Capítulo treinta y tres: Desmoronarse

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Mathews recoge el arma que llevaba el cazador y la apunta hacia mí al escucharme pronunciar ese nombre. Yo alzo las manos de inmediato, pidiéndole que por favor me escuche, pero hace caso omiso a mis palabras. Me ordena dejar mi arma en el suelo y yo obedezco a su petición, consciente de que de cualquier manera llevo más bajo la chaqueta. Les indica a Peter y a Summer que permanezcan alejados de mí mientras Tobby le ladra desesperado, tratando de soltarse. Los chicos, más confundidos y aterrados que antes, no saben a quién escuchar ni de qué lado estar.

—Jack, por favor. Vinieron a matarlos...

—¿Quién carajo eres? —pregunta seco, pero firme.

Está furioso y realmente herido. Sus ojos comienzan a tornarse rojos, y puedo percibir cómo algo en su interior se quiebra. Me observa con odio, un resentimiento que esperaba no vivir para recibir. Hay un punto intermedio en su mirada entre el hombre que conozco y el agente al que he enfrentado, como si ambas personalidades comenzaran a fusionarse hasta que una desapareciera. Se siente traicionado y sumamente estúpido. Su mundo parece colapsarse al intentar procesar la información que llega a él como una ráfaga de balas que no consigue esquivar.

—Te prometo explicarte todo, pero primero debes llamar a Anderson... —Trato de acercarme a él, pero apenas doy el primer paso, él carga el arma y yo me detengo.

—Hermano, creo que tenemos que calmarnos... —sugiere Peter, pero Jack sigue mirándome fijamente, exigiendo una respuesta.

—En la agencia me conocen mayormente como Agente A —digo con pesar—. Vine a Santa Mónica porque tu identidad fue descubierta el verano pasado; interceptamos una llamada entrando a tu celular durante un enfrentamiento.

—¿Y tus órdenes? —cuestiona.

—Mis órdenes... —Articular las palabras se torna complicado, tengo que concentrarme en respirar—. Mis órdenes eran acercarme a ti para conseguir la ubicación de tu base, la identidad de tu padre y más información relevante antes de asesinarte.

Peter y Summer nos observan como si hubiésemos perdido la cabeza. De no ser por el cadáver en el suelo, tal vez incluso pensarían que se trata de una mala broma que organizamos en su contra. En Jack, por otro lado, desaparece la última gota de cariño que sentía por mí al escucharme confesar. Mi labio inferior titubea y las lágrimas comienzan a rodar por mis mejillas, realmente esperaba hacer esto de una mejor manera. Quería tener la oportunidad de besarlo una última vez, de abrazarlo y reafirmarle que lo que pasó entre nosotros fue genuino a pesar de haber iniciado como una trampa. No planeaba confesar después de abrirle la garganta a una persona.

—Dame una maldita razón para no poner una bala en tu cabeza en este instante.

—Traicioné a los Sombra, al igual que Anderson.

—Entonces Anderson sabía lo que hacías aquí.

—Sí, pero...

—¡No quiero escuchar otra puta palabra, Sombra!

—Ya sé que no —respondo con calma, tratando de que mi voz no se quiebre cuando me llama por ese nombre—. Y también sé que no confías en mí, pero no insistiría si no fuera de vida o muerte. Los cazadores vinieron a por todos los que estuvieron ayer en la fiesta y Brian envió la ubicación de tu base hace como una hora. Hay que advertirle a tu padre.

—Brian... —pronuncia con asco, pero percibo un atisbo de miedo en su mirada al saber que su gente corre peligro mientras vuelve a preguntarse cómo pudo ser tan idiota—. ¿En dónde está él?

—Muerto —respondo luego de tragar saliva, con un nudo atorado en la garganta—. Él asesinó a Marie y luego iba a hacer lo mismo conmigo, así que le disparé.

Eres Mi MisiónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora