Llamada del más allá

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Tomo la bola de pelos a mi espalda que protesta con un sonoro: Miauuuuu

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Tomo la bola de pelos a mi espalda que protesta con un sonoro: Miauuuuu. Lo pongo de vuelta en el piso agarrándolo con ambas manos por su centro, —así que aquí te escondías gato malagradecido—.

—¿Te cayeron mal los dulces, Golosa? —se burla esa voz insufrible detrás de la puerta, mientras que no entre no tendremos problemas —Te quejas porque me comí las migajas que me dejaste, y te salvé de que no se te salgan las hemorroides.

—¡Cállate! —protesto mientras un segundo movimiento intestinal me hace retorcerme.

—¿Y cómo salió el asunto con el cura? — ¿no puede conversar cuando no esté cagando?, ¡carajo!

—Bien, no gracias a tu ayuda. —le respondo estirando la mano para ver si queda algo de papel sanitario.

Veo que no, así que me giro sin levantarme, hacia la pila de papel periódico, que quizás no es tan suave pero es igual de eficiente, hasta te deja un par de palabras marcadas en el ano.

—Yo intenté ayudar, pero tú me votaste. —de defiende el muy descarado.

Si ayudar es hacer comentarios sarcásticos, si ayudaste.

—Ojalá y te pudiese votar de la casa.

No me da tiempo a usar el lijoso papel, mi estómago aún no ha terminado.

—Mírala, —responde de forma irónica —llega de última y ya quiere andar mandando.

—Andar mandando mis ovarios, que soy yo quien paga esta casa, tú vives aquí de gratis. —mis intestinos terminan de expulsar todo lo que les quedaba dentro.

—Ño, la mía, estás podrida. —yo misma tengo que taparme la nariz —Revísate eso, creo que te hacen falta órganos nuevos.

—Perdón por no tomarme un pomo de perfume antes; para ver si así salía con olorcito. Además porque eres un espíritu, porque tú forma física ya debe oler mucho peor.

Pero el salado muerto tiene razón, si no salgo de aquí acabaré muerta por auto envenenamiento. Mi gato se pega a la puerta para intentar respirar por el filo entre la madera y el piso, el pobre, lo siento por él pero estamos metidos juntos en esto.

—Yo mejor me voy, que creo que el basurero de la esquina huele mejor que esto. —que detalle el suyo.

—Si anda, corre, siempre te desapareces cuando te conviene y te apareces cuando no me conviene a mí.

Salgo del baño antes de terminar de perder los pulmones. Para mi alivio no hay muertos en la costa, avanzo hacia la cocina a buscar un vaso de agua para rehidratarme. Como por arte de magia, cuando abro la puerta del refrigerador, mi gato ya está entre mis patas maullando incesantemente.

Busco entre las pocas cosas que tengo algo que echarle, la escarcha no le gusta así que mis opciones son pocas. Veo un perrito caliente, el último de su especie en el plástico, y lo saco para dárselo a Kiro, quien se para en dos patas viendo el ansiado manjar. Bueno, él no necesita todo el perro, lo parto con los dientes a la mitad y le lanzo la que le toca en su plato y él corre como alma que se lleva el viento.

Mi muerto no paga alquilerDonde viven las historias. Descúbrelo ahora