le caer por esa zona.

— Lid... — Ella se pone la mano sobre la boca, intentando ahogar el sonido de dolor que quiere dejar su cuerpo. — Perdóname por no decirte nada, perdóname... — Él tiene la voz tan rota cómo ella, y ambos sienten el mismo dolor por la separación. — No quería hacerte daño y sólo nos he hecho daño a los dos, lo siento, mucho, no sabes cuánto, Lidia... — Él ríe nervioso al otro lado de la línea. — Sé que no me vas a decir nada, y sé que ahora mismo me odias, o espero que lo hagas, porque me lo merezco... Seguro que estás igual de preciosa que siempre, pero con esos ojitos hinchados.. Lo siento, Lidia, de verdad, no podía decírtelo porque... No me ibas a dejar, no ibas a acabar esto y si tú me pedías por favor que no lo dejáramos yo... yo no podía negártelo. — El llanto silencioso se aviva por parte de la rubia, que se mantiene mirando la pantalla del móvil en silencio. — Lo siento.

— Te acostaste conmigo, y te fuiste. — La verdad cae sobre todos los presentes en la sala, y Robin siente cómo el corazón se le aprieta en el pecho. — Era eso, ¿verdad? Acostarte con la niña tonta que lleva detrás de ti media vida, después de tenerla siendo amigos cercanos por dos años.

— Lid sabes que...

— No, Robin, no sé nada. — Se limpia las lágrimas que le caen por las mejillas con fuerza, dejándolas rojas. — Sé que anoche te acostaste conmigo y hoy, mágicamente, estás en España porque te han fichado para un equipo. Enhorabuena, supongo, pero no vuelvas a buscarme.

— Lidia...  — Ella le hace una señal a Théo, que asiente.

— Suficiente, Rob, suerte hoy.

Las dos chicas se quedan en silencio en la habitación, después de la confesión de Lidia, Eloise no tiene ni idea de cómo confortarla. Se dedica a abrazarla, en un vago intento de recomponerla.

Lidia Oliveira se rompió ese día, y nunca volvió a ser la misma de antes.

eighteen • Robin Le NormandDonde viven las historias. Descúbrelo ahora