La graduación

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Los pitos del almendrón fuera de la casa me descolocan

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Los pitos del almendrón fuera de la casa me descolocan. Odio que me apuran, solo me hace meter más la pata. Intentar hacerse u delineado perfecto mientras tienes un recordatorio constante de que estas atrasada es una misión imposible.

Daniela pasa por detrás de mí con un tacón en la mano mientras intenta ponerse el otro sin soltar la peineta que agarra con los dientes para ponerse en el pelo. Dos horas de demoro esa mujer para hacerse esos risos, dos horas a base de cerveza, y no para tomar como me hubiera gustado. Si nada más pensar en ese desperdicio de alcohol me duele el pecho.

—Vamos tarde —me dice dejando salir el sonido sin soltar la mandíbula.

—Lo sé —señalo lo obvio mientras me acomodo mis pasas rebeldes con las manos.

Vuelve a sonar el dichoso pito.

Me cago en su madre, me cago en la hora que acepte que el so anormal de Yudelkys nos llevase a la graduación.

—Estoy al decirle que le voy a meter el claxon por el cu.. —le comento a Daniela ya irritada, pero soy interrumpida.

—Uy esa boca —dice el muerto apareciendo en la habitación, dándole lengua a una chambelona que estaba en el refrigerador. —Tan pitada por fuera y tan sucia por dentro.

—Azul te iba a quedar la lengua si te sirviera para algo más que dar opiniones inútiles.

Siento que la puerta de la sala se abre. Al parecer nuestro chofer se aburrió de darle al pitico.

—¿Ustedes todavía quieren graduarse o ya se arrepintieron? —su voz viene por el pasillo.

—Desaparécete —le digo al muerto que siento como si pusiera los ojos en blanco y aunque ya no es visible para mis ojos aun veo la chambelona moverse en el aire y Yudelkys se acerca por el pasillo —ahhh—agarro el caramelo flotante y lo meto en mi boca antes de que él se de cuenta.

¡Ay que asco! ¡No pensé esto bien! ¡Agg, baba de muerto!

Creo me están dando arcadas.

Resiste Cecilia, la compostura.

—¿Vamos o ustedes no se piensan graduar hoy? —¡No me estreses Yudelkys que ya probé baba de muerto!

—Ya vamos, danos un segundo —dice Daniela disimulando.

Yud resopla pero obedece. Sabe lo que le espera si incomoda mucho a Daniela.

Terminamos apuradamente de arreglarnos el pelo y los zapatos y salimos regias y divinas por la puerta.

Yudelkis conduce como jicotea por la carretera, porque con tanto bache mejor ir lento pero seguro que perder una rueda.

Al doblar una esquina casi nos comemos el forro de los asientos delanteros por una motorina que se nos atravesó imprudente.

Mi muerto no paga alquilerDonde viven las historias. Descúbrelo ahora