El sol de la mañana se filtraba a través de las persianas de la cafetería universitaria, creando un juego de luces y sombras sobre las mesas. El aroma a café recién hecho se mezclaba con el murmullo de las conversaciones de los estudiantes, que discutían sobre exámenes, política y los últimos chismes del campus. En un rincón apartado, junto a una ventana que daba a un pequeño jardín interior, Pablo, Marcos, Sara y Gabriel se encontraban reunidos alrededor de una mesa baja, disfrutando de un té y unas pastas. La emoción del día anterior aún latía en sus corazones, pero una sombra de preocupación empañaba sus rostros.
— No puedo dejar de pensar en lo que pasaría si nos descubren —dijo Pablo, rompiendo el silencio. Su voz, normalmente llena de entusiasmo, tenía un tono grave que delataba su inquietud. — Anoche no pude dormir pensando en eso.
— Yo tampoco —confesó Sara, jugueteando nerviosamente con una cuchara. — Cada vez que cerraba los ojos, veía a los Guardianes de la Revolución irrumpiendo en el almacén, apuntándonos con sus armas.
Gabriel, con la serenidad que lo caracterizaba, intentó apaciguar los ánimos. — Tranquilos. Nadie nos vio entrar o salir del almacén. Y como dijo Marcos, las paredes son gruesas. Nadie pudo habernos escuchado.
— Eso espero —murmuró Marcos, con la mirada perdida en su taza de té. Un gesto de preocupación se dibujó en su rostro, y su voz sonó más baja de lo habitual. — He escuchado historias... sobre lo que les hacen a los cristianos que descubren. Cosas horribles. Hablan de golpes, de descargas eléctricas, de aislamiento en celdas oscuras... — Su voz se quebró, y una lágrima rodó por su mejilla.
— Marcos, no sigas — dijo Sara, con la voz llena de compasión.
— Es la verdad — insistió Marcos, secándose la lágrima con el dorso de la mano. — He leído noticias sobre cristianos que han sido torturados durante semanas, meses... Algunos incluso han muerto a causa de las torturas. — Su voz se convirtió en un susurro. — Recuerdo el caso de Fatemeh Mohammadi, una joven cristiana que fue arrestada por participar en una reunión de oración. La torturaron tanto que quedó con daños permanentes. Y el pastor Yousef Nadarkhani, ¿lo recuerdan? Lo condenaron a muerte por apostasía. Pasó años en prisión, sufriendo todo tipo de abusos.
Un silencio sepulcral se apoderó de la mesa. El sol parecía haber perdido su brillo, y las sombras se alargaban amenazantes sobre ellos. El miedo, que hasta ese momento había sido una presencia difusa, se materializó con una fuerza abrasadora, como una mano fría que les apretaba el corazón.
Pablo sintió un nudo en el estómago. Pensó en sus padres, en sus hermanos, en su vida que apenas comenzaba. ¿Valía la pena arriesgarlo todo por la música? ¿Por la fe? ¿Por un sueño de libertad que parecía cada vez más lejano e inalcanzable?
La imagen de su padre, con su rostro bondadoso y sus manos callosas, le vino a la mente. Recordó las noches que habían pasado juntos, cantando canciones tradicionales a la luz de las velas, compartiendo risas y confidencias. ¿Cómo se sentiría su padre si lo arrestaban? ¿Si lo torturaban? ¿Si lo...? No podía ni siquiera terminar el pensamiento.
Miró a sus amigos, buscando en sus rostros una respuesta, una señal de que todo estaría bien. Pero solo encontró el mismo miedo, la misma incertidumbre que lo atormentaba. Se sentían como náufragos en un mar tormentoso, aferrándose a la frágil esperanza de encontrar tierra firme.
Justo cuando el grupo comenzaba a recuperar el aliento, un repentino alboroto en la entrada de la cafetería los hizo tensarse nuevamente. Dos Guardianes de la Revolución, con sus uniformes verdes y sus expresiones severas, habían entrado en el local y se dirigían hacia la barra.
Un murmullo de inquietud recorrió la cafetería. Algunos estudiantes bajaron la voz, otros desviaron la mirada, y unos pocos se levantaron y se marcharon con discreción. Pablo, Marcos, Sara y Gabriel se miraron con los ojos muy abiertos, sintiendo cómo el miedo volvía a apoderarse de ellos.
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Do-Re-Mi Libertad
General FictionEn un Irán bajo el yugo opresivo de un régimen totalitario, la fe es un crimen y la música es el arma secreta de unos valientes jóvenes dispuestos a desafiarlo todo. Pablo, un talentoso cantante universitario, descubre un mundo clandestino de creyen...