xii. amargura

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Hacía un viento horrible, una tormenta estaba sobre nosotros y me causaba un estremecimiento tan grande que me sentía pequeña; solo él parecía brillar por sí mismo en esta inmensa oscuridad.

—Oye, tendrás que esperar un poco más, porque debo ir a ayudar a Scott —lo miré detalladamente, sus ojos fijos en los míos y su manzana de adán bajando y subiendo tras haber tragado saliva; su tacto me estremece cuanto acuna mi rostro con sus manos y se acerca a besarme.

Un beso tan dulce, tan hermoso y tan desgarrador.

Se despide de mí y no lo noté antes; nunca me fijé en su mirada como me fijé ahora.

Gracias por recordarme —susurró mientras me miraba. Una suave sonrisa estaba en su rostro y mi labio tembló junto con mi voz.

—Sabes que no existe mi vida sin ti —le respondí con mi voz tan quebrada, que era un milagro que entendiera mis palabras. Sus ojos se detuvieron en los míos y acarició mi mejilla lentamente; su mano era tan cálida. Sin entender cómo, yo podía sentir su agonía al querer quedarse, pero no lo hizo.

—Te amo —susurró tras otro beso; ahora levantando las comisuras de sus labios me dijo: —nos veremos pronto, tengo un tren que desviar.

—¡Stiles! —lo llamé mientras se alejaba corriendo con su bate de aluminio. Pero no volteó cuando lo volví a llamar. Mi voz parecía ahogarse tras el temblor provocado por el tren; un sollozo salió de mí y desperté en mi cama.

Me senté e intenté ver en medio de la oscuridad, prendí la luz y busqué desesperada un papel y un bolígrafo. Comencé a anotar todo lo que recordaba y este sí era el verdadero recuerdo de lo que sucedió la última vez que nos vimos.

Mi respiración era agitada y aunque me terminara sentando en el suelo, no podía calmarme; me repetía internamente: "puedo salvarlo". Concentré mi respiración hasta poder calmarme; releí una y otra vez lo que escribí queriendo perderme en el recuerdo y viajar, pero no podía, no funcionaba.

Me cuestioné mi memoria, una y otra vez reescribí el recuerdo y todo era igual, entonces vi que en el exterior el cielo estaba violeta y perdí horas intentándolo.

—Por favor, Stiles —susurré. Me acosté en el suelo de la habitación y cerré los ojos; intenté meditar como Lydia me había enseñado, pero al abrir los ojos seguía donde mismo.

La sensación de malestar recorría mi interior; no me era suficiente el sueño, así que tomé una fotografía guardada y la observé. En la fotografía estábamos Stiles y yo en la playa. Fue antes del año junior, en nuestras vacaciones.

Cerré los ojos y el olor al mar era reconfortante. Cuando abrí los ojos pude sentir el sol contra mi piel y la brisa marina moviendo mi cabello. A la distancia vi a Stiles jugando en el agua como un niño. Reí ante aquella escena.

Me acerqué a la orilla y cuando mis pies tocaron el agua, se sentía tan real que era abrumador; mi cuerpo me decía que esta es mi realidad y mi mente me golpeaba con la verdad.

—¿Planeas nadar? —pregunta al acercarse a mí; estira su mano y no dudo en tomarla. Cuando el agua nos llega al pecho, una ola nos eleva y siento nervios, pero él me sostiene y vuelve a bajar el agua.

—No tengas miedo —dice con una sonrisa amplia en sus labios—. No te soltaré.

Asentí y otra ola nos hizo elevarnos. Me acercó más a él y me abrazó, me dio un beso en la mejilla y río leve.

—Un beso con sal —reí. Lo miré y le acomodé el cabello mojado.

—Es para más sazón —le respondí. Él me quitó el cabello que tenía pegado al rostro y me acercó para juntar nuestros labios. Este beso no era como el anterior, donde parecía una despedida; este beso parecía una clara muestra de amor y deseo, de vida.

—¿Sucedió algo? —me preguntó al verme directamente a los ojos.

—¿Crees que soy una persona egoísta? —le pregunté.

—Todos somos egoístas, algunos más que otros, pero siempre sentiremos la necesidad de tener algo y hacerlo "nuestro" —me acaricia la mejilla—. ¿Alguien te ha dicho egoísta? —levanta las cejas.

—Soy egoísta porque no quiero que te vayas —lo miro y aquella sensación me invade nuevamente, y ahora la reconozco. Me siento amargada con la vida, con todos, con el destino mismo.

—No puedes parar lo que sucederá —me susurra—, pero puedes disfrutar hasta el último momento mi compañía, como yo lo hago con todos, como yo lo quiero hacer contigo, Ruby.

—Ayer en la noche, Liam rompió en llanto, Malia no puede concentrarse en nada y Scott intenta salir a delante con la manada en su espalda —mi labio tiembla y mis ojos se llenan de lágrimas.

—Ellos aprenderán a seguir a delante —me besa la mejilla—, como sé que tú lo harás. El amor de mi vida suele salir a delante pese a todas sus complicaciones —sus comisuras están tan altas que hasta su rostro refleja una sonrisa pura y llena de amor, y eso me rompe tanto.

—Y el amor de mi vida debería de entender que seguir a delante duele como una paliza. Como si me quitaran el aire de mis pulmones y mi luz se desvaneciera —junta sus cejas y apoya su frente contra la mía, al abrir la boca si sentí el sabor de la sal y no pude evitar sonreír por lo mencionado antes—. Ay, Stiles, me siento sin alegría, ¿cómo le haré?

—Ruby —sonríe suavemente y me despeja el rostro de los cabellos húmedos rebeldes—. Puedes con todo; pudiste conmigo —ríe y me sujeta mejor en su abrazo—. Sé que podrás con esto.

Asentí y lo besé; sus labios eran suaves y su piel algo áspera por la arena. Su sonrisa contra mi boca me relajaba y me llenaba de vida; me hacía sonreír instintivamente, pero al abrir los ojos mi sonrisa se desvaneció tras ver la habitación iluminada por el sol de la mañana.

Suelto un sollozo y me reprimo para que no me descubran llorando tan temprano. Ese mismo día Scott vuelve a llamar para ir a hacer las linternas, así que pongo mi mejor cara y voy.

𝐀 𝐓𝐑𝐀𝐕𝐄́𝐒 𝐃𝐄𝐋 𝐓𝐈𝐄𝐌𝐏𝐎 - Stiles StilinskiDonde viven las historias. Descúbrelo ahora