Pan caliente

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—¿Y qué tan largo lo tenía? —pregunta Daniela curiosa mandándome unos ojitos de emoji junto al mensaje

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—¿Y qué tan largo lo tenía? —pregunta Daniela curiosa mandándome unos ojitos de emoji junto al mensaje.

—Ya te dije que no me acuerdo.

—Mentirosa, solo estás de egoísta. —Tienes razón, no tengo ningún deseo de compartir información tan delicada —Aunque si eso llegara a pasar en realidad no quisieras deshacerte del muerto. —veo como se sigue mostrado el estado "escribiendo" antes de contestar —Lo que no entiendo es porque iba a estar yo con un adolescente pajero a punto de entrar en el peor año de su vida.

—Porque estabas muy desesperada por el covid, y porque seguro el dios griego tenía una buena rama de olivo bajo la toga —coloco un emoji de diablo sonriendo.

—¡Cecilia! —grita mi madre asomándose por la puerta de mi habitación. Siento el celular vibrar en mi mano pero mi vista está en la desquiciada mujer en mi puerta. ¿Qué querrá ahora? —Necesito que vayas a comprar pan a la panadería de la esquina. —ordena tendiendo su mano hacia mí con una jaba que adentro tiene dinero y la libreta.

Después se pregunta por qué nunca quiero venir.

—¿Y la libreta para qué si no es pan de la bodega? —esto es nuevo, pero bueno, aquí cambian cosas todos los días.

—Ahora hay que llevar la libreta, ellos anota el número. Así evita revendedores. —explica desapareciendo con dirección a la cocina.

Me levanto de la cama de un salto para coger las cosas, mirarme el pelo en el espejo y salir por la puerta. Vaya bobería, si la mayoría de los revendedores sacan el pan por la puerta de atrás sin hacer cola.

Miro el último mensaje de Daniela, que digo, si son tres:

—Al menos descansarás unos días del muerto

—¿Qué haces? ¿Por qué no respondes?

—¿Me dejaste hablando sola?

Doña dramática. Mis chancletas van sonando en su roce con el pavimento, el sol impacta en mi piel y yo voy fija mirando el celular.

—Mija, deja el drama, mi mamá me mandó a la panadería. Por cierto, acuérdate de ir a echarle comida al gato.

—Ay Cecilia, yo no estoy muy segura de eso todavía —cobarde —¿Y si me sale el muerto? Si total, estoy segura que Kiro se las arreglará solo.

—Daniela, dijiste que lo harías. Y si el muerto no me ha matado todavía a ti no te va a hacer nada.

—¿Por qué no me puedo topar con el fantasma que soñaste? En vez de con el bicho ese.

—Solo tienes que entrar, dejar la comida y el agua y salir. —le recuerdo firmemente, no vaya a ser que el gato también pase a mejor vida y yo tenga que ocuparme con dos fantasmas.

—Por eso te dije que fueras con el babalao.

—No he tenido tiempo para ir a ver al brujero ese.

Choco contra algo y logro evitar a tiempo que el teléfono salga volando llevándolo contra mi pecho. Unas manos me agarran por los brazos para evitar que me caiga y que ambos tengamos estabilidad. Un par de gafas caen al suelo, cuando siento que he recuperado el equilibrio me aparto, tengo todo el pelo cubriéndome la cara así que no puedo ver a quien casi atropello, solo siento el instinto de recoger sus gafas mientras que con la otra mano aparto mi pelo de la cara, para ver... ay no.

Mi muerto no paga alquilerDonde viven las historias. Descúbrelo ahora