•|CAPÍTULO 12: LOS ANHELOS DEL CORAZÓN.

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Adelaine

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Adelaine.

Acomodo el pequeño espacio de la cripta de mi abuela dejando un ramo de lilas y las rosas que Marcus le compró de su parte.

Puedo sentir que se encuentra detrás de mí en silencio mientras sostiene a Grace que logra balbucear sonidos que causan que su padre la anima a seguir intentando hablar.

El largo suspiro que suelto me estremece y trato de parpadear varias veces deseando que las lágrimas desaparezcan. Ella era como mi madre, me enseñó las cosas que sé y a no rendirme cuando nada salia como quería. La única que me hacía sentir que en verdad importaba y que no solo esperaban de mí premios o primeras planas en los medios.

La extraño tanto que aun siento que no era su momento para mancharse de este mundo, sin embargo, sucedió. ¿Por qué las abuelas maternas duelen más al irse?

—Me duele más su muerte que la de mi madre—me sincere con la culpa que sentía por tan solo pensar eso, pero es algo que he guardado y necesitaba sacarlo.

—Y no tienes que sentirte mal por eso, nena—musito con tranquilidad—, tu abuela te amaba con pureza.

—Mi madre solamente me mostraba afecto en público—susurre mirando fijamente la cripa.

Mi voz hizo eco en los largos pasillos de mármol haciéndome estremecer nuevamente.

—Creeme que es difícil de olvidarlo—su voz salió un poco dura lo que no me sorprendió en lo absoluto.

Con la mano libre tomo la mia dandole un leve apretón lo que agradecí infinitamente.

Abuela he encontrado a un buen hombre que me ama y me acepta como soy, estoy segura de que tu lo amarías porque es tan diferente a mí. Gracias por haberme cuidado cuando te necesite y darme tu mano para consolarme.

Me atrevo a dejar salir una lágrima mientras volteo a verlos poniendo una sonrisa. Cierro los ojos sintiendo los labios de Marcus en mi frente y la manita de Grace en mi mejilla lo que me hace reír entre lágrimas ya que siento tanto amor que nunca creí experimentar.

Le doy un último vistazo a la cripta antes de quitarme y agacharme para recoger mi bolso, en cuanto llegamos Marcus decidió que nos instalaríamos en la antigua casa que compró cuando nos casamos por lo que en cuanto acabamos vinimos aquí.

En silencio nos encaminamos por los pasillos a una de las salidas traseras ya que se corrió la voz de que él está aquí y ahora los paparazzis están esperándolo.

—Un buen baño y a descansar—le musito a Grace que comenzaba a cabecear contra su pecho.

Son casi una copia una del otro que hasta duermen en la misma posición.

En cuanto subimos al coche, no lo pensó dos veces que en cuanto sostuve a Grace, me paso su manta rosa y la tuve que cubrir al ver que debíamos pasar por la multitud llena de cámaras.

ANACRONÍA. | 𝗟𝗜𝗕𝗥𝗢 𝗜 & 𝗜𝗜 «𝗕𝗢𝗥𝗥𝗔𝗗𝗢𝗥 𝗦𝗜𝗡 𝗘𝗗𝗜𝗧𝗔𝗥»Donde viven las historias. Descúbrelo ahora