Espero no nos encuentren

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Pablo caminaba por los oscuros pasillos del sótano de la universidad, sus pasos resonando en el silencio inquietante. Su corazón latía con fuerza, y cada sombra parecía moverse con intención, recordándole el peligro constante en el que vivían. Ya había asistido a varias reuniones clandestinas con Marcos, Gabriel y Sara, pero esta noche sentía una mezcla de ansiedad y determinación que nunca antes había experimentado.

Al llegar al aula abandonada, se detuvo un momento para escuchar. El silencio era casi absoluto, roto solo por el débil zumbido de las luces fluorescentes. Inhalando profundamente, empujó la puerta y entró, sus ojos ajustándose a la penumbra.

Dentro del aula, Gabriel estaba preparando el espacio, mirando con frecuencia hacia la puerta, como si esperara ser interrumpido en cualquier momento. Sus ojos serenos intentaban ocultar el nerviosismo, pero Pablo podía ver la tensión en sus movimientos. Marcos estaba afinando su teclado, sus dedos moviéndose rápidamente sobre las teclas, creando un murmullo de notas ansiosas. Sara ajustaba su micrófono y preparaba su técnica de beatbox, su rostro enfocado pero con una chispa de inquietud en sus ojos.

—Pablo, qué bueno verte —dijo Gabriel en voz baja, casi en un susurro—. Esta noche tenemos mucho que discutir y compartir. Pero primero, asegurémonos de que estamos seguros.

Pablo se unió a ellos, sintiendo la tensión en el aire. Aunque el ambiente en la universidad y en la ciudad era sofocante, esos momentos juntos eran un respiro de libertad y creatividad, una chispa de esperanza en la oscuridad.

—Estoy listo para lo que venga —respondió Pablo, intentando sonar seguro—. Cada vez que nos reunimos, siento que estamos construyendo algo más grande que nosotros mismos.

Marcos asintió, su rostro iluminado por una sonrisa confiada pero con un toque de nerviosismo.

—Sí, y creo que hoy podríamos intentar algo nuevo. Tengo una melodía que he estado trabajando y me gustaría ver cómo encaja con el beatbox de Sara y tu voz, Pablo. Pero debemos ser rápidos y cautelosos.

Sara, siempre entusiasta pero también consciente del peligro, se acercó a ellos con su micrófono en mano.

—Estoy lista cuando ustedes lo estén. Vamos a hacer algo increíble esta noche, pero mantengamos los oídos atentos por cualquier sonido sospechoso.

Antes de comenzar, Gabriel levantó una mano, señalando que tenía algo importante que decir.

—Antes de que empecemos, quiero leerles un pasaje que ha estado en mi mente. Creo que nos dará la fuerza y la inspiración que necesitamos. Además, nos ayudará a calmar nuestros nervios.

Abriendo su Biblia, Gabriel recitó un versículo con voz firme y tranquila: "No temas, porque yo estoy contigo; no desmayes, porque yo soy tu Dios que te fortalece; siempre te ayudaré, siempre te sustentaré con la diestra de mi justicia." (Isaías 41:10). Sus palabras resonaron en el aula, llenando el espacio con una energía palpable que contrastaba con la tensión del momento.

Con los ánimos elevados pero aún cautelosos, Marcos comenzó a tocar su teclado, una melodía suave pero poderosa llenando la habitación. Sara añadió sus ritmos de beatbox, produciendo compases y sonidos musicales con su boca, nariz, lengua y voz, creando una base rítmica que complementaba perfectamente la música de Marcos. Finalmente, Pablo cerró los ojos y dejó que su voz se uniera a la armonía, sus notas elevándose y mezclándose con las melodías y ritmos.

La sala se llenó de una música que era más que sonidos; era una declaración de su fe y su resistencia. A medida que tocaban y cantaban, podían sentir una conexión profunda, no solo entre ellos, sino con algo más grande, algo divino.

Do-Re-Mi LibertadDonde viven las historias. Descúbrelo ahora