Capítulo VIII: "Luces de Navidad".

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Ingrid

- ¿Puedo pasar?-. Preguntó mi madre al otro lado de la puerta de mi habitación. Me levanté, algo extrañada. Apenas eran las 17:00h y ya estaba en casa.

Abrí la puerta, y vi como tenía algo en las manos.

- Claro-. Accedí, un poco incómoda. Por suerte tenía mi cuarto ordenado. No me apetecía que entrase a echarme la bronca.

- Te he traído algo-. Dijo cuando estuvimos sentadas en mi cama. Fruncí el ceño. Rio ante mi reacción. Me lo dio y fui quitando el papel de regalo poco a poco. No era muy grande. Más bien, una cajita.

- Cuando lo vi, recordé una cosa-. Añadió antes de que la abriese.

Levanté la tapa superior de la cajita y se me humedecieron inmediatamente los ojos.

- ¿No es cómo el anillo que te había regalado tu papá? Ese que perdiste-. Inquirió

- Es el mismo-. Contesté, reteniendo las lágrimas. Era un anillo de Pandora. Tenía dos pequeñas estrellas, una al lado de la otra. Y, alrededor, pequeñas bolitas de diamante que lo hacían brillar. Era de plata, e idéntico al que me regaló mi padre cuando tenía doce años. Lo extravié en la mudanza a Barcelona, y fue el obsequio que más me dolió perder. Ya que fue el último regalo de cumpleaños que me dio.

- ¿Te gusta?.

- Muchísimo. Gracias, es... hermoso-. Dije. Me lo puse en el dedo índice de la mano derecha y se me erizó la piel. Muchos sentimientos encontrados.

- Bueno, disfrútalo-. Se puso en pie.

- Ah, casi me olvido. El 22 nos vamos a Noruega, para pasar navidad y año nuevo con la familia. Volvemos el 6 de enero-. Comentó.

- ¿Y qué hay de los abuelos paternos?-. Pregunté. Vivían muy solos, y me daba pena no pasar esas fechas con ellos. Se encogió de hombros.

- Mamá, no podemos olvidarlos, por favor-. Pedí, con un puchero.

- Ya sé que son una de las razones por la que estamos aquí, pero... Sabes que tu abuela materna es un poco pesada e instensa, y... Se puede inventar cosas. Es mejor ir y pasar navidades allá, Ingrid. Ya se enfadó un montón cuando nos mudamos. Mejor no buscar problemas y malos entendidos en la familia-. Recordó. Asentí con la cabeza, no muy feliz con la idea. Pero era mi madre y no le podía decir que no a nada.

- ¿Veremos a Ed?-. Cuestioné.

- Depende. Si tu hermano tiene tiempo, probablemente venga a cenar con nosotros el 24. Si no, no lo sé-. Suspiré.

- Está bien. Lo entiendo-. Dije, con una pequeña sonrisa. Le escribiría luego a mi hermano para preguntarle.

- Por cierto, ¿vas a salir?

- Ehm... ¿Sí?. Te lo iba a dejar escrito en un papel, porque pensé que vendrías más tarde... Ahora que hablamos de ello, ¿Por qué estás aquí tan temprano?-. Me interesé.

- Hoy no me apetecía hacer horas extra, así que Carlos me trajo en su coche, ya que el mío está en el taller-. Enarqué una ceja, divertida. Rodó los ojos, y rio. Hizo el ademán de salir de la habitación, pero le hice una pregunta más.

- ¿Y él es...?

- Un compañero de trabajo-. La miré de reojo, intentando sacar algo más.

- ¿Sólo tu "compañero"?-. Presioné.

- Sí.

- Entonces, ¿Por qué te has puesto tan roja?-. Mentí, para ver si picaba.

- Ingrid, por Dios, deja de ser tan cotilla-. Exclamó divertida.

Daylight - Ingrid Engen y Mapi León. Donde viven las historias. Descúbrelo ahora