xiv. proceso

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—Voy a ir por más pegamento, parece que nos faltó —dijo Scott al irse. Me quedé en su casa junto a los gruñidos de Malia por el pegamento en sus manos y el papel pegándose junto a cualquier cosa que toqué. Finalmente, cuando más estresada parecía, me acerqué y le tomé con cuidado las muñecas. Me miró y sus ojos brillaron.

—Tranquila, se quita si lo lavas, vamos —dije; ella me seguía viendo algo hostil, pero me siguió. En el lavamanos del baño le puse jabón en sus manos llenas de pegamento y con un poco de agua fui activando el jabón.

—Lo odio —dijo al ver el desastre de sus manos.

—Está bien, es horrible para todos.

—Pero a ustedes no les cuesta mucho.

—Porque cuando éramos niños nos obligaban a trabajar con pegamento y si fallábamos nos ponían una nota baja, era un martirio —ella resopló y suspiró.

—Esto de las notas y la escuela es tan estúpido; al menos en el bosque nunca te pedían leer o escribir algo —reí.

—Bueno, lo básico es leer y escribir, saber algo de matemáticas para que te den bien el cambio y —la miré y me di cuenta que me observaba—. ¿Qué sucede?

—Él también dijo eso —me quedé quieta unos instantes y entendí lo que decía, abrí más el agua y el pegamento se terminó yendo. Cerré la llave y le entregué una toalla de manos.

—Sí, algunas frases de él siguen incrustadas en mí —dije finalmente; Malia tenía las cejas juntas y se le veía algo confundida.

—Él era mi ancla —confesó, mi corazón se detuvo como mi respiración, sus ojos parecían brillar por las lágrimas reprimidas—. En la noche de luna llena me obligué a permanecer centrada, me costó mucho y Scott me ayudó, pero es extraño sin él; aún me cuesta.

—El duelo es así —digo y me estremezco por mis palabras, porque es primera vez que acepto que estoy en duelo—. Ver su ausencia en todos lados me causa dolor, uno tan grande que siento que mi vida se amarga, pero también recuerdo que él siempre seguirá con nosotros mientras no lo olvides y lo recuerdes como lo que era —ella me miró y sonrió—. Un hiperactivo y desenfrenado genio detectivesco —ahora ella ríe.

Scott regresa y las horas pasan; al final me regreso a mi casa y me encierro en mi habitación. Acostada en la cama comienzo a ver las fotos que teníamos en la galería y mis cejas se levantan cuando encuentro una foto con la fecha de ese momento. Salto de la cama e inevitablemente me caigo, pero me levanto de inmediato para sacar lo que había escrito hace unos días atrás.

Empiezo a leer todo y ahora a mirar la foto; cierro los ojos y el viento junto con el estruendo del cielo me hacen abrirlos. Miro a mi alrededor y Stiles está frente a mí entregándome mi celular. Lo guardo en mi bolsillo.

—Supongo que ya estás aquí —sonríe, mis ojos se humedecen y lo abrazo, su olor me inunda y siento la desesperación inundarme.

—Stiles, debes quedarte aquí —frunce el ceño y me mira.

—Debo ir a ayudar a Scott —me acaricia el cabello—. Te amo.

—No, no lo entiendes —lo sujetó del brazo—. He estado entrenando, puedo contra los jinetes y no debes morir —dije ilusionada, pero su mirada no era alegre; era algo compasiva.

—Ruby, no se puede cambiar el destino —dijo, me alejé de él y comencé a caminar hasta la entrada de la escuela; la línea de tren en medio del pasillo no ayudaba a caminar más rápido, pero sí para mostrarme el camino—. ¡Ruby!

—¡Puedo hacerlo! —le grité al girarme; él me observaba algo agitado.

—Lo sé, pero no es tu destino.

Iba a responderle cuando desperté en mi habitación, miré a todos lados y la desesperación me estaba inundando. Mi respiración estaba acelerada y mis ojos ardían; tomé una almohada y la puse contra mi rostro con tanta fuerza que mi grito se ahogó ahí.

Al lanzar la almohada a un lado volví a ver la foto y a volver al mismo lugar, una y otra vez, pero cada vez que volvía tenía menos tiempo hasta el punto de no poder volver a aquel momento.

Mi desesperación se convirtió en miedo y por alguna razón amarga en resignación; lloré mucho esa noche, tanto que no me di cuenta cuando me dormí. Al abrir los ojos mi habitación estaba iluminada por los rayos del sol y me dolía el cuerpo por quedarme dormida en el suelo.

Alcé la vista a mi cajón abierto y recién noté algunas fotos que se me cayeron cuando busqué el papel con lo escrito. Vi las fotos y pese a mi aturdimiento por llorar mucho, pude concentrarme en una imagen e ir ahí.

Estaba en la habitación de Stiles y este me daba la espalda. Estaba ajustando algo en su tablero.

—¿Por qué no dejas que te salvé? —dije con voz alta y airada; Stiles se gira a mí y se asombra, pero luego entiende y me identifica.

—Porque no puedes —dice.

—¿Por qué? —le reclamo, y él suspira dejando a un lado su hilo rojo.

—Porque ya lo has intentado tantas veces que es cansador, y dado que no escuchas al destino, escúchame a mí, no puedes salvarme.

—No sabes eso, puedo hacerlo, he estado entrenando mi magia, he guardado en mi mente los hechizos o conjuros o como se llame, he hecho una línea de tiempo y descrito nuestros momentos juntos, puedo ir a cualquier momento que quiera y lo seguiré haciendo porque no morirás, no voy a permitirlo.

—Ruby —él se acerca a mí y me besa; cierro los ojos por un instante tras sentirlo; sus besos aumentan por mi mejilla, mentón y cuello, entonces frunzo el ceño. Le acabo de gritar y solo me besa... Como en las otras veces

Me alejo de él y lo miro a los ojos, puedo ver el deseo, pero también esa mirada que me dio en nuestro último recuerdo, una mirada de rendición al su puto destino.

—Claro, ¿cómo pude ser tan estúpida? Haz estado haciendo esto desde el comienzo, desde que viaje para advertirte de todo, me has estado evitando este tema y simplemente me besas y ya.

—Te beso porque te amo —dice finalmente.

—Si me amaras, dejarías que te salve, dejarías que cambiara la mierda de destino que te condenó y arruinó la vida de todos. La vida de la manada, la vida de Scott, tu papá, ¡mi vida!

No hizo ni dijo nada, pero su silencio al mismo tiempo me lo dijo todo y yo regresé a mi presente. Sé que lloré toda la noche y por instantes pensé que no tendría más lágrimas, pero me equivoqué: seguí llorando desconsoladamente.

𝐀 𝐓𝐑𝐀𝐕𝐄́𝐒 𝐃𝐄𝐋 𝐓𝐈𝐄𝐌𝐏𝐎 - Stiles StilinskiDonde viven las historias. Descúbrelo ahora