Se me paró, el muerto

40 6 2
                                    

Miro por el filo de la cortina de la sala como vuelve a pasar el carro de los bomberos por la calle limpiando con cloro para eliminar el virus

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.

Miro por el filo de la cortina de la sala como vuelve a pasar el carro de los bomberos por la calle limpiando con cloro para eliminar el virus. Quién lo diría, que sería un chino quien empezara una epidemia por comer un animal que no debía y no un cubano. Perdimos la primicia en lo que mejor somos.

Miro el celular para recibir un mensaje de Daniela, nuestras sesiones de chismoterapias es lo único que me mantiene cuerda. Siempre he sido antisocial, pero ahora más que nunca tengo ganas de tocar personas de carne y hueso.

—¿Qué hay de comer hoy? –dice el muerto entrando en escena.

Este es otro, que de lo único que se salva es de no tener cuello para cogerlo.

Desde que empezó la Covid cogió la maña de coger una de mis sabanas y de echársela por encima, dice que para evitar contagios el muy comemierda.

—Ya te dije que te quites eso, coño, que el detergente está escaso como para andar lavando por gusto. —intento jalarle la sabana pero él se aleja.

—Tsss, —me chita —un metro de separación, que todavía no hay estudios de como esa cosa afecta a los del otro plano.

—¿Y por qué entonces no tomas más distancia? Como irte a la placa.

—Porque las tejas se me meten en lugares que no están hechos para meter cosas.

Desde que salió la cuarentena está que no deja este plano. Más que covid le diagnostico apendicitis, aguantarlo veinticuatro por veinticuatro no es tarea fácil.

—¿Y qué haces? Esperando que la otra loca aparezca en ese aparatico? Te vas a contagiar así.

—Ya te expliqué que no, —por veintésima vez —que hay un cristal en el medio —le doy la explicación sencilla.

—Yo no pienso ir a visitarte al hospital, o peor, al centro de aislamiento.

—Para mi suerte, ¿Dónde tengo que firmar para que me lleven? —La única razón por la que no me ofrezco de voluntaria para zona roja es porque no tengo con quien dejar el gato, y porque cuando mi madre se entere le da la sirimba. —Hablando del gato...

—No estábamos hablando del gato —me refuta pero lo ignoro.

—¿Dónde está Kiro?

—Por ahí, —finge indiferencia —te lo digo, controla ese bicho que de andar vagabundeando se va a contagiar y nos vamos a ir todos del parque.

—YA tu estas en el parque —le recuerdo —No te puedes volver a morir.

—Pero puedo acabar en otro lugar que no quiero. Prefiero el más acá conocido, que el más allá por conocer.

Mi celular suena mostrando la video-llamada entrante de Daniela.

—Hola baby —me saluda con su usual entusiasmo.

—Hola loca. —respondo.

—Hola loca —la saluda el muerto poniéndose detrás de mí.

—Hola bicho —responde ella sin mucha emoción —¿Cecilia por qué no haces lo que te dije y lo metes en un pomo de cristal?

—Porque el último lo cogí para poner los tomates en encurtido.

—Te tengo chisme nuevo —dice bajando la voz. —Conocí a un chico en un grupo de watsap.

Ay no Daniela, van tres meses de cuarentena y este es el cuarto novio por internet.

—No es que nadie me haya pedido opinión pero tu amiga es un poco suela —comenta el muerto a la distancia desde otro sillón.

—Suelta vas a tener la lengua cuando te la arranque —le responde Daniela.

—¿Y este cómo es? —no es que no tenga interés, porque el chisme al final es chisme, pero es el mismo cueto. Mucha emoción dos días y en menos de una semana Daniela lo mandará a la mierda por pedirle fotos semidesnuda.

Con este encierro andan mangrinos.

—Es alto, en sus abdominales se puede lavar ropa con jabón batey, y tiene unos ojazos verdes.

Esto suena demasiado bien.

—Ya suéltalo, que tiene de malo. —pongo mi mejor cara de sacar secretos.

—Solo un detallito...

—Daniela, suelta la sopa.

Dani me pone sus mejores pucheros, inhala aire y lo suelta.

—Es menor que yo.

Me desternillo de la risa, lo siento, no puedo evitar burlarme, cuanto chucho le voy a poder dar con esto.

—Mira la mosquita muerta —dice nuestro amigo no vivo —Nos salió roba cuna.

Daniela hace intento decir algo pero sabe que lo que voy a soltar yo es mucho peor y se mantiene tranquila mientras espera mi sablazo.

—¡Ya suéltalo! —me dice —¿Qué opinas?

—Que te sobran tetas y te falta botox para creerte suggar mommy. ¿Cuán menor?

—Tres años.

—Por lo menos te aseguraste de que callera en la línea legal —me desinflo de la risa.

—Si sé que te pones así no te cuento nada

—Perdón, pero burlarme de esto es lo único que puede sacarme de la miseria y del miserable que tengo viviendo al lado. Solo espero que te dure, o que al menos lo puedas acompañar cuando entre al verde.

—Eso es lo otro...

Esta noche va para largo.

—¿Cómo? ¿Qué está en el servicio militar? A pos sí que es perfecto, al menos puedes estar tranquila que no tiene con quien engañarte. Mira el lado bueno, cuando salga de pase con esto de la cuarentena ya llevaran un año juntos.

—Que graciosa. Aunque si espero que esto sea serio. Ay Ceci, este me gusta de verdad.

Ay no, en serio anda sonsa.

—Pues me invitas a la boda, ¿pero podrá tomar el alcohol del brindis verdad?

Escucho al muerto reírse, parece que el también disfruta esta noche.

—Oye, se me acaban los datos, te dejo que me tienen que alcanzar para la llamada con Luis.

—Que bien, ahora me deja por un baboso que acaba de conocer. —fingiré que no me duele —Vaya, vaya a cantarle la canción de cuna antes que den el toque de queda.

Ambas colgamos.

—Dios, no puedo creer que un chiquillo en el verde tenga más vida amorosa que yo, y con Daniela.

—¿Qué tiene ese que no tenga yo? —protesta el muerto.

—Pulso, —opino brevemente —y un miembro de carne y hueso, y unos pectorales palpables. —mejor no pienso mucho en eso que me pierdo.

—Cosas insignificantes.

—Diecisiete centímetros no son insignificantes —me burlo picara.

—Ah si —dice el muerto poniéndose en pie. Se jala la sabana y debajo se muestra un dios griego, un chico bronceado de ojos azules y risos negros que le caen sobre los hombros. Toma mi mano y de un tirón me hace pegarme a su cuerpo y sentir su pecho —Pues busca una regla para que midas esto.

¡Mierda! —abro los ojos. Me late a cien el corazón y creo que también la pepitilla. Miro a mí alrededor, no estoy en la casa, no hay gente con nasobucos, estoy en el camión viajado a casa de mis padres.

Todo ha sido un sueño

Siento alivio y a la vez decepción.

Necesito un vivo con urgencia para no andar soñando esto.

Mi muerto no paga alquilerDonde viven las historias. Descúbrelo ahora