En la Oscuridad

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La puerta se abrió lentamente, y una figura emergió de la oscuridad del pasillo. No era uno de los Guardianes de la Revolución, como temían los jóvenes. Era una mujer, envuelta en un largo velo negro que ocultaba su rostro. Sus ojos, sin embargo, brillaban con una intensidad que les heló la sangre.

— ¿Quién es usted? —preguntó Gabriel, con la voz temblorosa.

La mujer no respondió. Se acercó a ellos con paso lento y deliberado, como un felino acechando a su presa. Los jóvenes se apretaron unos contra otros, sintiendo que el miedo los paralizaba.

— ¿Qué quiere? —preguntó Sara, con la voz apenas un susurro.

La mujer se detuvo frente a ellos y los observó en silencio durante un largo momento. Su mirada era penetrante, como si pudiera leer sus pensamientos más profundos. Finalmente, habló con una voz grave y misteriosa.

— Sé quiénes son —dijo—. Sé lo que hacen.

Los jóvenes intercambiaron miradas de alarma. ¿Quién era esa mujer? ¿Cómo sabía de sus actividades clandestinas?

— No entendemos —dijo Marcos, con confusión.

— No se hagan los inocentes —dijo la mujer—. Sé que son "Do-Re-Mi Libertad". Sé que cantan sobre la libertad y la fe. Y sé que están buscando a Pablo.

Los jóvenes se quedaron sin palabras. No podían creer que esa mujer supiera tanto sobre ellos.

— ¿Quién es usted? —preguntó Gabriel, con la voz llena de sospecha.

— Soy alguien que puede ayudarlos —dijo la mujer—. Puedo llevarlos hasta Pablo.

Los jóvenes se miraron con incredulidad. ¿Era posible? ¿Esa mujer, que parecía salir de las sombras, podía ser su salvación?

— ¿Por qué deberíamos creerle? —preguntó Sara, con cautela.

— Porque no tienen otra opción —dijo la mujer—. Si no me siguen, nunca encontrarán a Pablo.

Los jóvenes dudaron un instante. No sabían si confiar en esa mujer, pero la desesperación los empujaba a aceptar su oferta.

— De acuerdo —dijo Gabriel—. La seguiremos.

La mujer sonrió con triunfo. — Síganme —dijo, dándose la vuelta y desapareciendo en la oscuridad del pasillo.

Los jóvenes se miraron con nerviosismo, y luego comenzaron a seguirla, adentrándose en lo desconocido, con la esperanza de encontrar a Pablo y rescatarlo de las garras del régimen.

Los jóvenes siguieron a la mujer por el pasillo, con el corazón en un puño. El silencio era denso, roto solo por el eco de sus pasos sobre el suelo de piedra. Las paredes, cubiertas de sombras, parecían cerrarse sobre ellos, creando una atmósfera opresiva y amenazante.

— ¿Adónde nos lleva? —preguntó Sara, con la voz temblorosa.

La mujer no respondió. Continuó caminando con paso firme, sin mirar atrás. Los jóvenes intercambiaron miradas de preocupación. No sabían quién era esa mujer, ni cuáles eran sus intenciones. Pero la desesperación por encontrar a Pablo los impulsaba a seguirla, a pesar del miedo.

— Confiemos en ella —dijo Gabriel—. No creo que nos quiera hacer daño.

— Pero ¿cómo podemos estar seguros? —preguntó Marcos—. No la conocemos.

— No tenemos otra opción —dijo Sara—. Si queremos encontrar a Pablo, debemos seguirla.

La mujer se detuvo frente a una puerta de madera maciza. Sacó una llave de su bolsillo y la introdujo en la cerradura. La puerta se abrió con un chirrido, revelando una habitación oscura y misteriosa.

Do-Re-Mi LibertadDonde viven las historias. Descúbrelo ahora