Capítulo 15.

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2024.

Bad Lippspringe, Alemania.

Sábado, 29 de junio.

No nos estamos jugando poco. — El discurso está a punto de terminar, Lidia sigue masajeando el trapecio de Mike. — Estamos en octavos de final, es lo más fácil de todo el torneo. Y no nos jugamos poco. — La repetición de lo mismo con lo que inició la charla, y lleva reiterando desde entonces, hace que la chica desconecte.

Total, esa charla no es para ella.

Desde que se fue del pueblo en el que se encuentra concentrada la selección española, tras observar cómo Robin Le Normand iba por el bosque de vuelta al residencial, no ha vuelto a tener contacto con nadie fuera de su resort de hospedaje.

Los tres amigos de la chica aceptaron desde un primer momento la solicitud de evitar el tema de Robin, y cuanto más de Ferran.

También había hablado con Eloise y Julia por teléfono, aunque siempre mantuvieron el contacto desde que se graduaron en el internado, ninguna de las dos amigas de la chica se esperaba la vuelta de Robin Le Normand de una forma tan arrasadora.

La forma en la que todo su cuerpo reacciona a Robin es algo que no le gusta a Lidia, porque ha puesto todo su esfuerzo desde que él se fue en dejarlo atrás, apartar a un lado lo que un día fueron para darle paso a nuevas personas. Pero es tan fácil con que le roce la muñeca para que ella se paralice, se siente tonta por el poder que tiene el chico sobre su cuerpo sin ser consciente de ello.

O quizás sí que lo es, y por eso lo hace.

Deja de masajear el trapecio y pasa a las lumbares, Deschamps sigue hablando mientras todos los fisios hacen su trabajo, y ella no iba a ser menos.

— Lili, está bien. — Escucha el murmullo del portero, ella afirma en silencio y levanta la mirada.

El resto de futbolistas que no están siendo atendidos, se encuentran con la ropa puesta, por lo que su trabajo ahí está hecho.

Mientras el portero se levanta, Lidia recoge sus cosas enfrascada en sus pensamientos. Aparta en silencio la camilla hacia una esquina de la sala, con una bolsa de tela al hombro en la que guarda todas sus cosas.

Sale con cautela de la habitación y respira tranquila cuando el aire de la mañana le mueve el pelo rubio, atado en una coleta alta.

— Lili, te ha llegado una carta.

La rubia frunce el ceño mientras se acerca a la recepción, agradece con media sonrisa, que se disipa cuando lee su nombre con la caligrafía de Robin.

Abre el sobre mientras escucha el barullo detrás de ella, parece haberse acabado la reunión. Saca una pequeña tarjeta y se para a leer lo que pone en ella.

«Sé que te prometí que te dejaría en paz, pero sigo queriendo que vengas a vernos.

J't, R»

Lidia suspira sacando cuatro tickets para el partido de semifinales de España contra Georgia, es imposible que la chica no se sienta mal por todo el tiempo y dinero que está invirtiendo el chico en ella.

— ¿A dónde vamos? — Pregunta el delantero parisino apoyando su cabeza en el hombro de la chica.

— ¿Por qué ibais a ir a alguna parte?

— Tienes cuatro entradas, y eres una persona, así que quién te lo haya mandado ha pensado en nosotros también. — Lidia ríe volviendo a guardar las entradas en el sobre.

— A ningún sitio porque, cito textualmente, no nos jugamos poco. — Eduardo ríe haciendo in gesto con la mano.

— Venga, Lili, mójate un poco, ¿a dónde nos llevas de aventura? — Pregunta el centrocampista sin dejar de sonreír. — ¿Dortmund? ¿Düsseldorf? ¿Hannover?

— A ningún sitio, ya te he dicho, tenéis que estar centrados en octavos, como perdáis a mi me echan.

— ¿Y por qué te iban a echar? Si tu trabajo lo haces bien. — Añade Tchouaméni apoyándose en el hombro de su amigo. — Va, Lils, ¿a qué aventura nos vas a invitar? Hace mucho que no sales de aquí.

— ¿Una semana es mucho?

— En términos de campeonato, sí. Ten en cuenta que nosotros "no podemos". — El delantero hace unas comillas con sus dedos, los tres compartes una sonrisa cómplice. — Venga, ¿qué tienes ahí? — Le quita de entre los dedos con facilidad el sobre, la rubia ni siquiera pone pegas a eso, en el fondo, tiene ganas de ir. — Cuatro entradas para... ¡España Georgia! Nadie se sorprendió, Lils, ¿tu novio se redimió?

Lidia inspira profundamente, y su silencio es la suficiente respuesta para los tres chicos, que ríen. Ninguno la vacila tanto cómo les gustaría, porque entienden lo complicado que puede llegar a ser esa situación.

— ¿No tienes pensado dejarlo? Es evidente que...

— Ky, lleva siendo así tanto tiempo que... Hasta me da vergüenza pensar en lo poco que ha tratado de enamorarme después de estar juntos.

— ¿Y el traidor? — Lidia ríe ante la forma en la que lo llama Eduardo, le sale innata la carcajada.

— El traidor... — La rubia suspira encogiéndose de hombros, señala el sobre que tiene el delantero entre manos con los labios apretados en una fina línea.

— El traidor te tiene con el corazoncito dando volteretas, chiquilla. — Añade Randal, que pasa por la recepción. — Todos lo sabemos, Lils, nos hacemos los locos porque nos sale más rentable. Que sepas que somos team traidor, al menos la gran mayoría.

— ¿Quién es team españolo? Ante todo la patria. — Pregunta Kylian cruzándose de brazos.

— Por razones obvias, Jules. — Lidia siente que se le cae el alma a los pies, los cuatro chicos la observan palidecer. — No le ha dicho nada, está más que amenazado, Lili. — Ella asiente y traga saliva, se la ha estado jugando demasiado sin darse cuenta. — Antoine también, Dembo creo que anda ahí ahí... ¡Ah! Kanté también es team españolo.

La chica se ríe nerviosa mientras escucha cómo comentan lo que cada uno prefiere para la rubia, pero ella desconecta rápidamente de la conversación. Saca su teléfono y va a la agenda de contactos, una vez ahí busca el número del chico y llama.

Se despide con una sonrisa de los chicos mientras camina con el teléfono en la oreja hacia el jardín. El aire fresco de la mañana le balancea la coleta, los pitidos de la línea son su banda sonora.

— ¿Li...? — Ella suspira y se cruza de brazos. — ¿Todo bien, cariño? — El labio inferior le tiembla, y la bilis amenaza con subirle por la garganta.

— Mañana jugáis a dos horas y media de donde estamos nosotros... — Murmulla ella, la expresión de sorpresa del valenciano no pasa desapercibida.

Robin eso ya lo sabía.

¡Es cierto! Vienen mis padres y mi hermana, pero, ¿te apetece venir? Puedo conseguirte entradas, seguro que... — Ella muerde el interior de su mejilla nerviosa.

— No te preocupes, las ha conseguido Ky, no sé si al final podré ir, pero...

Me duele que no te acuerdes de mi.

Lo siento, Li, estoy un poco ocupado ahora mismo, ¿te llamo más tarde?

— Sí, claro. — Se limpia con rabia la lágrima que le rueda por la mejilla.

Esa llamada nunca llegó de vuelta.

eighteen • Robin Le NormandDonde viven las historias. Descúbrelo ahora