Capítulo 8.

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2024

Bad Lippspringe, Alemania.

Lunes, 16 de junio.

Lidia escucha atentamente las notas de su jefe, ella comenta alguna de las cosas de las que se ha percatado de los jugadores.

Quizás es la peor parte de su trabajo pero, a su vez, le gusta bastante llevar el control de los jugadores. Su rendimiento depende proporcionalmente de su estado físico, y Lidia, a la que nadie la gana en competitividad, quiere ser perfecta para que tengan el menor margen de error posible.

Unos golpes en la puerta pausan la reunión, el delantero francés se asoma con una sonrisa de suficiencia que pone en alerta a la española.

— ¿Os queda mucho? Preguntan por ti, Lils.

— Unos minutos, Kylian, gracias. — El jefe de la chica echa de manera educada al futbolista, pero mira a la rubia y suelta una risa. — Tienes más visitas tú, que nosotros aficionados en un partido en contra.

— Giuseppe... — Ríe Lidia, cerrando su libreta de notas con media sonrisa. — ¿Te importa?

— Que va, estás haciendo muy buen trabajo, Lidia, me alegra tenerte aquí con nosotros.

La chica siente una calidez en el pecho que la hace sonreír, le gusta que se la tenga en cuenta en ese aspecto. Ambos salen de la sala de reuniones hablando de los horarios que han establecido, que tendrán que modificar según las necesidades de los partidos.

— No vale que traigas a jugadores de la contra siempre, eh. — Lidia frunce el ceño al escuchar a Camavinga, que le guiña un ojo. — Que sepas que Kylian está un poco molesto, ahora piensa que ese chico es tu segundo mejor amigo.

— ¿Pero qué...? ¿Qué chico? ¿Qué dice? — Ambos se paran en la recepción del hostal ante la cantidad de preguntas que dispara la chica en un corto espacio de tiempo.

— Lid.

Un cosquilleo recorre la nuca de la rubia, no se quiere girar, sus ojos suplican ayuda por parte de su amigo, que simplemente sonríe a esperas de que diga algo.

— Por favor.

Le tiemblan las piernas, las nota tan débiles que se siente estúpida por ello. Escucha cómo le late el corazón, el sonido de la sangre al chocar con fuerza contra sus vasos sanguíneos. Intenta coger aire, pero siente que boquea como un pez fuera del agua.

Vuelve a tener 14 años, y está volviendo de fiesta con el hermano mayor de su mejor amigo.

— Deberías hablar con él, rubia. — El centrocampista ladea la cabeza, y ella muerde el interior de su mejilla.

— ¿Vamos fuera? — Pregunta el defensa español. — No quiero molestaros. — Señala hacia el futbolista francés, que hace un gesto de indiferencia con la mano.

— No molestas, pero así tendréis más privacidad. Aquí las paredes son de papel. — Lidia y Robin posan su mirada en el chico, que se encoge de hombros. — Conozco a mis compatriotas, tío, y todos adoran a Lils.

— Lo pillo. — Mira hacia la rubia, esperando a que ella le diga hacia donde ir.

— Vamos.

eighteen • Robin Le NormandDonde viven las historias. Descúbrelo ahora