Capítulo 18.

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2024.

Bad Lippspringe, Alemania.

Martes, 2 de julio.

— ¿Está sangrando? — Lidia lleva hacia sus labios el puño lleno de palomitas. — ¿Y va a seguir jugando? — Cuestiona la española con la boca llena.

— ¿Si? — Lidia rueda los ojos acomodándose en el sofá individual en el que está sentada.

Las piernas de la chica cuelgan de uno de los brazos del sillón, su espalda recostada contra la esquina contraria del mueble. Nota la mano de Kylian robarle las palomitas, a lo que ella responde con un golpe en la mano.

— ¿La dieta?

— Lili, déjame disfrutar de algo en la vida. — Saca con facilidad su mano de debajo del brazo del chico.

Lidia aparta el bol hacia el otro lado, y escucha cómo el chico resopla. Ríe en bajo mientras observa cómo vendan la cabeza del jugador neerlandés.

— Madre mía, ese chico va a desangrarse, ¿tenéis preparación para hacer RCP y esas cosas?

— Lidia, en los partidos de tu novio estabas mucho más calladita.

— Ex novio.

— No me refiero a eso.

— Cállate.

La chica se mete más palomitas en la boca mientras la risa del delantero francés la rodea, el chico vuelve a meter la mano en el bol sin preocupación.

— ¿Y no te ha dicho nada? — La rubia echa hacia atrás la cabeza, buscando con la mirada al chico. — Ya sabes, mi desertor favorito. — Lidia ríe y niega con media sonrisa.

— Le estará dando vueltas a algo, es sumamente detallista.

— No hace falta que lo jures.

Y no estaba mintiendo, porque cinco amigos iban en el coche que la federación tiene preparado para los movimientos de los jugadores de camino a la ciudad alemana.

— Me parece surrealista ser parte de esto, Ferran es mi colega.

— Venga, Oyar, enróllate un poco, que nuestro chavalin quiere ganarse el corazón de una moza. — Comenta Remiro, al volante del vehículo.

— Además, tío, si te consuela, le puso los cuernos mientras estaban en un parón, y Ferran no se arrepentía. La chavala merece a alguien como el colega. — Zubimendi pasa el brazo, como puede, por encima de los hombros de Robin, quién sonríe nervioso.

— ¿Y si sale mal?

— ¡Mikel! — Menos Robin, corean el nombre de Merino, en la esquina derecha del coche, detrás de Oyarzabal.

— Si sale mal pues nos hemos dado un paseo por el país. — Comenta el portero apretando las manos en el volante. — Pero, ¿por qué iba a salir mal?

— Esa chica tiene una mala hostia que podéis flipar, si se le va la pinza es capaz de... no sé, pincharnos las ruedas del coche y dejarnos a la intemperie.

— No haría eso, ¿verdad? — Cuatro pares de ojos se posan en Robin, quién no ha dicho ni una sola palabra desde que empezaron el viaje.

— ¿Lid? No, probablemente haría algo peor, tiene una gestión de la rabia cuanto menos curiosa. — El francés suspira apoyando la cabeza contra la carrocería del coche. — Pero Théo me ha dicho que vía libre, así que imagino que estará receptiva y no tendrá ganas de tirarme, no sé, una botella de cristal a la cabeza.

eighteen • Robin Le NormandDonde viven las historias. Descúbrelo ahora