Capitulo treinta: Expedientes

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Tomó toda la tarde, discusiones y una dura negociación, pero al final Jack consiguió que mantuvieran a Oliver conectado por un par de meses más. El doctor trató de explicarle que las posibilidades de que el niño despertara eran demasiado bajas y que esperar más tiempo sería simplemente un desperdicio de recursos, pero él se negó a escuchar las excusas. Mark nos alcanzó más tarde. No estuvo feliz de verme aún en el lugar, tampoco lo estuvo al saber que tendría que seguir pagando por los medicamentos y las noches de hospital. Sin embargo, al notar la desesperación en la mirada de su hijo, no le quedó más opción que ceder a la petición. Dos meses es todo lo que pudo conseguir para el pequeño y, aunque no es ni de cerca mucho tiempo, me carcome la posibilidad de que probablemente yo ya no estaré aquí para acompañarlo si lo peor sucede.

Observo a Jack recostado sobre mi pecho, aferrado a mi torso después de un día bastante agotador. Por fin su expresión está relajada y sus músculos dejaron de contraerse por la incertidumbre. Me limito a acariciar su cabello mientras él permanece con los ojos cerrados. Dijo que quería ver un episodio de su sitcom favorita, "The Good Place", para distraer su mente, pero se quedó dormido apenas pasaron los primeros minutos. No hago ruido, pretendo que descanse tanto como sea posible, aunque en su celular ya haya varios mensajes de su padre preguntando por su paradero. Me pesa comprender lo seguro que se siente conmigo, tanto como para bajar por completo la guardia una y otra vez.

La idea que sugirió Anderson parece quimérica, pero por más que trato de convencerme de que obtener un lugar con los silentes no es una opción, algo dentro de mí se aferra a la posibilidad de que así sea. Si formo parte de sus filas tal vez Jack pueda perdonarme. Tomaría tiempo, claro, pero podría considerarme una de ellos y no un monstro... siempre y cuando que fui yo quien asesinó a lan o que estuve involucrada en la explosión del refugio que mandó a Oliver a un coma del cual probablemente ya no despierte.

Qué estupidez, por supuesto que de alguna manera tarde o temprano lo sabrá.

Mientras las ideas azotan mi cabeza, observo mi mochila recargada en la silla del escritorio de mi habitación, arrumbada como si dentro de ella no estuviera la que probablemente es la información más importante que he recibido en mi vida. La tentación de levantarme hasta ella y comenzar mi lectura mientras Mathews permanece dormido me invade, pero soy consiente de que eso sería demasiado arriesgado. Debo concentrarme en algo más.

Con sumo cuidado, decido alcanzar mi celular para contestar los mensajes de Summer acerca de su entrevista, la cual resulto mejor de lo que esperaba. Me calma leer su entusiasmo y por un instante deseo que mis preocupaciones fueran tan simples como conseguir una beca que me permitiera estudiar en la misma universidad que mi novio.

—¿Qué hora es? —pregunta Jack despertando de golpe, somnoliento. De inmediato vuelvo a acariciar su cabello, pero no consigo que cierre los ojos nuevamente cuando se percata de que el reloj de mi tocador marca más de las once—. Carajo, mi padre va a matarme. Le prometí que solo te traería a tu casa.

—Podrías quedarte, será el mismo regaño ahora que mañana temprano. —Él se ríe, sin embargo, se pone en pie.

—Sabes que me encantaría, preciosa. Pero me conviene mantenerlo contento.

—Sí, y después de hoy dudo que le agrade que sigas pasando tiempo conmigo.

—¿De qué hablas? —pregunta y yo niego para quitarle importancia, pero él insiste.

—Tal vez... mencioné sin querer que estuve en el refugio antes del accidente. —Jack suspira cansado, con demasiado en la cabeza como para también preocuparse por eso—. En serio lo siento.

—No importa —contesta dirigiéndome su mejor sonrisa—. Yo me encargo, ¿si? Aunque es muy probable que no asista a clases mañana.

—Tienes suerte de que tu compañera sea lo bastante lista como para hacer los trabajos ella sola.

Eres Mi MisiónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora