•|CAPÍTULO 10: LA BESTIA DEL LUXXE.

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Marc

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Marc.

Trato de mantenerme sereno al recordar nuevamente el moretón que apareció en Adelaine esta mañana y haberle exigido que me diera una explicación lo más calmado posible de lo que le había pasado.

Ese maldito imbécil le puso una mano encima, la tocó tanto que dejó marcas en ella.

La ira que recorre mis venas me tiene tan ansioso que no he dejado de buscarlo con la mirada en los jardines de la institución, porque se que esta aqui. Se que fue solicitado para que diera la información sobre el inicio de temporada de hace un mes.

Adelaine está en los ensayos y he aprovechado para acompañarla.

—¿Sabes si paso algo entre ellos?—La pregunta de William hace que lo mire rápidamente.

Se lleva el vaso de plástico a la boca bebiendo el café que compró hace minutos. Suspiré sabiendo a lo que se referia antes de negarlo.

—No, ella me dijo que no pasó nada entre ellos y confío en su palabra.

—¿Y para qué estamos nosotros aquí?—Intervino Carlo, el entrenador del equipo.

—Ya lo sabes.

—Sí, sé el plan. ¿Pero porque no quieres que Adelaine se entere?

—Porque ella odia la violencia—respondí lo obvio—, y no quiero que se moleste conmigo.

—¿Entonces nosotros debemos esperarla aquí y decirle que fuiste por Grace?—William se acomodo los lentes de sol.

Asentí volviendo a suspirar.

—¿Si hago esto entonces serás el padrino en mi boda?—Añadió él.

—Aun me cuesta comprender que te vayas a casar con Gigi—Carlo hizo un gesto burlesco sabiendo que se trataba de su hermana.

Me levanté al verlo bajar los escalones mientras sostenía su maletín y se abrochaba ese ridículo saco de traje.

—¿Es ese?

—Él mismo—intervino William antes de que respondiera.

—Dios, si que le queda el apodo del estirado.

—Cuidenla bien y tratan de parecer normales—les indique señalando a ambos.

Ambos asintieron y me encaminé en su dirección. En estos momentos agradecía que no hubiera tanta gente para pasar rápidamente desapercibido.

Comencé a seguirlo más de cerca manteniendo mi distancia y girando al estacionamiento. Según Carlo su coche está en uno de los pisos de arriba por lo que nos estacionamos una hilera más atrás del suyo.

La adrenalina cada vez se hacía más insoportable que contaba los segundos en los que él se acercaba más al elevador.

En cuanto presioné el botón y minutos después las puertas se abrieron, las detuve de inmediato poniendo un pie entre ellas.

ANACRONÍA. | 𝗟𝗜𝗕𝗥𝗢 𝗜 & 𝗜𝗜 «𝗕𝗢𝗥𝗥𝗔𝗗𝗢𝗥 𝗦𝗜𝗡 𝗘𝗗𝗜𝗧𝗔𝗥»Donde viven las historias. Descúbrelo ahora