Un Rayo de Esperanza

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El sol del desierto caía implacable sobre las cabezas de los jóvenes, que avanzaban con dificultad por las dunas de arena. El cansancio y la sed los agobiaban, pero la esperanza de llegar a Dubái y participar en el concierto los mantenía en marcha.

— ¿Cuánto falta para llegar a la frontera? —preguntó Sara, con la voz ronca por la sed.

— No lo sé —respondió Pablo, mirando el horizonte desolado—. Pero Alan dijo que no debería faltar mucho.

— Espero que tenga razón —dijo Marcos—. No creo que pueda dar un paso más.

— Tenemos que ser fuertes —dijo Gabriel—. Dios nos acompañará en este camino.

— "Aunque ande en valle de sombra de muerte, no temeré mal alguno, porque tú estarás conmigo; tu vara y tu cayado me infundirán aliento" —recitó Amir, recordando el Salmo 23.

Las palabras del Salmo les dieron ánimo, y continuaron su camino con renovada energía. A pesar del cansancio y la sed, sus corazones estaban llenos de esperanza. Sabían que el mundo los escuchaba, y que su música podía hacer la diferencia.

De pronto, a lo lejos, divisaron un oasis. Un pequeño lago rodeado de palmeras se alzaba en medio del desierto, como un milagro en el horizonte.

— ¡Miren! —gritó Sara, con alegría—. ¡Un oasis!

Los jóvenes corrieron hacia el oasis, ansiosos por refrescarse y descansar a la sombra de las palmeras. Al llegar al lago, se arrodillaron y bebieron el agua fresca con avidez.

— Esto es un regalo de Dios —dijo Gabriel, con gratitud.

— Sí —dijo Pablo—. Nos ha dado la fuerza para seguir adelante.

Después de descansar y recuperar fuerzas, los jóvenes continuaron su camino. El oasis les había dado un nuevo impulso, y ahora se sentían más preparados para enfrentar los desafíos que les esperaban.

Tras el encuentro con los Guardianes de la Revolución y la intervención del guardia rebelde, los jóvenes de "Do-Re-Mi Libertad" se adentraron con mayor cautela en el desierto. El peligro los acechaba en cada duna, en cada roca, en cada ráfaga de viento. Pero no se dejaban vencer por el miedo. La esperanza de llegar a Dubái y la sed de libertad los impulsaban a seguir adelante.

— No podemos bajar la guardia —dijo Pablo, con la mirada fija en el horizonte—. El régimen no descansará hasta encontrarnos.

— Pero tampoco podemos dejar que el miedo nos paralice —dijo Sara—. Tenemos que seguir adelante, con la frente en alto.

— "No temas, porque yo estoy contigo; no desmayes, porque yo soy tu Dios que te esfuerzo; siempre te ayudaré, siempre te sustentaré con la diestra de mi justicia" —recitó Gabriel, recordando las palabras de Isaías 41:10.

— Gracias, Gabriel —dijo Marcos—. Esas palabras me dan fuerza.

— A mí también —dijo Amir.

Los jóvenes continuaron su camino, con la fe como guía y la música como compañera. Cantaban en voz baja, sus voces mezclándose con el viento del desierto, creando una melodía de esperanza y resistencia.

Al caer la noche, se detuvieron a descansar bajo un cielo estrellado. El silencio del desierto los envolvía, roto solo por el crepitar de la fogata y el canto de los grillos.

— ¿Creen que algún día podremos volver a cantar en nuestro país sin miedo? —preguntó Sara, con melancolía en la voz.

— Sí —dijo Pablo, con convicción—. Algún día, la libertad llegará a Irán. Y nosotros estaremos ahí para celebrarlo con nuestra música.

Do-Re-Mi LibertadDonde viven las historias. Descúbrelo ahora